24- INESTABLE

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INESTABLE
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Canción: Unsteady - X Ambassadors.
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LEVI

Escuché la respiración de Luce tornarse lenta y estable, calmada, por eso supe que ya había caído rendida. Su suave cuerpo estaba sobre el mío y traté de no pensar en esto mucho tiempo; no quería que mi cuerpo reaccionara y la incomodara, así que, en lugar de darle más vueltas a ese tema, pensé en los días anteriores y recordé la noticia que me había dado. Ella quería mudarse y, aunque en un principio no había entendido por qué, al final estuve de acuerdo en que sería lo mejor para ella.

Esos días ni siquiera yo me soportaba. El estrés me tenía constantemente en el borde de la locura. Mi cabello había comenzado a caerse y tuve que decidir cortármelo por este motivo. Mis cambios de humor, ni hablar. Eran cada vez más frecuentes. Un segundo me sentía decaído y al siguiente completamente furioso, por lo que terminaba despotricando con quien tuviera enfrente, ya fuera Lucette, Vick o incluso Leah.

Luce no tenía ni idea de lo que sucedía conmigo, tal vez imaginaba que me estaba volviendo loco. Vick pensaba que estaba enfermo y mi hermana creía que tenía que ver con el aniversario de la muerte de May, a quien habíamos ido a visitar a su tumba el día anterior, y esa era la razón por la cual ella se había puesto ebria. Y yo... yo suponía que era una combinación de todo.

Debido a que no estaba logrando conciliar el sueño puesto que mi dieta contenía cada vez más cafeína. Bebía café y bebidas energéticas cada vez que podía para no caer rendido en el trabajo y eso estaba causando que como respuesta las manos me temblaran y el corazón se me acelerara. Además, la fatiga que venía una vez se pasaba el efecto de las bebidas causaba que no pudiera concentrarme bien en lo que hacía, y eso me estresaba todavía más. No lograba rendir ni la mitad de la capacidad con que yo sabía que podía hacerlo, y aquello me frustraba. Si seguía así era probable que terminara enfermo.

Luce se removió encima de mí, suspiró y yo sonreí un poco al sentir su aliento chocar con mi cuello. Habíamos estado distanciándonos tanto que por un momento creí que no podríamos cerrar esa distancia de nuevo, por eso me alegraba volver a sentirla cercana, literalmente hablando. Lo malo era que el tenerla así tan cerca hacía que mi cerebro se licuara y se me hiciera imposible pensar. Las sensaciones que se despertaban cuando la tenía próxima —como en ese momento— eran demasiado intensas, confusas y me enviaban en un paroxismo de ansiedad que no lograba comprender.

Estar a su lado, oírla hablar y reír... me hacía sentir vivo, enérgico, como si cada uno de mis sentidos cobrara vida y se intensificara. Quería verla así, alegre y relajada siempre, quería ser yo quien lograra ponerla de buen humor, hacer brillar sus ojos, aunque después un miedo irracional se apoderaba de mí y me hacía actuar de una manera que terminaba alejándola otra vez. En otras palabras, me volvía un idiota. El arrepentimiento venía a mí y el ciclo se repetía. Yo me disculpaba, ella me perdonaba y yo volvía a meter la pata.

Odiaba hacer eso, pero a veces sentía que no podía controlarlo. A pesar de saber que iba a lastimar de alguna manera u otra a Ette, era como ver una película por segunda vez. Sabía lo que venía, qué iba a pasar, cuándo y cómo... pero no podía hacer nada por evitarlo. No sabía cómo evitarlo.

Yo era malo para Ette y lo sabía. Los límites de nuestra amistad comenzaban a desdibujarse y ella se daba cuenta también. Cuando me observaba con desconcierto, con dolor, con decepción... no podía soportarlo. Sabía que ella todavía sentía algo por mí, lo veía en sus ojos aunque estuviera saliendo con Collins, y no quería ver el momento en que eso desapareciera. No quería que ella dejara de quererme, no ahora que al fin le había dado nombre a lo que yo sentía por ella.

Siempre has sido tú ✔ (EN LIBRERÍAS)Where stories live. Discover now