OO8. ¿Y quién es éste tipo?

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¿Qué le puedes comprar a una mujer cuando cumple veintiocho años? No puedes comprarle cualquier cosa a una de tus mejores amigas.

Todo sería más fácil para él si Kate fuera como la rubia que había echado hoy de su departamento, cien por ciento cuerpos y cero por ciento de cerebro, pero Kate era algo así como un monstruo mitad hombre y mitad mujer. Quizá por eso era buena para no juzgarlo y al mismo tiempo era excelente para controlarlo como si fuera su madre.

No, Kate y la rubia de la mañana eran muy diferentes, sobre todo porque la rubia era muy, pero muy buena, en el sexo oral.

Quizá debería llamarla de nuevo, pensó.

Pero obtener una respuesta positiva de la señorita "¿Qué lees tanto bombón?" Era muy dudoso luego de que la rubia se fuera indignada y le lanzara uno de sus tacones a la cabeza cuando le soltó la frase "¿No tienes nada que hacer a estas horas del día?"

Entonces pensó en alguien que conocía a Kate a la perfección y decidió llamar a Fred. Él sabría qué hacer, marcó su número y siguió caminando por el centro comercial.

— ¿Qué puedo regalarle a Kate? — fue lo primero que dijo cuándo Fred contestó.

Se detuvo enfrente de una joyería y observó los collares, debajo de cada uno salía el nombre de la gema... lapislázuli, rubí, cuarzo... esmeralda.

Se detuvo ahí y por sus ojos pasaron recuerdos imborrables.

— ¿Puedes dejar de mirarme así?

— ¿Así cómo?

—Como si fuera un bicho raro

—Es sólo que... estás muy diferente.

— ¿Y eso es malo? ¿Ser diferente?

—Estás perfectamente diferente... estás... hermosa.

— ¿Cómo voy a saberlo yo? Iba a preguntarte lo mismo — se quejó Fred, parecía estar despertando, igual que él.

Odiaba pensar en Ojos de esmeralda.

— ¿Crees que un collar estaría bien? ¿Le gusta el verde, no? — Claro, como si Kate importara algo en su decisión ahora —. Quizá un collar de esmeraldas...

—Por mi está bien, pero suena a un montón de dinero, supongo que tú puedes darte esas libertades, ricachón. — sonrió con arrogancia, jodido Fred, como si él no fuera tan "ricachón" como él —. Ah, Quinn está preguntando por ti, de nuevo.

—Dile hola de mi parte. — susurró aun viendo la gema, casi con fascinación, como si la estúpida joya representara otra cosa.

—Un hola no bastará para calmar a la linda de Quinny — se burló.

—Ya pasaré a verla.

—Es odioso que mi hermana menor esté obsesionada contigo — su rostro se crispó con frialdad.

—Sí, me han dicho eso antes. — Entonces colgó sin despedirse y apretó los dientes.

Algún día se perdonaría por lo que hizo.

**

—Tú no eres Douglas. — Kori arrugó la nariz cuando le abrió la puerta a Justin, la música estaba tan fuerte que sentía las vibraciones hasta en su cara.

—No, pero vengo por Oj... por Skylar, su hermano no pudo venir. — Kori entrecerró los ojos y luego se partió de la risa.

—Menos mal que Douglas no pudo venir a ver el desastre de su hermana. Tienes trabajo, cariño.

— ¿Disculpa? — frunció el ceño cuando la pelirroja lo hizo entrar.

Lo raro de la fiesta es que no había nadie dentro bailando.

—Están todos afuera, ayudándola. — le explicó Kori.

¿Ayudándola?

Caminó hasta el ventanal de la casa y salió al patio, había un tumulto de gente alrededor de la piscina.

— ¡Muevan sus traseros, idiotas! Estoy sacando a la chica. — Entonces, de la piscina salió un tío con una chica, totalmente empapada, en los brazos.

Ojos de esmeralda.

—Maxon, eres un aguafiestas. — La chica tocó el suelo y casi se cayó —. Ups, Douglas va a matarme — rio despreocupada.

—Por hoy te salvaste, no ha venido Douglas, ha venido éste tipo. — La pelirroja lo apunto con desagrado —. Y a mí que me encanta tu hermano — se lamentó.

Cuando Ojos de esmeralda fijó sus profundos ojos verdes en él, Justin contuvo la respiración.

A pesar de estar totalmente empapada podía ver a la chica que había abandonado — Sí, porque de alguna forma la había abandonado hace ocho años atrás —, pero era una versión mucho más mejorada de Ojos de esmeralda.

Ya no era la linda de Ojos de esmeralda, era la preciosa y despampanante Ojos de esmeralda.

Ya no era una ninfa. Ahora, mojada y con el agua corriéndole por el rostro, era una sirena de labios rojos y con el pelo pegado a sus perfectas curvas moldeadas por ese jodido ceñido vestido blanco.

Quedó boquiabierto.

Tragó saliva.

Sus manos le picaban con ansias de tocar esa cintura, ese rostro tan seductor y esa boca tan atractiva.

Ojos de esmeralda abrió la boca al verlo, luego sonrió de una manera que podría haber hecho caer de rodillas hasta a los Dioses del Olimpo y entonces se echó a reír.

— ¿Y quién es este tipo?

MEMORIES ©Where stories live. Discover now