Diecisiete.

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Había conseguido un pequeño trabajo como cajero en una tienda de abarrotes, todo iba bien. Era algo normal, y era algo que lo asustaba.

No recordaba con exactitud cuando disfrutó tanto reírse con unos compañeros de trabajo— que por cierto nunca tuvo—

Tal vez era otra de esas jodidas fases de la psicología en la etapa de madurez. 

Era una rutina que le encantaba y una paga que él no se imaginaba. No era para nada vergonzoso lo que hacía desde que hizo su primera venta —que por cierto fue el rubio—

Nunca se le pasó por la cabeza tan siquiera sonreír y decir una frase de agradecimiento no se le complicaría. O al menos no regalaba una mueca o sonrisa falsa.

Así que cuando su turno había terminado y Walter había llegado, él guardó sus cosas en un casillero verde en la parte de atrás.

—Hasta mañana, muchachos.

—¡Adiós!

La caminata era un poco larga tanto como para llegar a su trabajo e ir a dejar al rubio en la universidad. Pero nunca se quejaría realmente.

Llegó al pequeño departamento y encontró al rubio leyendo algo casi tan parecido a un diccionario. Sus lentes en su rostro lo hacían ver tan inocente y pequeño y al asesino lo mataba.

—¡Mikey!

Y luego lo beso colgándose de su cuello y susurrándole cuanto lo extrañó.

Era rutinario y aveces increíble cuando ambos estaban disfrutando tanto de ese lapso de tiempo. Que esperaba de verdad que durara por siempre.

Se bañaron juntos y durmieron abrazados durante toda la noche.

La vida del asesino cambió inesperadamente, seguía siendo un maldito prófugo que debería pagar por todo lo que él hizo. Pero él estaba pasando ese gran hecho por alto. Sabía que las cosas buenas siempre van a tener un final. Sabía que el rubio terminaría su carrera y se iría a riendas sueltas y él se quedaría varado, triste y solo.

Él estaba omitiendo tantas cosas importantes por el momento y sólo disfrutaba demasiado los besos antes de dormir y las caricias antes de despertar.

Ahora realmente le importaba muy poco todo, solo quería al rubio.

Y una muy pequeña parte de su mente estaba alterada. Por que conocía al chico de los lentes, pero no sabía que es lo que llegaría a hacer.


El asesino busco entre la cama la cintura del rubio para a traerlo a su cuerpo y despertarlo a besos. No lo encontró y bufó por que odiaba despertarse sin él.

No quiso levantarse después de todo, era domingo y sabía que para la única cosa que el rubio no podía estar en al cama caliente junto con él. Era porque se había ido a comprar unas Magdalenas de mora en la pequeña cafetería de al frente.

Así que se cepilló los dientes, riéndose por cuántas marcas tenía en el cuerpo y los largos rasguños en la espalda. Fue a la cocina donde escuchó suavemente una canción y vio a su rubio de espaldas friendo tocinos. 

Joder, ahora sabía porque nunca quiso botar esa camisa blanca que nunca el asesino utilizaba.

Y sabía que estaba desnudo bajo la deteriorada camisa por que ese lindo culo se observaba sin si quiera agacharse. Así que se acercó y le rodeo con sus brazos descansando la cabeza en su hombro y besándole el cuello lentamente.

  — Umm. Buenos días.

  — Buenos días, Mike.

El asesino paso sus manos por su cintura y acarició su abdomen. Y sabía que las cosas que aseguraban cuando el rubio apagó la cocina.

El asesino rozaba al rubio con su —ahora mejorada — erección mañanera. Su nariz disfrutaba de ese delicioso aroma. Y sus manos volvían a vivir al tacto tan suave.

El rubio gimió cuando sintió las manos del asesino apretar fuertemente su trasero, dándose cuenta que en realidad estaba desnudo bajo la camisa.

Sus gemidos alimentaban las ganas, y como al asesino no le gustaba perder el tiempo. Hizo que el rubio se volteara, desabotonando los dos únicos botones de la camisa y deslizándolo de su piel, lentamente. Esculpiendo el más hermoso mármol. 

El asesino podía observar al rubio justo en ese momento cuando lo subió a la barra. Por el resto de su vida. Joder, era tan jodidamente caliente cuando el rubio llevó sus manos a su propia erección y le rogó al asesino que siguiera.

Toco su cuerpo tan suave por todas esas cremas que se encontraban en el baño y el olor a frutillas combinadas era simplemente exquisito en él podía beber y comer de su cuerpo una y otra vez. Sus besos recorrían su cuerpo y ese pequeño cosquilleo recorría la espalda del rubio, haciéndolo gemir.

Por la cabeza del asesino paso hacerle una mamada al rubio, pero este estaba tan desesperado por sentir algo de contacto. No habían tenido sexo desde hace dos días y al parecer eso los volvía locos, quería sentir al rubio rodeándolo tan caliente y tan apretado.

Así que lo alzo entre besos húmedos y lo colocó sobre la mesa donde se ubicaban los platos en orden. El sonido era tan precioso en ese momento, los dedos del asesino saliendo y entrando, los pequeños gemidos del rubio y la canción acústica tocando de fondo.

Su pene encontró fácilmente la entrada del rubio y no pensó tan siquiera en hacerlo sufrir como siempre lo hacía, soló lo penetró fuertemente y se quedo dentro mientras escuchaba los gritos del rubio.

Amaba verlo así, con su espalda arqueada, su rosado y lindo pene erecto justo enfrente de él, y escucharlo gemir su nombre sin parar. Lo besó aún dentro de él y este jaló algunos de sus cabellos de la nuca. 

La pelvis del asesino salió de control, golpeándolo fuertemente y sintiéndose al máximo. Sus cuerpos chocaban y sonaban. Sus corazones bombeaban y ellos se unían

El rubio terminó en su abdomen y el asesino dentro de él, el rubio estaba empezando a calmar su respiración antes de que el asesino limpiara su abdomen con su lengua.

  — Gracias.

  — ¿Uh? 

  — Por el desayuno. 

.El rubio rió y acarició el rostro del asesino antes de besarle.


***

No lo había hecho, no había dado ninguna información acerca del chico con el cabello rojo quien era el mayor criminal en Australia. Había colgado el teléfono tan siquiera antes de revelar su nombre.

Y las llamadas no dejaban de acosarlo, tenía un miedo terrible dentro de él, y ya había cambiado de número antes de que cualquier autoridad sepa donde se encontraba.

Pero fue una mala estrategia llamar antes de apagar el GPS de su celular.









After The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora