42- PUNTOS DÉBILES

418K 23.8K 5.1K
                                    

PUNTOS DÉBILES
***

Canción: Across the sea - The Sweeplings.
***


Los meses que siguieron a la operación de Levi fueron... difíciles. De entre tantos efectos que le habían dicho podían surgir tras extirparle la tiroides, lo peor fue que pareció apagarse. Siempre estaba cansado, cabizbajo y quería estar solo.

—Hoy no —decía él cuando me acercaba a abrazarlo.

Y lo pronunciaba con un tonito triste, dolido, que me daba ganas de llorar.

Intentaba sonreírme cuando su rechazo me golpeaba en pleno pecho, pero nada en esa sonrisa fingida lograba aliviarme. Yo solo asentía de acuerdo con él y me retiraba. Muchas noches las pasamos separados, sobre todo porque las vacaciones habían acabado y entre mis prácticas, clases y su trabajo, poco o casi nada nos veíamos. Un mensaje de vez en cuando, una llamada por aquí, una visita por allá... Levi y yo comenzamos a distanciarnos y el corazón comenzó a dolerme porque, en el fondo, siempre había sentido que lo nuestro no duraría.

—Ya llegué —dije entrando al apartamento de Levi y cerrando la puerta tras de mí. El día al fin había acabado y yo estaba exhausta. Quería darme una ducha y descansar, pero antes deseaba ver a mi novio, abrazarlo y sentirme de nuevo en casa.

Habíamos apartado los viernes en la noche para nosotros, para dormir juntos, porque el fin de semana no teníamos nada que hacer —ni estudiar ni trabajar— y así podíamos pasarlo solo nosotros dos si deseábamos, por lo que yo esperaba ansiosa a que las semana terminara y así poder sentirme, entre sus brazos, segura.

—En la cocina —escuché que decía.

Me encaminé ahí después de dejar mi bolso sobre el sillón y de quitarme los zapatos. Mi servicio profesional lo estaba prestando en una entidad del gobierno, por lo que siempre debía ir bien arreglada y aquello significaba ir en tacones, lo que hacía que al final del día mis pies pulsaran con dolor. Sentí alivio en las plantas al caminar sobre el piso frío, pero más alivio sentí al ver que mi novio se giraba para sonreírme.

—¿Qué haces? —pregunté acercándome y abrazando su cintura.

Recargué mi sien en su brazo para poder ver la sartén frente a él.

—Quesadillas.

—Huelen bien —murmuré. Sentí el abdomen vibrar con risa y, tras colocar una última rebanada sobre un plato y apagar la sartén, giró entre mis brazos y me acercó a su pecho.

—Es porque voy mejorando —se regodeó antes de presionar un beso en mi frente. Elevé el rostro para verlo y encontré las esquinas de sus ojos arrugándose por la sonrisa que mostraba. Sus ojos estaban llenos de amor—. Hola, enana.

El susurro lleno de devoción con que me saludó me hizo sentir revitalizada. Habíamos pasado casi cinco días sin vernos y en aquel momento, tenerlo así de cerca, encontrarnos abrazados y sin él intentando apartarme, hacía que todo el cansancio en mi cuerpo desapareciera.

—Hola —susurré. Me puse de puntillas al tiempo que él bajaba el rostro y nos besamos con suavidad durante algunos segundos antes de presionar nuestras frentes juntas.

Yo cerré los ojos intentando detener el tiempo, absorber cada sensación del momento, intentando llenar mis pulmones con su aroma y mi mente con el sonido de su voz, con la imagen de su sonrisa, tratando de memorizar la sensación de sus dedos acariciándome la espalda, de sus labios posados en la punta de mi nariz. Porque sabía —en estos últimos meses lo había aprendido— que a veces aquello, esa cercanía, no duraba mucho.

Siempre has sido tú ✔ (EN LIBRERÍAS)Where stories live. Discover now