Capítulo 11.

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*Narra Ro*

Así que decidí lo más lógico, y obviamente eso es que sea feliz. Y necesité confesarle mis sentimientos hacia ella.

R: Alba... Quizás deberías intentarlo...

A: ¿Intentarlo? ¿Crees que tengo alguna oportunidad?

R: Sí. —No recuerdo si ese lo interpretó ella como algo más, que era el sentido que quise darle, pero sí sé que para mí significó mucho.

Por fin había hecho frente a mis sentimientos y comenzaba a expresarlos e intentar borrar todo el dolor que le había hecho sufrir por una emoción que era correspondida por mi parte.

Supongo que los humanos hacemos cosas sin sentido, como bailar la Macarena con cámaras cerca... No lo recomiendo.

Sé lo que estáis pensando: ¿A qué ha venido eso?

A: ¿Eso qué significa?

R: Estoy enamorada de ti, Alba —y noté como me liberaba de algo que llevaba cargando desde hacía un tiempo.

A: ¿En serio?

R: Y no quiero que pienses que como ya no estoy con Sai quiero a alguien a quien amar, porque no es así, Alba. Te amo.

A: ¿En serio?

R: En serio —escribí sonriendo.

No recuerdo cómo siguió la conversación, de hecho me ha costado trabajo recordar cómo le confesé que la amaba, pero sí sé que aquella noche de julio, mi corazón no dejaba de latir fuerte, la risa nerviosa típica no cesaba, pero sobretodo, estaba sintiendo los efectos colaterales del amor. Los efectos colaterales de ser feliz sólo por obra de una persona.

Pero dos días más tarde después de todo esto, Alba se iba a un campamento y no volvería en tres días. «¿Cómo voy a estar tres días sin ella? ¿72 horas? Nah, es feliz allí, da igual.» Pensaba yo constantemente.

(...)

Era el último día antes de que Alba se fuera. Nunca habíamos estado tanto tiempo sin hablar y cada minuto se me haría eterno sin ella.

Y tengo que reconocerlo: lo que más me jodía es que cuando mejor estábamos fue exactamente cuando ella se iba.

Me desperté sin saber bien qué había soñado (y eso que mis sueños son raros, muy raros, y me suelen dejar un trauma. Esa es mi teoría de por qué me suelo acordar xD).

A: Buenos días, princesa.

Me froté los ojos mientras sonreía, emocionada. ¿Sería un sueño todo lo que había ocurrido en aquellos dos días en los que vivía en el paraíso?

R: Buenos días, princesa.

Era tan diferente todo eso... Me encantaba estar así. Yo la amaba y ella a mí, no podía desear nada más. Y no habíamos dejado de ser “hermanas”, pero tampoco éramos sólo eso.

¿Qué éramos? O, mejor dicho, ¿qué empezábamos a ser?

«Subnormal, ¡pídele que sea tu novia.» Decía mi voz interior más apasionasa, pero una mucho más elocuente me hizo razonar «Está demasiado reciente toda la historia de Sai. Sabes perfectamente que no lo darás todo en esa relación. Espera.»

«¿Y si se cansa de esperar?»

De repente apareció mi madre, como un gran tornado, que inundó mi habitación. Me dejó un tanto desubicada, puesto que aún era demasiado temprano para mí.

—Venga, corre, recoge que nos vamos. Date prisa. —Instó, aunque había una pizca casi inperceptible de amabilidad en su voz soñolienta.

—Buenos días mamá —respondí irónicamente, “venerando” su magistral entrada a mi cuarto—. ¿Dónde vamos? —pregunté nerviosa. Alba se iba y no me iba a dar tiempo a despedirme con las prisas.

—A la casa —entonces caí en la cuenta de que me encontraba en el hogar de mi abuela—. Anda, mira, ¿sabes qué? Vístete y mientras yo recojo esto.

Cogí mi móvil dispuesta a despedirme de mi princesa, de la chica a la que amaba.

—El móvil aquí, que si no no avanzas.

Respiré profunda y pesadamente y lancé al aire una mirada resignada. No quería dejar que se fuese sin despedirse, aunque no quedaba otra. Elegí cuidadosamente la ropa que me pondría (es decir, cogí lo primero que encontré) y me fui de la sala para ponérmela.

Dos horas más tarde ya había llegado a mi casa. Me tiré sobre la cama. Busqué una red WiFi que no encontré, ya que estaba en el campo, y no podría hablarle hasta... ¿Cuándo podría volver a hablarle? ¿Por qué los astros se habían alineado para no poder despedirla?

Vale, no creo en los astros, pero a alguien habrá que echarle la culpa, ¿no?

Noté la rabia subiendo desde alguna parte de mi cuerpo hasta mis mejillas, y sentí cómo éstas ardían y se sonrojaban a su antojo. Cerré los dedos en torno a la palma de mi mano y los apreté, expresando así gestualmente lo que sentía en esos momentos.

Echaba de menos a Alba, y no llevaba ni unas cuántas horas sin ella. Me volví a repetir lo que siempre pensaba: «¿Cómo voy a aguantar sin ella?»

Y la respuesta a esa pregunta no llegó. Y sé que nunca llegará, porque no puedo estar sin ella.

***

¡Feliz Navidad a todos! Muchas gracias, de verdad, por todo lo que habéis hecho por , ya sea directa o indirectamente. Espero que estas navidades sean las mejores para vosotros y, si no lo son, que os llevéis buenos recuerdos de ellas.

Besoos, y espero que os guste

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