15- CUANDO ENTRÓ EN MI VIDA

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REVOLTIJO [2]
***

LEVI

Recuerdo el preciso momento en que Lucette entró en mi vida. Si cierro los ojos, puedo verla de pie en medio de la sala de estar. Parecía asustada, tensa, nerviosa, pero tenía un brillo en los ojos que me gustó de inmediato.

Llegó cuando yo apenas había logrado salir del pozo donde May me había hundido. Ella llegó con la misma cara de ángel, con los mismos ojos tristes, con los mismos problemas en su casa y yo tuve un momento de pánico al verla. Era como ver una película por segunda vez; ya sabía el final, pero aun así no podía cambiarlo.

Vick me había hablado de ella —habían sido amigas desde secundaria, mucho antes que yo conociera a Vick—. Me había contado lo que le preocupaba, la situación en su casa y cómo a veces se volvía cerrada. Me había contado tanto de Lucette que yo ya sentía que la conocía. Sin embargo, jamás me había mostrado una foto suya, así que cuando la vi por primera vez... El suelo tembló bajo mis pies. Ni siquiera puedo explicar con exactitud lo que sentí. Fue atracción inmediata. Sentí como si me hubieran sacado todo el aire de los pulmones, pero no era todo debido a la gran atracción que sentí. Fue verla y saber que los problemas se avecinaban. En ese momento me dije que no podía acercarme a ella. Tracé una línea imaginaria en mi mente. Se convirtió en mi amiga, me obligué a encasillarla en esa etiqueta sin posibilidad de salida, y ahí quedó todo.

La cosa ese que, cuando te sientes atraído hacia tu mejor amiga, pero no sientes nada más que afecto hacia ella, las cosas se vuelven complicadas. Y es peor aún si ella se enamora de ti y tú no tienes la intención de corresponder sus sentimientos.

Una vez que Ette y Collins se marcharon, suspiré con cansancio y me froté el rostro. No sabía por qué de repente sentía el pecho tan vacío, por qué sentía que me ahogaba. Estaba bastante desanimado, así que cuando mi hermana llamó para ver cómo estaba, le pedí que viniera a visitarme. Ella era —después de Ette— la única que me aguantaba. La necesitaba a ella y sus consejos con urgencia. Me hacía falta su espontaneidad y sus rarezas, ese día más que nunca. Llegó menos de una hora después de que colgáramos. Abrí la puerta y sonreí al verla alzar dos bolsas de comida rápida.

—Leah Nicole a la orden. La comida es la mejor cura para cualquier mal —dijo antes de pasar por debajo de mi brazo y entrar al departamento. La seguí cuando se dirigió al sofá y me senté a su lado—. Ahora dime qué te agobia, hermanito.

Mordió la hamburguesa sin despegar sus ojos de mí y me pasé el dorso de los dedos por la boca. Estaba nervioso y el olor de la comida grasosa solo logró revolverme el estómago.

Mi hermana podía ser muy impulsiva a veces. Se molestaba por cualquier cosa y, después de hacer un drama digno de un Oscar, actuaba como si no hubiera pasado nada. Estaba loca. No me encontraba seguro de cómo iba a tomar lo que diría. No sabía cómo suavizar lo que quería contarle, así que solo lo solté.

—Anoche besé a Ette.

Había imaginado que se sorprendería por mi confesión, pero no que arrojaría la hamburguesa y comenzaría a gritar como una adolescente en el concierto de su banda preferida.

—¡Oh, Dios, Levi! ¡Por fin, joder! Ya era maldita hora. —Sus ojos brillaban por la emoción y se cruzó de piernas al estilo indio para después mover su cuerpo de tal manera que me enfrentara por completo—. ¿Cómo pasó? ¿Qué dijo? ¿Dónde está ahora? ¿Ya son novios oficiales?

Reí algo desconcertado por su reacción y sacudí la cabeza.

—Está en una cita con alguien más.

—¡¿Qué?! ¿Por qué? No me imagino... Ay, no. La cagaste, ¿cierto? —Suspiró sin esperar mi respuesta—. Debemos resolver ese grave problema tuyo con las palabras. ¿Qué le dijiste ahora?

Siempre has sido tú ✔ (EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora