Veinticuatro.

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La noche anterior.

El asesino dibujaba figuras inexistentes en la espalda del rubio que aún se encontraba dormido y se preguntó si hoy podría ser el día.

Por que le había comprado un anillo de compromiso, uno de esos ridículamente caros pero hermosos, no quería casarse ahora, de la sola idea lo enfermaba, pero con eso él quería un tal vez, un futuro, un quizá más adelante. 

Así que cuando se fue a recogerlo al hospital, pensó que llegando le propondría como algo casual, como "Hey, Lukey ¿quieres casarte conmigo?" o tal vez un "Luke, creo que deberías casarte conmigo" y la idea de volverle a decirle primor lo cautivaba.

También quiso comprarle un conjunto de una sexy lencería azul, pero después de lo del tutú, quizá el rubio se lo tiraría por la cabeza. No era su culpa que haya dejado su celular cerca del suyo y tampoco era su culpa que su madre le haya enviado una foto de cuando tenía 6 años con una maya negra y un tutú rosado.

Pero habían terminado dormidos después de comer pizza en el sofá y se había olvidado por completo de la "sorpresa". Iban a ser media noche, entonces el asesino supo que su rubio no se levantaría de la cama hasta mañana.

Se acercó y le besó la sien, antes de pararse y tal vez fumar un cigarrillo en la ventana.

 —¿Por qué eres tan lindo cuando duermes?   

Le susurró y luego sonrió.

Le gustaba la idea de casarse, le fascinaba la idea de pasar la vida junto al rubio, y claro por qué no unas mascotas.

Pero luego venían esos pensamientos que lo caracterizaban, luego venía ese idea de ir escapando de algo que el rubio no pertenecía. Y era tan tarde para ponerse a pensar en eso. Su rubio ya estaba dentro de todo lo que él hizo y eso era lo que se arrepentía enormemente.

Pero lo disfrutaría, disfrutaría todos y cada uno de sus besos, todos y cada uno de sus "Te amo". Disfrutaría de él, porque sabía que en cualquier momento podría irse de sus manos, sabía que en cualquier momento eso no existiría.

Y eso siempre sería la razón de los desvelos del asesino.

Él quería a un rubio para siempre, pero él sólo tenía un por ahora.

El humo del cigarro se difuminaba en el aire que salía por la pequeña ventana al lado del teléfono. Y sus pensamientos se escuchaban claro, estaba haciendo un poco de frío al no estar al lado del rubio. Y podría jurar que ese bóxer no era de él.

Su cigarrillo no terminaba, pero no le importaba, no tenía esa necesidad de relajarse así que sólo era un acto de costumbre cuando no podía dormir. Sus ojos se cerraron cuando unas manos suaves se deslizaron por su cintura y sintió un suave besó el hombro que lo llevó hasta lo más alto del cielo.

—De verdad crees que soy lindo cuando duermo.

El asesino sintió que su corazón se iba a salir de su pecho cuando escuchó esas risitas tan lindas, mientras su nariz acariciaba pequeñas partes de su espalda. Si eso no era el cielo, él no sabía que cosas era mejores que eso.

Sólo soltó una risa ronca y encogió sus hombros.

—Tal vez.

El rubio empezó a acariciar su cuerpo de una manera para nada sexual, era sólo un intimo contacto que desfrutaban del otro, sus cálidas manos recorriendo su cuerpo lo hacían estremecerse. Hasta que soltó un suave gemido cuando el rubio agarró más de la cuenta.

—Ummm ¿qué estás haciendo? 

El asesino apagó el cigarrillo cerca de la ventana y apoyó la cabeza en el hombro del rubio.

—Regresemos a la cama.

Y cuando el rubio empezó a bajar su bóxer sonrió.  

No sé acordaba cuándo fue la última mamada que el rubio le dio, pero cuando la boca del rubio cubrió su pene. No pensó en nada más que su vida se sentía completa justo en ese momento.

Sus manos acariciaron el cabello tan suave del rubio y se apoyó en la pared. Oh, esos ojitos tan inocentes que él le ponía cuando ahuecaba sus mejillas y lo miraba directamente, le sonrió y gimió despacio. Sólo para él.

No había nada más que decir, tal vez la razón por la cual el asesino no le pedía que se casara con él en ese mismo momento era porque sabía que no duraría.

Allí afuera habían personas buscándolo de alguna manera o otra. Aún habían personas nombrándolo y temiéndolo.

Los pensamientos claros en su cabeza le dieron una fuerza innata que le permitió correrse en la rostro del rubio mientras gemía roncamente.

Luego de eso se besaron, se besaron mucho y fueron a la cama. Controlando sus suspiros y tragando gemidos fuertes. 

Luego sólo lo observó dormir otra vez, el rubio parecía un príncipe de Disney ¿o debería decir una princesa? El asesino sólo sonrió y lo abrazó fuerte antes de caer dormido entre sus brazos.



After The Killer [Muke Clemmings]Where stories live. Discover now