20- SILENCIO APLASTANTE

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SILENCIO APLASTANTE
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Canción: Lost boy - Ruth B.
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Fui a encerrarme a mi habitación después de que Levi se reclutara en la suya. Quería matar el tiempo para no estar pensando en él y su reacción desmedida, quizá leer algo o reorganizar mi cuarto; incluso podía continuar escribiendo, pero en ese momento no sentía esa urgencia por hacer volar mis dedos sobre el teclado y no quería que las escenas quedaran forzadas, así que preferí recostarme sobre la cama para escuchar música.

Lost boy comenzó a sonar una vez que encendí la música y yo me dejé llevar por la relajante melodía. Aquella canción en especial me hacía sentir como una niña perdida corriendo, buscando alcanzar sus sueños, su hogar. La coloqué en modo repetición y dejé que sonara tres, cuatro, cinco veces: hasta que olvidé todo lo demás. Solo cerré los ojos y la canté de memoria, dejando que la esencia de la letra se apoderara de mí, que me hiciera viajar y olvidar que en verdad estaba recostada en mi cama, sola y triste; decepcionada, con un dolor hondo en el pecho.

Escuchar música era para mí lo mismo que leer. Por un momento me perdía de la realidad, me sumergía en las letras y me adentraba en el universo que pintaban y me hacían partícipe de otro mundo. Amaba esa sensación de ser parte de algo mágico.

Cuando al fin me deshice de los auriculares casi una hora después, me quedé con la vista fija en el techo y escuché los pasos que se acercaban por el pasillo. Dos golpes suaves sonaron en mi puerta.

—¿Luce? —Por supuesto era Levi—. ¿Podemos hablar? Yo... Lo siento, enana. No sé por qué reaccioné así. Creo que la falta de sueño me está afectando más de lo que creí —explicó tras reír sin humor—. He vuelto a ser un idiota contigo, y aquí estoy, como siempre. Arrepentido.

Exhalé resignada al escucharle. Una batalla se libraba en mi interior. No quería disculparle con tanta facilidad, pero al fin y al cabo era Levi: mi punto débil.

Me odié un poco cuando su voz afectada tocó una fibra sensible en mí. Me incorporé para abrir la puerta mientras él seguía disculpándose y me quedé de pie viendo a un Levi apagado, un chico torturado del que había estado recibiendo destellos en los últimos días. Hice una mueca al ver lo triste que lucía. Quería disimular lo mal que se encontraba, podía notar su esfuerzo, pero no lo lograba del todo. La máscara se le estaba cayendo a pedazos conforme seguía hablando y yo me sentí mal por no haberme dado cuenta antes de eso.

Algo estaba atacando por dentro a Levi, estaba acabando con él, el chico que yo conocía y del que me había enamorado.

¿Cómo no me había percatado de aquello? Era mi amigo. Se supone que los amigos se conocen, ¿no? Se supone que se dan cuenta cuando el otro está mal y se ayudan, se apoyan; se escuchan y consuelan. Y ahí estaba yo, sin notar que Levi sufría hasta que ya no podía fingir más.

¿Alguna vez le había hecho pensar que no podía hablar conmigo?

Había estado tan ensimismada en lograr superarlo, en matar ese fuerte sentimiento por él, que sencillamente me olvidé de ser su amiga.

Elevé la mano para detenerlo cuando él continuó deshaciéndose en disculpas.

—Ya, no importa. Ya pasó, ¿sí? Está bien.

Él asintió al notar mi calma, al escuchar mi voz suave. Sus hombros se hundieron con alivio.

—Gracias.

—De todas maneras quiero comentarte algo. ¿Podemos hablar?

—¡Claro! Sí, de lo que quieras, soy todo oídos —dijo, vehemente.

Siempre has sido tú ✔ (EN LIBRERÍAS)Where stories live. Discover now