O15. Quinn Evans.

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El silencio en la habitación era tenso e incómodo. Entonces, la hermana mayor decidió hablar.

—No puedo creer que me hayas contratado un stripper como regalo— Rio Kate tapándose la boca con el dorso de la mano —. Es mi cumpleaños, no una despedida de soltera, Ramona.

—Deja de decir mi nombre, Kate — refunfuñó mientras buscaba su billetera — ¡Aquí está! — la sacó de su bolso.

—Bien, ahora págale al pobre chico que en una hora más llegaran los invitados y no quiero que recuerden a un stripper en boxers — dijo Kate.

Ramona frunció el ceño al sacar su dinero y pagarle, de mala gana, al stripper. Éste sonrió y le entregó las llaves de las esposas.

—Me dijiste que tu hermana iba a abrir la puerta, lo siento por el alboroto— Hasta disculpándose se veía apetecible, el tío no podía tener más de veinticinco años y Ramona estaba derritiéndose por dentro —. Aquí tienes las llaves, nena.

Rom sonrió y las cogió coqueta.

—Siempre que quieras, puedes encadenarme en donde sea — Skylar rodó los ojos.

—Sácamelas ahora — la castaña levantó las manos esposadas hacia Ramona —. ¿Qué hubiera pasado si no me pongo a gritar, Rom?

El chico levantó las manos.

—Wow, no soy un violador. Yo solo bailo, es mi trabajo.

—Y de pasada, te desnudas — el moreno sonrió de lado y se encogió de hombros —. ¿Caminaste en boxers hasta aquí? — dijo en tono de reproche.

—Es un paquete completo. Y no, me desnudé en el ascensor, el cliente había ordenado explícitamente que cuando se abriera la puerta el servidor estuviera desnudo.

Ramona sonrió.

— ¡Se supone que debería haberte abierto Kate, no Skylar! — Se burló en carcajadas — ¿Qué no vee el susto que le has dado? Ella es como un conejo, se asusta hasta con los truenos — bromeó.

Bueno, ella no está muy equivocada. Pensó Skylar.

—Ten — La castaña se sacó las esposas y se las entregó al chico.

—Buenas noches señoritas — se despidió y le guiñó a Ramona — Llámame cuando quieras. Las morenas son más mi tipo.

Y luego se fue por la puerta... solo con boxers.

**

—Maldición, Fred. Abre la maldita puerta o me iré de aquí — vociferó Justin.

Hace quince minutos que estaba golpeando la puerta y Fred todavía no le abría. Estaban atrasados para la fiesta de Kate y cada diez minutos ella lo estaba llamando al celular. Por miedo no le contestaba. Kate era un ogro cuando se enojaba.

—¡Fre..!

—Justin — sintió una voz detrás de él y se dio la vuelta.

Quinn, la hermana menor de Fred, sonrió de inmediato al verlo, sus ojos chocolates resplandecieron eléctricos. Se pasó la mano por su cabello rubio con nerviosismo y se miró los pies. Estaba vestida con el uniforme de la escuela, azul marino con blanco, tenía el pelo recogido en una media cola y el resto del cabello le caía hasta los hombros en ondas.

—Hola, Quinny — ella se sonrojó

Quinn era como un pequeño pajarito rubio. Tímida y bonita. Siempre hablaba en susurros y siempre estaba preocupada por la gente antes que ella. Era el polo opuesto a Fred.

Y estaba totalmente enamorada de Justin.

Él lo sabía, ya conocía esa mirada soñadora. La mitad de su vida observó esa misma mirada, pero en unos ojos verdes. Preciosos y deslumbrantes.

— ¿Qué haces aquí? — susurró.

—Kate está de cumpleaños y venía a buscar a tu hermano, pero no me abre la puerta. — Quinn sonrió y sacudió sus llaves en el aire.

—Creo que puedo ayudarte — Justin suspiró.

—Gracias a Dios. Ven, vamos a despertar al idiota de tu hermano antes de que Kate nos aniquile a los dos.

Quinn se acercó a la puerta y metió las llaves a la cerradura, pero antes de abrirla se quedó mirando la puerta.

— ¿Puedo ir con ustedes? — susurró tímida.

— ¿A la fiesta de Kate? — se sorprendió.

Quinn se mordió los labios, avergonzada.

— ¿No tienes escuela mañana? — ella asintió.

—Estoy en último año, Justin. No soy una niña.

Se rascó la cabeza y hesitó su respuesta.

—Supongo que todo depende de Fred, Quinny.

Ella sonrió.

—Bien.

Y entraron a la casa.

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