O11. Estás muy fría.

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El invierno solía llenarla de alegría, solía hacerla creer que no había nada más hermoso que ver la nieve al caer, pero ahora que veía a Justin armar la maleta, lo más hermoso que podría ver en ese momento sería a Justin desempacando. Dejó la mano caer por el vidrio empañado de la ventana y observó la decepcionante danza de los copos de nieve y luego vio a su león. No había comparación.

No te vayas, león.

Douglas, desde el otro lado de la habitación, dio un grito de alegría y sacó una prenda del closet de Justin.

—¿Te llevaras éste? — Le mostró una camiseta negra con el logo Pearl Jam y le hizo un puchero —. Éste sería un recuerdo muy bonito — el león enarcó una ceja.

—Ya quisieras. — sonrió de lado, la miró y le guiñó el ojo. Douglas los miró furioso.

—Cabrón egoísta. — masculló Douglas —. Seguro que a ella le darías hasta tu abuela. — Tiró la camiseta a la maleta con el ceño fruncido —. Pues llévatela, yo iré a buscar comida. — y el de ojos azules dejó el cuarto maldiciendo a todas partes.

Justin rompió en carcajadas y la miró divertido, sacó la camiseta de su maleta y la metió en la mochila de Douglas.

—Ya se dará cuenta cuando llegué a casa. — la miró —. Al menos lo pensaría antes de darte mi abuela. — le sonrió —. Pero seguramente lo haría de todos modos — su pecho le dolió, ¿Por qué le decía esas cosas?

— ¿Por qué me quieres tanto? — le dijo sin pensar, Justin dejó de empacar y la miró sin entender.

— ¿De qué hablas?

—Me quieres más que a Douglas. — Su voz sonó muy segura.

—Bueno, es que tú eres mucho más bonita — bromeó mientras seguía empacando.

Lo peor de todo es que no lo negó.

—Justin... — pero entonces él cruzó el cuarto en dos zancadas y la abrazó, callándola.

—Odio cuando dices mi nombre — Le susurró y su voz tembló —. Odio que seas tan adorable.

— ¿Qué estás haciendo? — su pelo olía a shampoo.

—Estás muy fría. — le susurró en el oído —. Los abrazos son la mejor forma para entrar en calor.

—Dime si es verdad lo que te pregunté — tiró de él para mirarlo a los ojos, pero Justin no se movió.

—No me lo preguntes. No ahora, ojos de esmeralda.

No volvió a formular la pregunta, porque él tampoco le dio una oportunidad para hacerlo.

**

— ¿Dónde está Douglas? — le dijo, mientras miraba el techo del cuarto, hipnotizada y, como si no fuera evidente, totalmente borracha.

Quería dejar de mirarla, pero la vista era demasiado tentadora y se odiaba por eso. Ojos de esmeralda no podía ser tentadora. Debía ser dulce y enternecedora. Ella debería producirle sentimientos iguales a los que sientes cuando miras una hermana, no a los que sientes cuando abres una revista playboy.

Joder, doy asco. Pensó.

Y para rematar, Douglas ni siquiera estaba ahí ¡¿Dónde se había metido ése imbécil?! Cuando Douglas respondiera el celular y llegara a casa, él saldría corriendo de ése lugar, trataría de tranquilizar sus libidinosos pensamientos y dormiría toda la noche sin culpa.

Maldita ojos de esmeralda y su jodida pubertad. ¿No podía quedarse como la niña de diez años para siempre? La dulce niña que le traía mariposas en la mano, el hada de ojos verdes que le decía león, la jodida hermana pequeña de su mejor amigo. En cambio, ella estaba ahí con una camiseta blanca que le llegaba a la mitad del muslo y ahora... ahora se estaba sentando... doblando sus doradas piernas y... mierda, ella estaba sin brasier.

MEMORIES ©Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz