OO1. El león

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El trueno la hace saltar en medio de la oscuridad. Con manos temblorosas se cubre con la manta de algodón y esconde su cabeza entre las rodillas. Atemorizada trata con todas sus fuerzas de recordar la canción que le tarareaba Douglas cuando se asustaba, pero cuando vuelve a escuchar los truenos se bloquea totalmente.

En medio del bullicio puede oírlos a todos en el primer piso buscándola, pero no puede moverse, ni siquiera puede hablar, al escuchar el primer trueno sólo tuvo las fuerzas para correr al ático con su manta y esconderse allí. Siempre se escondía ahí. Era un refugio. Su escondite secreto. Podía jugar sin que alguien la molestara y era el único lugar en dónde los truenos se escuchaban débiles... porque nunca dejaba de escucharlos totalmente. Aun cuando se tapara los oídos con la manta u ocultara su cabeza debajo de una almohada, los truenos nunca se silenciaban.

— ¿Skylar? ¡Sky! ¡John, no está por ningún lado!

Mami, mami, mami. Ayúdame. ¿Por qué no puede decirlo en voz alta?

— ¿Ya buscaste en todos los cuartos? ¿En el armario?

— ¡Por supuesto que busqué ahí! ¿Crees que soy estúpida? ¿Dónde está mi hija? ¡Los truenos! ¡Les tiene miedo a los truenos! — No le gusta la voz llena de espanto con la que habla su mamá.

—¡¿Crees que no lo sé, Eva?!... — los gritos son callados por otro trueno y ella se encoge, tapándose los oídos con la manta.

Skylar ve un destello de luz por la ventana, la habitación se ilumina y tiene miedo hasta de su propia sombra. Ayuda. Ayúdenme, por favor. Aprieta la manta contra sus orejas llena de temor.

El ático vuelve a iluminarse, pero esta vez no es por un rayo, es porque alguien ha abierto la trampilla y la luz amarilla de la casa se cola por el espacio. Lo reconoce. Se atraganta con su propio llanto cuando trata de decir su nombre, pero no hace falta que vuelva a intentarlo, porque él corre hacia ella de inmediato y se tira al suelo para cubrirla con sus brazos.

—Shh...Shh...Ya está, Ojos de esmeralda — le susurra con voz tranquilizadora.

Hipando descontroladamente esconde el rostro en su pecho.

—Tranquila, estoy aquí. — Sus brazos dejan de rodearla y lo ve buscando algo entre sus ropas—. Ten...— Le cubre las orejas con unos auriculares, observa con desconcierto como le acomoda los cascos de forma gentil y preocupada —. Ya está, Ojos de esmeralda...

Apenas lo escucha y cuando la música comienza a sonar ya no puede oírlo en lo absoluto. La habitación vuelve a iluminarse, debe ser otro trueno, pero ella no logra escucharlo. Todo vuelve a estar bien. Todo parece calmarse.

El destello de luz alcanza a alumbrar el rostro del chico, sus ojos mieles antes preocupados ahora se muestran gentiles y suaves. El niño le sonríe para tranquilizarla. Él no es como su hermano Douglas, que siempre la molesta y le hace zancadillas. No. Este niño era distinto. Alza su mano fascinada por su belleza angelical y toca su mejilla, se ve muy pequeña sobre su rostro. No logra ni siquiera cubrir la mitad de su cara, pero él se inclina ante su tacto con deleite y besa su mano con ternura. Es como un león domado. Skylar solo tenía cuatro años, pero sintió que aquel león en el cuerpo de un niño de ocho años, era su otra mitad.

—Gracias por salvarme, león — Ve su lenta sonrisa y el corazón le palpita.

Él le responde algo, pero no logra escucharlo, debe estar diciéndole que ese no es su nombre, pero no logra recordarlo. Douglas siempre la regaña por eso. Cada vez que lo ve solo puede pensar en un león con ojos mieles y pelo color arena, uno que la cuida y la protege contra todo.

Cuando otro trueno vuelve a iluminar la habitación el león la toma en brazos y la sienta en sus rodillas de forma protectora. Poco a poco se va quedando dormida sobre su cuerpo y envuelta por su calor.

Y ella, ahora más tranquila, no vuelve a preocuparse por los rayos, porque sabe que él la cuidará y defenderá contra todo.

MEMORIES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora