17- ALGO EN SUS OJOS (1)

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ALGO EN SU MIRADA
***


Para cuando Levi volvió del trabajo yo ya había limpiado el lugar y escrito cuatro capítulos nuevos. Aquello me había servido para distraerme durante un rato, para olvidar el tema que debía tratar con Levi lo antes posible, pero cuando escuché que la puerta se abría recordé lo que había estado pensando en la mañana.

Había llegado a un acuerdo conmigo misma: tenía que mudarme lo antes posible.

Elevé la vista cuando lo sentí acercarse y se rio al verme sentada en el piso con el portátil entre las piernas.

—Hola, enana. ¿Estás cómoda ahí abajo?

—La verdad es que sí.

Se acercó a sentarse sobre el sillón en el que tenía recargada mi espalda y tiró de mi coleta.

—¿Sigues escribiendo?

Cerré el aparato con cuidado cuando vi que se asomaba intentando pescar algo. Miré por encima del hombro y lo encontré sonriendo.

—No, ya acabé. Pero vas a tener que esperar para leer.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque no he editado.

El bufido que dejó escapar me causó gracia.

—Pues ya que. —Se incorporó para ir a la cocina y alcancé a escuchar que abría el refrigerador. Sabía lo que estaba buscando y también sabía que no iba a encontrar nada. Cuando volvió a mi lado con las manos vacías y un ligero ceño fruncido, me burlé.

—¿Se han acabado las manzanas?

—Sí, pero podía jurar que quedaban un par.

Lo miré con fingida inocencia cuando fijó sus ojos en mí y entonces me eché a reír.

—¡Lo siento!

—¡Te comiste las últimas! Traidora. Ahora moriré de hambre.

Rodé los ojos ante su dramatismo y me puse de pie. A Levi le gustaba exagerar. Pasé a su lado y palmeé su abdomen antes de encaminarme a la cocina.

—Hice pasta. Y hay una ensalada que ni siquiera notaste dentro del refrigerador. —Tomé un par de platos de la alacena y lo escuché caminar detrás de mí. Le serví una generosa porción antes de colocar el plato sobre la mesa.

Sonrió.

—Te irás al cielo. No sé qué haría sin ti.

—Morir de hambre tal vez.

Enredó los tallarines alrededor del tenedor y se los llevó a la boca sin dejar de sonreír bastante animado. Mi sonrisa, en cambio, era forzada. Debía hablar con él y decirle lo que quería hacer. También pedirle ayuda, a ser posible. Solo esperaba que no se molestara conmigo una vez que se lo contara. Habíamos convivido tan a gusto los dos años pasados que no podía imaginar ahora un lugar propio, sin su compañía.

Tomé asiento frente a él y comencé a comer en silencio mientras lo escuchaba contarme acerca de algunos problemas que había tenido ese día con un compañero de trabajo. Lo escuché despotricar contra él y soltar uno que otro insulto, pero de repente no tenía ánimos para regañarlo. De igual manera no era como si yo tuviera un vocabulario de lo más limpio. Era una malhablada una vez que entraba en confianza. Insultaba hasta por los codos, aunque estaba tratando de cambiar aquello. Según mi madre las señoritas no maldecían y yo... Bien, en ocasiones pensaba que había sido hombre en mi vida pasada.

Siempre has sido tú ✔ (EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora