Doce.

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Michael escuchó la puerta sonar y se paró de inmediato a abrirle la puerta a su rubio.

El rubio cargaba cajas sobre sus brazos una pilada sobre otra, no le preguntó nada y cargó las dos últimas cajas para observar su rostro sonriente.

–He traído algo.

–¿De verdad?

El rubio rio y dejó las cajas sobre la pequeña mesa transparente de la mesa de café. Luego caminó hacia el asesino y lo abrazó.

–Mi x-box

–¿Tu qué?

–X-box. Es una consola de videojuegos.

–Ah, si la conozco ¿no se llamaba Nintento?

El rubio le pareció gracioso la forma tan desactualizada que el asesino se encontraba, le parecía tierno y alguna veces le encantaba enseñarle como utilizar el celular.

La puerta volvió a sonar, y el asesino se despegó del rubio, frunciendo el ceño lo observó. ¿Quién podría venir a verlos? ¿Algún familiar? Pero era simplemente imposible, la puerta volvió a sonar más fuerte.

–Tal vez es el gasfitero, lo vi abajo saliendo del departamento 2. Tal vez revisará todos.

El rubio se acercó a abrir la puerta.

–Pero ese es el departamento 7.

La puerta se abrió y el asesino frunció el ceño al reconocer aquel tipo que había besado a su rubio hace unas semanas. Su aspecto no lucía del todo bien, desde la última vez que lo vio en los campus estudiantiles, sabía que esa persona causaría problemas.

Su cabello estaba más corto y sus ojos un poco rojos ¿acaso se drogaba?

–Matthew ¿Qué haces aquí?

–No, tú qué haces aquí.

El chico dio un paso adelante y el rubio retrocedió, el asesino lo colocó detrás de él. Y esperó ¿Qué cosas diría para hacerlo enojar?

–Con que eres el amigo de Liz, así que ¿lo cuidas como tu hijo o te lo follas? ¿Le das de comer o te lo comes?

–Por tu bien, retírate.

Las palabras tan fuertes y gruesas del asesino, hizo que la piel del rubio picara. Se estaba asustando.

–Maldito marica. Hijo de puta ¡Luke es mío!

El chico con la sudadera gris el abalanzó contra el asesino, y este aparato de un movimiento al rubio antes de golpearlo en la quijada al tipo enfermo. La fuerza que tubo, la oprimió toda en su brazo haciendo a Matthew tambalear y retroceder, el asesino sonrió.

–Michael, creo que deberías... 

–¿Michael? ¿No te llamabas Wilson? ¡Eres un impostor!

El asesino frunció el ceño a la tontería que había hecho Luke al decir su nombre y su rostro lo demostró.

–Lárgate.

La respiración del asesino se escuchaba y sus nudillos empezaban a palpitar.

Matthew lo observó antes de irse con el labio partido y la sangre bajando.

El asesino cerró la puerta de golpe y entro hacia la habitación que compartía con el rubio, cerrando la puerta y encerrándose en el baño. Necesitaba una ducha de agua fría.

La ira se reflejaba en las venas sobresalientes de sus brazos y el rostro rojo.

El agua le caía en la espalda pálida y escuchaba a penas los golpes de la puerta de la habitación. El agua a estas horas del día, estaba extremadamente fría y no le importaba temblar bajo esta. Necesitaba no salir por ese momento, sabía que se desfogaría con el rubio, que después de la ducha supo que no tenía la culpa. 

Su aptitud inmadura lo hizo reaccionar y salió de la habitación a ponerse unos boxers antes de abrirle la puerta a los suaves toques en esta. Su cabello estaba marrón con mechas rojas y se veía terrible despeinado.

Iba a peinarse con unas cremas que el rubio había traído consigo pero cuando escucho que el rubio absorbía su nariz, abrió la puerta lentamente. No esperó que el rubio estuviera en el piso y se levantara tan rápido como pudo a abrazarlo.

–Lo siento tanto, todo ha sido mi culpa. Y-Yo tenía miedo de que te lastimen, siento haber dicho t-tu nombre. L-lo, Y-yo lo siento, los... los rubios son tontos.

El asesino sintió sus clavículas mojarse y abrazo a su rubio muy suavemente. Olió su cabello y se sintió tan bien la conexión de piel que tenían ambos en ese momento, cuando el asesino estaba semi desnudo.

–Está bien, ya pasó.

El rubio besó el cuello del asesino tanto como pudo antes de sollozar de nuevo.

–Ven aquí –el asesino lo llevó a la cama y lo sentó encima de él– Los rubios no son tontos.

Y luego de eso, solo lo besó, haciendo olvidar cada segundo de ira que había pasado y el dolor en sus nudillos derechos. Limpió sus lágrimas y besó sus mejillas.

–Perdóname, Mikey.

El asesino sonrió y lo abrazó.

Le agarró el rostro, su nariz roja y sus ojos tan brillantes como un diamante.


No todo el día estuvieron así, luego pasaron al sillón sentándose mientras comían barras de chocolates y el rubio le enseñanza jugando un juego de trama fantasiosa.

Estaba estresado, aunque no lo notaba. Sentía un temor tan grande, sabía su nombre, joder sabía su nombre. Podría buscarlo en internet y salían más de mil resultados ¿qué pasa si lo delatan? Y lo metía de nuevo donde estuvo.

O ¿qué pasa si lo mataban y se quedaría solo con su rubio?


***


Aspiró la cocaína por la nariz y espero un rato que el ardor se fuera, dio la última calada a su cigarro y salió del edificio estudiantil, todos ya estaban llegando, y se suponía que el rubio también debería estar allí. Iban a ser la 1 de la madrugada.

Bajo lentamente todas las escaleras y se reía cuando se tambaleaba de un lado para el otro.

Salió cruzando las rejas y no dudó en caminar hacia la izquierda.

–Luke, voy por ti.

Matthew se asustó cuando una sombra se puso delante de él

–No, yo vengo por ti.

Todo lo que se acordaba era el olor tan agradable de ese pegamento muy fuerte y un frío incontrolable.

Y cuando él despertó... Oh, no. Él no despertó, ni tampoco lo haría. 

After The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora