CAPITULO 30

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-Será su fin Elegidos. -Repetía Meliakán levantado el cetro.

-Pronto, denme sus poderes. _Solocita Aryana.

-¿Cómo hacemos eso? -Pregunta Canne.

-No tienen que hacer nada, sólo tóquenme.

Uno a uno, colocaron su mano sobre ella, saliendo de ellos una pequeña luz que se incrusta en el cuerpo de la joven.

De inmediato Aryana se elevó unos metros del suelo y dejó salir una energía tan poderosa que Meliakán fue lanzado, chocando contra la pared. Los ojos de Aryana parecían dos brillantes gemas y su cabello se balanceaba a su alrededor.

-Lo detendré hasta donde pueda. _Les dice. -Coloquen el óvalo en su lugar.

Chace toma la Piedra Sagrada y comienza a caminar en dirección a la base del Óvalo.

-No te atrevas. -Meliakán se incorpora. Pero es enfrentado por Aryana que le cierra el paso.

-Yo te amé. -Le confiesa él con despecho. -Pudimos ser felices, te hubiera entregado todo, tuviste mi corazón, pero lo preferiste a él, siempre fue él. Ahora morirás, te eliminaré por segunda vez y ahora será definitivo.

El cetro se ilumina y desprende un poder maligno, se transforma en un báculo cuyos extremos son dos filosas navajas y arremete contra Aryana, ella forma varias estalactitas de cristal que deja ir contra Meliakán pero este las pulveriza haciendo girar su báculo. Lo envuelve en cristal pero lo rompe con facilidad, Meliakán intenta herirla pero Aryana esquiva cada uno de sus golpes, ella gira y queda a sus espaldas, unos látigos de fuego lo abrazan, sujetándolo con fuerza, pero también logra librarse de estos. Aryana lo eleva y lo golpea contra las paredes varias veces pero parece no afectarlo, se levanta y formando bolas de energía oscura deja ir centenares sobre ella quien se cubre con un campo de fuerza.

-Ni con el poder de tus amigos, podrás librarte.

Con un movimiento de su mano, tanto Chace como los demás quedan pegados en el suelo, sujetos con una materia café cobriza que empieza a cubrirlos, están vulnerables sin sus poderes.

Aryana luce consternada, ve como la materia los recorre rápidamente, sube como una enredadera, de continuar así, en poco tiempo los taparía en su totalidad y morirían asfixiados, ellos dependían de ella.

-Mira a tus amigos morir, los traicionaste como Alain, por ti cayó Letvian. Revelaste secretos y ahora pagarás por tu osadía.

Aryana vuelve a ver a Chace, ya la materia va por el dorso, para ganar tiempo trata de cubrir la materia con cristal, lanza una bola de energía y el cristal logra su objetivo, paraliza la materia no dejándola avanzar, repite el proceso con los demás.

-Oh mi reina, tus torpes intentos de nada valen.

El báculo emite una luz y el cristal se rompe, siguiendo la materia su camino. -La única manera de detenerlo es matarme.

-Pues entonces, que así sea. -La chica lo mira con decisión.

Una lluvia de filosas navajas de cristal se precipitan sobre él, trata de esquivarlos pero no puede moverse. Con el báculo las pulveriza, pero vienen más, esta vez cubiertas con fuego. Meliakán usa el báculo nuevamente y logra desaparecerlas.

-Es todo lo que tienes. -Se ríe con burla.

-No, apenas inicio.

Aryana en un rápido movimiento atrae el báculo hacia ella zafándolo del agarre de su portador. Lo deja suspendido al frente de ella pero no lo toca, lo cristaliza y lo lanza contra la pared, estrellándolo y partiéndose en pedazos.

-No. -Meliakán vuelve a su forma humana con el asombro dibujado en su rostro. -Es imposible, tú no tienes el poder de destruir el Cristal Oscuro, tú no....

La materia casi cubría a los chicos, iba por el cuello y pronto sería su fin.

-Pudo ser diferente. Le aclara Aryana. -Alain te amó, pero ella descubrió la maldad en tu corazón, en cambio Aldrish, era un hombre de honor. Tú nunca lo comprenderás, y ahora pagarás por tus errores.

-Aún te amo mi reina. -Deja salir Meliakán, con dos lágrimas deslizándose por sus mejillas.

-Lo lamento. -Aryana forma una estalactita acercándose a él. Meliakán no puede moverse, esta bajo el dominio de la joven.

Aryana se coloca de rodillas y lo mira por última vez, aunque no quiera admitirlo aún tiene sentimientos hacia ese hombre, a pesar del daño que les ha causado. Lo besa con delicadeza en los labios y con la mano temblorosa le clava la estalactita en el corazón.

Meliakán la mira consternado mientras que la sangre comienza a manchar sus ropas. Aryana lo coloca sobre su regazo mientras que él agoniza.

-Lo siento. -Le susurra la joven mientras numerosas lágrimas descienden y mojan el hermoso rostro de aquel hombre que algún día amó.

Él trata de tocar su rostro pero la mano apenas y logra sostenerse, con esfuerzo toma su último aliento y Meliakán muere en sus brazos.

Un dolor que no puede explicar la atraviesa, ha matado a una persona, aunque el fin lo justifica, debía perdonarse por ello.

Los chicos son liberados y Chace se acerca a ella, que aún sostenía a Melilakán.

-Aryana. -La llama colocando su mano sobre su hombro.

Ella lo vuelve a ver colocando el cuerpo sin vida sobre el suelo.

-Es hora. -Le indica él ayudándola a ponerse de pie.

Ella toma el Óvalo y lo coloca en su lugar.

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