OO4. Te extraño, Ojos de esmeralda.

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El celular comenzó sonó de repente, saltó de la cama y lo buscó entre las sábanas con prisa. Cualquiera se enojaría por una llamada a las dos de la mañana, pero ella no, porque sabía exactamente quién era.

—Un dólar por tus pensamientos — fue lo primero que le dijo cuándo aceptó la llamada.

—Justin. — Suspiró y cerró los ojos —. Sabía que eras tú.

— ¿Qué ves? — su profunda y grave voz acarició sus oídos, sonrío a la nada y salió de la cama.

—Te veo a ti. — Habló con calma mirando a través del vidrio, había luna llena y muchas estrellas resplandecían sonrientes. Era como si todas estuvieran felices por ella, por la adolescente que volvía a reencontrarse con su primer amor.

Se apoyó en el alfeizar de la ventana y se hizo una cola de caballo sosteniendo el móvil entre la oreja y el hombro. Y sonrió antes de responderle.

— ¿Cómo luzco? — le preguntó Justin siguiendo su juego, y la risa que le respondió fue una dulce melodía para él. La risa de Skylar era exquisita.

Justin se acostó en el frío y duro techo, el edifico del campus tenía una vista genial. En él podía ver con claridad todos los puntos brillantes del cielo. Se preguntó si ella los veía tan bien como él.

—No lo sé, Justin. ¿Tienes barba ahora? Antes no tenías — el viejo recuerdo de un niño de casi quince años cruzó por su mente — Tenías una hermosa sonrisa.

Al otro lado de la línea Justin se rascó la barbilla con nostalgia.

—Sí, tengo un poco ahora.

— ¿De qué color es? — preguntó ansiosa.

—¿Amarilla? no lo sé, ojos de esmeralda, es solo barba.

—Seguro es color arena, como tu pelo. — Skylar apoyó la barbilla en su mano —. Tu color de pelo es hermoso.

—Tú eres hermosa.

Fue de inmediato, como si ni siquiera lo hubiera pensado.

Bajó la cabeza avergonzada.

Claro, cómo si él estuviera mirándote, tonta.

—Ya no tengo diez años — susurró.

—Seguro que siete años solo acentúan tu belleza. — apoyó los codos en el techo, sus ojos mieles flamearon —. Seguro que estás bellísima ahora y ningún chico te deja tranquila.

—Seguro que ninguna chica te deja a ti tranquilo. — Un retorcijón empezó en su estómago — ¿Has conocido a alguien, Justin?

Justin flexionó los brazos hacia atrás y suspiró con cansancio tratando de no darle importancia a su pregunta.

—Ninguna chica interesante.

—O sea que sí has buscado.

—Estás más listilla que antes, ojos de esmeralda. — comentó burlón.

—No busques a nadie, Justin. — sonrió con dulzura al escucharla.

—No lo hago, ojos de esmeralda.

Skylar se quedó escuchando la lenta respiración de Justin a través del teléfono. Tan pausada y tan relajante. Respiró hondo antes de armarse de valor para decir lo que estaba pensando.

—Debes esperar por mí, león — lo dijo como si fuera una promesa secreta.

Justin, desde el otro lado de la línea, dejó de rascarse la barbilla y sus ojos mieles se oscurecieron con seriedad.

—Lo sé, Skylar. — Contuvo la respiración cuando dijo su nombre, él nunca decía su nombre, nunca.

La cadena del baño sonó y Skylar pegó un salto asustada. Se golpeó la cabeza con el marco de la ventana y soltó una maldición.

— ¿Qué sucede? — Su voz tenía el tono perfecto de preocupación. Todo en él era perfecto para ella —. ¿Y desde cuándo maldices?

—Debe ser Douglas saliendo del baño, si me ve despierta a esta hora va a matarme. — Puso los ojos en blanco —. Y no me vengas con el discursito "Eres muy joven para maldecir", vivo con Douglas, por el amor de Dios. Y tengo diecisiete años.

—Le dije al cabrón que dejara de maldecir delante de ti. — gruñó.

—Oh Dios mío, ¿Justin Holt, acabas de maldecir? — se burló.

—Demasiado listilla, ojos de esmeralda. — sonrío lentamente, Justin la adoraba de una forma brutal.

—Tengo que irme, tengo escuela mañana. — Cerró la ventana y juntó las cortinas —. ¿No tienes una Universidad a la que asistir mañana?

—Claro que la tengo, de hecho, estoy en el techo de la misma mirando las estrellas. — escuchó como ella contenía la respiración.

—Oh.

— ¿Qué? ¿Es Douglas otra vez? — Se sentó en el techo con el ceño fruncido —. Si comienza a regañarte dale el teléfono, el idiota me debe unas cuantas.

—No, no es eso... es solo que... Justin, yo también estaba mirando las estrellas. — No supo por qué sonrío esta vez.

Ella podría haber estado haciendo miles de otras cosas, pero no, eligió exactamente lo que él había decidido hacer, como si pensaran igual.

Como si estuvieran conectados.

—Mierda, tengo la sensación de que Douglas está pegando la oreja en mi puerta. Tengo que irme. Adiós Justin, te quiero.

—Adiós, ojos de esmeralda. Te...— la línea se cortó antes de que terminara.

Dejó caer la mano con cansancio, miró el móvil y sus ojos mieles parecieron oscurecerse de tristeza.

—Te extraño tanto, ojos de esmeralda.

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