Capitulo 24. Los jefes de Quevedo

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Tomó un sorbo de su coca-cola y miró hacia Evan. El muy desgraciado se había presentado en su casa a las cuatro de la tarde alegando que iban a celebrar el fin de los exámenes y lo había obligado a vestirse para luego ir al centro comercial Vistabella donde estuvieron media hora esperando a que Helena y Bel llegasen. Después de eso se metieron a ver otra horrible película de amor, por suerte Evan se ofreció a pagarle la entrada algo a lo que no se opuso. En cuanto salieron Bel sugirió entrar al McDonald's a comer y ahí estaban.

—Te cojo una patata.―comunicó Helena antes de atacar su comida.

Jose suspiró y tomó más coca-cola; desde hacía tres semanas Helena no había parado de reclamar su atención, le sonreía, lo acompañaba por el instituto y se había autoproclamado su profesora particular... bueno, eso último realmente no le había importado porque explicaba bastante bien, pero sí que le molestaba que le coquetease mientras le explicaba, ¡con ella sentada sobre sus rodillas no podía estudiar! Al parecer la rubia al ver que las tácticas pasivas no funcionaban había decidido ser más agresiva y ya de paso aprovechar y meterle mano; porque no olvidaba cuando le pegó una cachetada en el culo por acertar una pregunta de filosofía. Bel tenía razón, las chicas de ese instituto eran muy activas a la hora de ligar.

—Estás muy callado, ¿qué piensas?―preguntó Helena sacándolo de sus cavilaciones, Jose agitó la cabeza y la miró; la rubia llevaba un vestido de color violeta cubierto por una chaqueta, para su gusto iba demasiado veraniega, pero ella sabría.

— ¿No tienes frío? ―se interesó el castaño para que ella no siguiese insistiendo sobre en qué esta  ba pensando.

—Siempre puedes darme tu chaqueta para que no pase frío.―contestó la rubia guiñándole un ojo, Jose puso los ojos en blanco; ¿dónde estaba esa rubia adorable que había conocido al principio? ―¿Me vas a acompañar a casa?

Jose iba a responder "no"  cuando un numeroso grupo de chicas entraron al local gritando y suspirando, se revolvió en la silla y se puso de puntillas. Al parecer el centro de tanta hormona femenina revolucionada era un grupo de tres chicos.

Dos de ellos se sentaron en una de las mesas mientras un tercero seguía rodeado de chicas que suspiraban y le lanzaban piropos. Jose fijó su mirada en el chico que causaba tal alboroto, era alto y esbelto, con ojos verdes claros y cabello rubio y largo que llevaba atado en una media coleta alta, el chico iba vestido con unos vaqueros negros y una camisa blanca de manga larga en la que llevaba los tres primeros botones desabrochados además de que para hacerse el interesante llevaba una corbata. El chico hizo una señal y el grupo de chicas corrieron a la barra donde comenzaron a pelearse por ver quien pedía la comida.

—No los había visto nunca, pero son guapísimos.―dijo Bel animada mirando hacia la mesa de los tres chicos. La pelinegra suspiró y saludó al chico rubio que se dedicaba a lanzarle besos a todas las chicas del local, uno de sus amigos se levantó y lo obligó a sentarse.―Parecen dioses griegos que han bajado del Olimpo para que las vulgares mortales como nosotras podamos contemplarlos.

—Creo que hemos captado la idea Bel.―dijo Evan tapándole los ojos a la pelinegra pero ella se libró de su amigo y continuó mirando hacia los tres chicos.

—Me encanta el pelirrojo, es taaaan mono.

Bel hablaba de un chico pelirrojo de ojos ¿rojos?, debían ser lentillas; que estaba recostado en uno de los asientos con las manos metidas en los bolsillos y miraba hacia su amigo rubio, el ligón.

—¿Y Bel?―preguntó Helena, Jose y Evan miraron a su alrededor y se encontraron a la pelinegra dando grititos junto a las demás chicas, Helena suspiró y se puso en pie para arrastrar a su amiga de nuevo con ellos.

Tienes que ser tú (TQST Libro #1)© [EN LIBRERIAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora