O18. Animalito perdido.

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Quizás no era él. Quizás solo lo estaba imaginando. Quizás solo era una parte de ella que deseaba con desesperación volver a verlo y por eso estaba inventando desequilibradas e imposibles fantasías. Pero... ¿Lo eran? ¿Eran imposibles? El hombre enfrente de ella sin dudarlo tenía unos ojos iguales a los de un animal, un animal que se le hacía familiar en más de un sentido. Eran de un amarillo intimidante e intenso, y se arrastraban perezosamente sobre su cuerpo, como si estuvieran examinándola y guardándola en su memoria.

Conectaron miradas.

Su corazón palpitó.

E inmediatamente retrocedió un paso.

— ¿Justin?

Por un momento pensó que ella había hecho la pregunta, que inconscientemente había dejado salir sus fantasías, pero su voz no era así de aguda y confusa. Miró detrás del imponente personaje enfrente de ella y observó a la chica rubia con el vestido negro interponiéndose entre ellos.

— ¿Está todo bien, Justin? — Cada vez que escuchaba ese nombre algo en ella volvía a romperse.

La rubia colocó una mano sobre el hombro de él con preocupación y Skylar supo de inmediato, por la manera en que lo miraba, que la chica tenía un claro enamoramiento por el animal de ojos mieles. Un secreto amor prohibido. Qué familiar. Tragó en seco y volvió a mirarlo, él seguía con los ojos puestos en ella con un interés que le incomodaba hasta la médula. Justin se aclaró la garganta y comenzó a moverse lentamente hacia atrás.

—Todo está perfecto, Quinny — Se detuvo en el umbral de la puerta y miró hacia el lado derecho del pasillo —. ¿Fred? ¿Vas a salir en algún momento?

Alguien carraspeó y se acercó a la puerta. Un chico que debería tener la misma edad que Justin se estaba rascando la cabeza con vergüenza y cuando la miró soltó un silbido largo, como si estuviera elogiándola. Sus ojos resplandecieron y le dedicó una sonrisa coqueta.

—A ti, bombón, no te conocía. Perdón, pensé que eras Kate, no suelo presentarme tan mal.

Apretó los labios y le dio una sonrisa fingida. Sus ojos peleaban por volver a mirar a Justin y lo hizo, pero esta vez él estaba mirando a su amigo con cierta molestia. Carraspeó incomoda y se hizo a un lado.

—Soy amiga de Rom. Pasen, por favor. Kate está ocupada, pero ya volverá.

Los tres pasaron y se unieron a la gente del living. Cuando comenzaron los saludos aprovechó la oportunidad para huir a la cocina, ni siquiera volvió a mirarlo para ver a quién saludaba. Entró y se sirvió agua en un vaso, lo bebió en poco tiempo, pues sentía la garganta seca. El silencio de la habitación la reconfortaba, se le hacía posible pensar, pero aun así algo le quemaba por dentro. Su corazón palpitaba acelerado y le dolía el pecho. Era como si estuvieran golpeando una vieja herida, un recuerdo dañado y doloroso. ¿Cómo confirmar si era él realmente? Y ¿Cómo preguntárselo y no quedar como una tonta?

—Pareces un animalito perdido.

Se giró con el vaso aun en la mano y casi se la cae de las manos al mirarlo. Él estaba ahí, mirándola desde la puerta con los brazos cruzados y un semblante misterioso. Era tan atractivo que te daban ganas de tocarlo con tan solo verlo. Le picaban las manos de deseo, quería pasar los dedos por su cabello color arena, le picaba el cuerpo por sentir las manos de él sobre su piel, todo en ella se estaba encendiendo. Y no podía ser por un extraño, era imposible. No podía estar sintiendo eso en su cuerpo y alma por alguien que acababa de conocer.

— ¿Disculpa?— misteriosamente, su garganta estaba seca de nuevo.

Avanzó hasta a ella, como si estuviera observando a su presa. Quedó a un paso de distancia, y creía poder sentir su calor como si estuvieran tocándose directamente.

—Me das la sensación de estar pérdida — Su voz era grave y ronca —, como un animalito pequeño — Esos ojos eran demasiado intensos para ser reales. Ese color miel derretía a cualquiera. Y lo reconocía.

— ¿Te gusta comparar a la gente con animales? — le temblaba el cuerpo.

Le dio una sonrisa lenta y peligrosa, dejándola entumecida. Alargó el brazo para posicionarlo al costado de ella, sobre el mesón donde ahora estaba acomodado el vaso.

—A veces — contestó, ahora en un tono más grave, casi susurrándole.

— ¿Y con qué animal te comparas tú? — titubeó.

No le contestó de inmediato. Se quedó mirándola en silencio, contemplando su rostro nervioso y desorientado. ¿Cuándo se había acercado más? ¿Desde cuándo podía sentir su respiración? Uno de sus dedos estaba tocando la tela de sus jeans y lo peor de todo es que quería sentir su mano completa sobre ella. ¿Por qué no quería contestarle? ¿Cuál era su problema? Pero entonces lo pensó mejor, se dio cuenta de cuál era su verdadera intensión. Lo miró directamente a esos ojos tan cautivadores y respiró profundamente.

¿Y con qué animal te comparas tú? Le preguntó en ese viejo lenguaje que eran tan íntimos de ellos dos. Parecía que volver a usarlo era difícil y oxidado, pero de todas formas lo intentó.

Algo en él brillo al recibir el mensaje y entonces su mano se posicionó por completo en su cadera, llenándola de calor. Un pequeño sonido de sorpresa salió por sus labios y se avergonzó.

Entonces él lo hizo.

Un león. Le contestó.

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