Epílogo.

255 28 22
                                    

*Narra Ro*

Salí a la calle buscando en el portal de mi casa a la loca de mi mejor amiga, Sonia, la cual se había hecho unas mechas californianas azules en el pelo que le sentaban genial.

Era una mañana bastante fría. El cielo estaba nublado, y resplandecía con un peculiar blanco brillante.

-Hola -dijo la peliazul dándome dos besos y riéndose nerviosa. No sabía qué le pasaba, pero hacía frío y me daba pereza hablar de eso.

-Hola, bebota -la saludé con el mote que, tiempo atrás, tras uma conversación absurda y sin ningún sentido, le puse.

-Vamos Ro -susurró Sonia empujándome con suavidad, pasando un brazo por detrás de mi espalda. La verdad es que agradecí el gesto porque estaba helada.

-Que sí, que sí, que yo voy... pero... ¿adónde? -pregunté, insegura. Temía que el sitio al que se disponía a llevarme fuese la causa de su nerviosismo anterior.

-Ya lo verás. Déjate llevar de una puñetera vez -me dijo con una sonrisa. Parecerá borde escrito, pero Sonia nunca deja su dulzura de lado y, al final, de una forma u otra hay que quererla por narices.

Me encogí de hombros y seguí a la peliazul por las calles de Benissa, sin tener un rumbo conocido por mí, ni un destino del que yo supiera su existencia.

Tras subir la cuesta de la calle en la que se situaba mi casa, llegamos a una plaza e, instintivamente, me pegué a su cuerpo agarrándome de su brazo al ver a una chica mirándome. Conocía a esa chica. La conocía demasiado bien, al igual que ella a mí. Lo que no sabía era por qué estaba ahí, de pie, a tres metros de mí. Y esta vez no era un sueño... Ahí estaba mi novia, la tonta a la que amaba con cada milímetro de mi corazón.

-¿No piensas saludar a tu novia? -me animó Sonia. Tragué saliva con fuerza e intenté relajarme. Finalmente, al ver que no conseguiría tranquilizarme y que mi corazón seguiría latiendo cual caballo desbocado, corrí hacia donde se encontraba Alba.

En unos pocos pasos ya me había colocado frente a ella, así que abrí los brazos y los extendí hacia los laterales de mi cuerpo. Después los cerré en torno a su cuello y apoyé mi cabeza en su hombro. La abracé con fuerza aferrándome a su cuerpo como si no quisiera que se alejara de mí. Como si al soltarla callese a un vacío inexistente. Como si desease que ese momento durase para siempre y convertirlo así en una pequeña eternidad en la que sólo nos encontrábamos nosotras dos.

-Estás loquísima... -susurré en su oído. Sonreí, ¿cómo podía haber hecho eso? Y encima por mí. Por estar conmigo. Por verme... ¡y yo no me había enterado de una sola palabra!

LA AMOOOOOOOOOO.

-Por ti -contestó y yo no quise responderle. No quería estar vergonzosa con ella; sólo tenía un día y había que aprovechar cada mínimo segundo.

Aquello era algo así como una firma de discos en la que ella era mi ídolo y yo la fan loca -loca por ella- que anhelaba desde mucho tiempo atrás ese encuentro y que ahora quería vivirlo al máximo.

Sin ponernos de acuerdo pero sincronizadas nos separamos del abrazo. Sin quererlo, me quedé perdida en sus ojos marrones un rato, que creo que fue largo -quizás pudo ser una hora o quizás pudieron ser dos segundos; juro que con Alba a veces el tiempo vuela y otras se ralentiza- hasta que algo me hizo salir de mi mundo paralelo: las ganas de besarla.

No podía contenerme, ni tampoco quería.

Me di cuenta de que unos escasos milímetros nos separaban y ella fue quien decidió romperlos. Al segundo noté sus labios calientes posarse sobre los míos. Sus manos se quedaron en mi cara y la sonrisa, al separarnos, no desaparecía de mi rostro. JODER, NOS HABÍAMOS BESADO. Mi primer beso con quien más amaba. Y además por sorpresa.

Lo he dicho muchas veces a lo largo de esta novela pero, ahora síque sí: ¿qué más se podía pedir?

Aquella misma tarde acabamos en un banco del pueblo alicantino. Sonia estaba sentada al lado de Alba y yo estaba tumbada sobre la balda larga de éste y con la cabeza apoyada en las piernas de Alba, conversando con las otras dos chicas de la mejor forma que puedo, ya que no puedo evitar mirar a Alba.

Cogí su mano, la cual andaba por ahí cerca, y la sujeté con fuerza. Las mejillas me ardían, y es que ahí; a su lado es donde realmente fui, soy y seré feliz. Ahí es donde quiero pasar el resto de mis días...

Daba igual si era abrazada a ella, besándola, mirándola o simplemente hablando... Si tenía aquel nombre que un día cualquiera salió que me había seguido en wattpad: AlbaReig, estaba claro que yo sería feliz.

*Narrador omniscente*

No sé cuánto tiempo duraron aquellas dos chicas. Ni siquiera sé si compartieron el resto de sus vidas juntas.

Sólo sé que escribieron un trocito de historia. Que no descubrieron América, pero que se descubrieron la una a la otra. Que no libraron mil batallas contra ejércitos impresionantes, pero afrontaron los problemas juntas... Y sólo conozco la parte de Rocío, pero ella fue la más feliz del mundo. Sintió que podría echar a volar en cualquier momento sólo con escuchar la voz de la pelirrosa.

Sintieron tantas cosas que allí se quedaron, en aquel banco de Alicante que guardaría siempre sus nombres inscritos.

Fin.

***
Me da demasiada pena acabar esta historia. Quizás me habría gustado hacerla más larga, pero tampoco era cuestión de alargarlo. Y no sé bien qué decir; siento demasiadas cosas ahora que ha acabado.

Muchísimas gracias a todas/os por leer, comentar y votar mi historia. Espero que os haya gustado y os debo mucho. Vuestro apoyo me ha ayudado a seguir actualizándola cada domingo.

Besoos ♡.

~> No habría acabado bien sin ti... Te amo mucho, princesa.

Con muchísimo cariño;

A.

Wattpad (Albocío)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora