Veinticinco.

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Sólo faltaban dos días y la transferencia para los Estados Unidos estaba siendo solicitada. 

Iba a morir, iba a morir y dejaría de ser un gran problema para el resto del mundo. No sentía nerviosos, para nada. Se lo merecía. Él siempre estuvo al lado de la justicia ¿acaso eso no era correcto?

Su estómago rugía y su garganta estaba seca, no había recibido ningún tipo de alimento hasta esta mañana cuando un guardia llegó con un trozo de pan.

No sabía donde carajos estaba su rubio y extrañaba oírlo, quería oírlo otra vez. Por última vez gritando su nombre.

—¿Dónde esta Luke?

—Tu noviecito, el rubio. Ummm, no sé.

El guardia se rió en la cara del asesino. 

¿Qué haría ahora? ¿Qué haría ahora que estaba completamente solo y vulnerable? ¿Qué haría ahora que no estaba con el rubio?

¿Cómo es que él había terminado ahí? ¿De quién era realmente la culpa? ¿Habrá algún culpable?

Se sentía como nunca antes, nunca se había sentido tan perdido, tan pequeño como ahora y su cabeza daba vueltas. 


***


Y por otro lado el rubio seguía sentado en su departamento. Su madre había tomado un vuelo ni bien había escuchado la noticia y ahora le estaba preparando algo en la cocina. Lloraba, por que ahora que no estaba con el asesino no sabía a dónde ir. No sabía que hacer.

No se sentía pena por la multa que su mamá dio ni las ojeras que tenía. Él no quería sentir nada si no era el asesino.

Estaba en un shock constante, estaba en un trance y encerrado en una propia capsula de tiempo. Quería correr y poder verlo, llevarle esos galletas que su mamá había hecho ayer en la noche.

Ni siquiera se había despedido y no lo dejaban verlo, a menos que sea su cadáver y eso lo ponía tan triste. 

Porque era su culpa, todo esto era su culpa. 

—Sí tan sólo yo no- Sí tan sólo yo-no-

Sus lágrimas caían como aquella vez que se enteró que el asesino estaba preso, lloró como aquella vez que él lo dejó. Y probablemente no terminaría de llorar nunca.

Y todo era cierto, nada iba a salir como lo esperaban, nunca iban a  vivir esa patética historia de amor que ridículamente imaginaron. Y de todas maneras no había manera de que eso termine feliz. No había manera de que un asesino termina una historia con un final feliz.

El rubio lo amaba y no dejaba de recordar los momentos que pasaron juntos, no dejaba de pensar que el asesino aún estaba allí, jugando con el gato o cantando muy fuerte en la ducha.

Quería pensar que tal vez solo no lo vería por ahora, o que mejor aún era un mal sueño.

No podía verlo y el dolor en su estómago era constante al saber que lo matarían.

Y el asesino no era el único que se sentía pequeño y vulnerable, ahora el rubio también lo hacía. Su cuerpo no quería moverse y su corazón se había quedado con las lágrimas del asesino.

Su último recuerdo era un asesino tan cansado y triste por dejarlo solo. 

Le hubiera dado un buen beso o lo hubiera abrazado muy fuerte cuando la policía tocó su puerta.

Quería poder culpar a alguien más, pero solo él tenía la culpa de todo. Nunca antes se había sentido peor, ahora quería cortarse como las veces que su mamá lo dejaba solo en casa y unos amigos le gritaban "maricón" Pero ahora sólo se sentía como un "culpable".

Sus manos no dejaban de temblar y su labio sangraba de repente sentía esos ataques de asma que sólo tuvo cuando tenía 8 años. 

Contaba sus lágrimas y su madre entraba sin siquiera tocar la puerta, pero ella no tenía la culpa.

Ella lo abrazó con el asesino lo haría, pero no se sentía igual.

—Yo te lo dije, cariño.

—Tú-no entiendes. Y-Yo lo amo.

—No puedes amar a un asesino.

Y volvió a llorar, porque el sería probablemente la única persona que ama al asesino. Y joder, le dolía el pecho. Se sentía un completo cobarde, egoísta y inútil. 


***


Era un helicóptero, en donde estaba viajando. Era un pequeño espacio lleno de policías y personas de blanco. 

Sus pensamientos no se escuchaban y el sonido de su corazón sonaba fuerte en sus oídos. 

Tenía una camisa de fuerza rodeando su cuerpo y una máscara negra, lo habían tratado de lo peor y su cuerpo dolía. Y estaba seguro que si no lo mataban, él se moriría sin el rubio de igual manera.

Se había adaptado tanto, que se sentía tan frío de un momento a otro. Sus ojos se encontraban cerrados y sólo veían a su rubio llorando.

Infeliz, así es como comenzó y así era como terminaría.

No era por mucho, era un asesino. Uno que no se arrepentía de nada, excepto de mirar esos ojos azules.

¿Qué había tenido ese niño que lo había hecho tan recordable?

Tal vez era la manera en como arrugaba  la nariz, o como se quejaba cuando las cortinas estaban abiertas. Tal vez era la forma en cómo lo amó y la manera tan preciosa en como lo demostró. Sus labios se curvaron y sonrió por primera vez en todos esos días.

Oh, sólo esperaba que el rubio también sonría cuando lo recuerde. Porque tenía la sonrisa más bonita.

Ahora recordaba muchas cosas y se sentía muy nostálgico.

Sólo quería que el rubio estuviera bien después de todo, él siempre quiso verlo feliz, y no estaba muy lejos de hacerlo. Se moriría, eso era un gran peso menos ¿no era así?

Cuando el helicóptero aterrizó las cámaras y flashes lo invadieron, el asesino sólo cerró sus ojos y dejó que los guardias lo jalaran bruscamente hacia la camioneta. 

Se acercaba a su muerte, y algo bastante irónico.

After The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora