O1O. Como si pudieras leerme.

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Cuando entraron a su habitación ella lo miró con frio desdén, casi como si quisiera estrangularlo. Y cómo no, si le había arruinado la fiesta, pero, sólo en el momento en que la vio sentarse en la cama y envolverse con la toalla blanca, sólo ahí, pudo sentirse más tranquilo.

Desde la puerta pudo ver a Skylar, pero a nadie más, porque ella no era su ojos de esmeralda.

Físicamente era sólo Skylar y psicológicamente parecía perdida.

Miró el vestido blanco que tenía en sus manos, que para el caso todavía goteaba, pensando en lo corto que parecía. Tragó en seco y lo dejó, casi tiró, encima del mueble. Se giró fastidiado por sus pensamientos y la vio, apretujando la ridícula tela alrededor de su pequeño cuerpo, temblando como un gatito mojado. La camiseta que la pelirroja ¿Kori? le había entregado, le llegaba hasta la mitad del muslo y sentía un asco enorme de sí mismo cada vez que sus ojos caían sobre sus extremidades, porque en cada ocasión que la miraba fijamente olvidaba a la niña de diez años que alguna vez le dijo adiós. Y solo podía ver a la mujer de dieciocho años que tenía enfrente de sus ojos.

Mierda, olvidaba por completo que él era cuatro años mayor que ella.

De sus cabellos todavía resbalaban algunas gotas de agua, su pelo se pegaba a su rostro y sus labios ahora tenían un color azul por el frío. Su boca tiritaba y el temblor le hacía imaginarse formas muy específicas para entibiarlos.

Demonios, sus pensamientos eran el infierno mismo.

Skylar lo miraba sin inmutarse mientras él recorría los ojos por todo su cuerpo, era un gato indiferente con irresistibles ojos verdes, y lo que más lo mataba en ése instante era que no podía leerla. No podía leerla, joder. Porque ojos de esmeralda no existía en esa habitación, sus ojos eran irónicos, distantes y borrachos de frialdad, además del obvio y molesto alcohol.

—¿Quién eres tú? — su boca tembló al hablar y luego castañeó los dientes—. Tú no eres amigo de Douglas, nunca antes te había visto.

Fue como una patada en el estómago.

—Es mejor que te seques y comas algo para que se te pase la borrachera, apenas puedes mantenerte en pie. — No quiso decirlo con tanto desprecio como lo dijo —. Douglas va a matarte, si es que no mueres de hipotermia.... ¿Qué estabas pensando? — ella bufó y rodó los ojos.

Ella rodó sus malditos ojos.

Mierda. ¿Quién era ella?

—No eres mi padre como para darte explicaciones. — Frunció los labios con desprecio y luego arrugó la frente — ¿Quién eres tú? — volvió a preguntar.

No sabía qué responderle. No, la verdad no sabía si era necesario decir la verdad, porque si ojos de esmeralda ya no existía... tampoco existía el león, ¿Cierto?

—¿Siquiera hablas? ¿O vas a seguir mirándome así? — Entonces gruñó irritada — ¿Puedes dejar de mirarme así?

— ¿Así cómo?

—Como... ¡Como si fuera un bicho raro! — le gritó furiosa.

—Es sólo que... estás muy diferente.

— ¿Y eso es malo? ¿Ser diferente? — Hubo un momento de silencio... y pudo hacerlo. Pudo leerla. Vio en sus ojos el brillo más puro del miedo. El miedo al rechazo.

—Estás perfectamente diferente... estás...— sus piernas se movieron solas hasta ella, su brazos se levantaron sin su permiso y sus manos tomaron su rostro con adoración — Estás hermosa.

Por unos segundos sus esmeraldas relampaguearon como antes, como cuando le decía león, pero después lo miró desconcertada y movió la cabeza confundida.

— ¿Quién eres? — Esta vez lo susurró, como si tuviera miedo de la respuesta.

Tomó una bocanada de aire...

—Evan, mi nombre es Evan.

...Y dejó caer al león por el precipicio.

—Me pareces familiar — le susurró sin desviar los ojos —, pero no sé de dónde.

—Ya te dije que soy amigo de Douglas.

—No — cerró los ojos como si le doliera la cabeza —. Es la forma... la forma...

— ¿La forma? – enarcó una ceja con humor.

—La forma en que me miras — gruñó.

— ¿Cómo te miro? — esta vez soltó una carcajada.

—Como si pudieras leerme.

**

Ding dong.

— ¿Esa es la puerta? ¡¿Rom?! ¿Puedes ir tú? Estoy cocinando — la voz de Kate vino desde la cocina.

— ¡Estoy en el baño! — contestó la hermana menor.

Skylar apagó el televisor y se paró del sofá.

— ¡Iré yo!

— ¡Gracias! –gritaron las hermanas.

Entonces abrió la puerta.

MEMORIES ©Where stories live. Discover now