Capitulo 28

3.1K 128 8
                                    

Tenía la invitación guardada en el bolsillo interior de su americana, no había querido que Felicity se enterara de que su identidad secreta se había visto comprometida; optó por guardar silencio y acudir junto con Barry al punto de encuentro. Le había dado tiempo a preparar todo por si a él llegaba a pasarle algo, poco le había importado a sus comienzos como Arrow si le pasaba algo, no tenía en su vida cosas importantes salvo su madre y su hermana, y ellas ya habían aprendido a sobreponerse de su primera "muerte"; ahora él era el cabeza de familia, tenía la empresa pero, sobre todo, estaba Connor, que ya había perdido a su madre. Oliver se había visto en la obligación de asegurarse de dejarle en buenas manos si algún día algo trágico le sucediera, aunque esa persona pensara que no estaba cualificada para dicha tarea.

Felicity tenía inseguridades bastante arraigadas que a él le habían pasado bastante desapercibidas, quizás por su obcecada manía de mantenerla a distancia para salvaguardarla o a lo mejor es que ella ahora se sentía más libre para expresar sus pensamientos. Estaba dispuesto a demostrar lo equivocada que estaba, que ya era una madre perfecta para su hijo, mucho mejor que él como padre; ella se había ganado el corazón de niño desde el minuto uno y no lo había perdido. Connor siempre que podía buscaba su atención y ella no dudaba en dársela. Como el otro día, cuando los invitó a comer a su casa y, tanto su hijo como ella, acabaron sentados en el suelo frente al sofá viendo la película de "Gru: mi villano favorito", a él no le había quedado más remedio que sentarse en el sofá y ver la película con ellos, algo que solo había hecho por su hermana Thea. Ahora entendía cuando su madre decía que como madre solo había buscado hacer que sus vidas fueran buenas y sencillas, él mismo haría lo que fuera para mantener a salvo y feliz a su hijo, aunque eso significara ver largometrajes de Disney y compartir las atenciones de Felicity.

Estaba en su oficina de Queen Consolidated, en un par de horas, Barry llegaría y embarcarían en el avión privado de la empresa. No es que a su joven amigo le hiciera mucha falta, desde aquel accidente que lo mantuvo durante nueve meses en coma, Allen podía ir a los sitio a la velocidad de la luz; no obstante, parecía haberlo escogido a él como mentor pese a tener a Harrison Wells entre sus compañeros. Quizás Barry viera en Oliver lo mismo que él había visto en Slade: a un hermano, un amigo, un socio...

— ¿Seguro que a Lyla y a ti no os importa quedaros con Connor? —preguntó Oliver a su amigo, que estaba sentado en uno de los sillones que había en una de las esquinas de su oficina.

—No me habría ofrecido a quedarme con él si nos supusiera algún tipo de problema —y era verdad. Tanto Lyla como él sentían un cariño especial por el pequeño, por eso, cuando su amigo le había preguntado a Thea si podía hacerse cargo de él un par de días y la joven le había dicho que no, Digg no había dudado en ofrecerse voluntario para cuidarlo mientras estuviera de viaje—. Quien debe preocuparte es tu hijo, puede que no resista dos días en compañía de mi hija.

—Venga ya, Andy es una niña muy buena —le recriminó, ¿qué mal podría hacer una niña que aun no tenía los dos años? Su ahijada era un sol.

—No te sorprendas si, la próxima vez que Connor vea a Andy, sale corriendo —bromeó el ex-marine con cierta parte de verdad en sus palabras. Como Andy te enganchara, era difícil escapar de sus redes, y la niña tenía cierta fijación por el Queen más joven.

— ¿Se puede saber a dónde vas? —preguntó Felicity, quien acaba de entrar en su despacho acompañada del repiqueo de sus tacones sobre las baldosas. Estaba algo enfada.

Diggle se cruzó de brazos y se acomodó en el asiento para disfrutar del espectáculo. Oliver Queen se había metido en problemas él solito y él no pensaba perderse el rapapolvo que su amiga iba a darle.

—Pensaba decírtelo —se disculpó, aunque en realidad no le había dicho nada porque sabía que no se quedaría satisfecha con que le dijera que se iba de viaje de negocios, luego vendría una pregunta y luego otra, hasta que le tuviera que mentir o bien contarle la verdad; lo cual no era una opción pues ella insistiría que era una locura presentarse ante dios sabe quién. Lo mejor había sido callarse y aguantar el rapapolvo antes de marcharse.

Cuando estés listo llegaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora