21. Príncipe de fuego

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Tres meses antes: primer día de clase.

Había sido un idiota al no hacer caso a su madre cuando le dijo que debería haberse llevado el paraguas, y Jeonghan ahora estaba empapado. Hacía mucho frío afuera, lo suficiente para que nevase si las temperaturas bajaban algo más. Cada vez llovía más fuerte, y estaba temblando de frío, el abrigo, en un inicio acogedor, estaba demasiado mojar.

Para variar, su suerte no mejoró ese día, el autobús había tardado media hora más de lo habitual y llegaba irremediablemente tarde a las clases. Recorrió el patio vacio bajo la lluvia torrencial y entró en los vestuarios para cambiarse.

No se había traído ninguna muda de ropa, pero no sentía los dedos, necesitaba ayuda, algo que ponerse o iba a contraer un resfriado de los grandes. Dejó su abrigo colgando, y se precipitó a la sala de toallas, lo primero era secarse. Después iría a algún sitio con calefacción y pediría la muda de alguno de sus amigos.

Nada más entrar se abalanzó sobre la cesta de toallas, pero grande fue su exasperación al averiguar que no las había traído ninguna. Oyó un rubio a su espalda, y se dio la vuelta para encontrar a un chico abrochándose los botones de su camisa, que lo miraba con curiosidad.

Pegó un bote, chocó contra la puerta, que se cerró con un golpe fuerte y reinó el silencio de nuevo. A Jeonghan le latía el corazón a toda velocidad, no se esperaba que hubiese nadie allí, y menos él.

Conocía a Seungcheol de vista, corría en el equipo de atletismo, tenía buenas notas, y era todo un playboy. Era tan guapo que quitaba la respiración, ahí tenía el pelo desliñado, un poco mojado, con la camiseta que dejaba entrever su pecho, y una media sonrisa que haría temblar las piernas a cualquier.

― ¿Estás bien? ―preguntó, enarcando una ceja.

― Yo... sí, genial. ― dejó de mirarlo fijamente, y agarró el manojo de la puerta para salir de ahí cuanto antes. Pero estaba atascado. Siguió intentando moverlo, empezó a empujar, pero la puerta seguía sin moverse ni un milímetro.

― ¿Me dejas que yo lo intente? ― inquirió el chico, en su oído. Jeonghan se estremeció entero, no estaba seguro si era por el frío esa vez.

Seungcheol hizo fuerza, pero la puerta parecía resistirse. Es decir, estaban atascados.

―Creo que no podemos salir. ― concluyó, rindiéndose. Miró a Jeonghan, evaluando su situación. ― Estás fatal, hay que sacarte de aquí cuanto antes o tendrás hipotermia.

Poco a poco, Jeonghan estaba dejando de sentir sus miembros, el frio era horrible, apenas podía vocalizar nada. Miró a Seungcheol desesperado, era el único que podía ayudarlo.

― Ayúdame. ― susurró.

Seungcheol asintió con gravedad. Lo atrajo hacia sí, y tocó sus mejillas, intentado hacer que la sangre llegase a ellas, pero Jeonghan solo sentía un cosquilleo donde lo tocaba.

― Te sacaré de aquí, no te preocupes. ― acarició su mejilla en círculos, parecía realmente preocupado, y Jeonghan sintió calidez por dentro.

Sin una palabra más, se dio la vuelta y comenzó a pegar golpes, a gritar pidiendo ayuda mientras intentaba forzar la puerta. Estuvo así unos quince minutos, Jeonghan lo observó fascinado, bajo un hechizo, se sentía protegido. Su voz empezó a volverse ronca, y Seungcheol parecía cada vez más exhausto, pero no cesaba.

Jeonghan lo agarró por el brazo, ya magullado de golpear la puerta, y se lo bajó, con las escasas fuerzas que le quedaban, él también estaba destrozado.

― Descansa, alguien llegará tarde o temprano. ― se le rompió la voz, estaba tiritando y apenas podía vocalizar. Al respirar salía el vaho, las temperaturas bajaban más.

Él lo observó preocupado y su rostro se torció al ver que el agua de la camisa empezaba a congelarse.

― Quítate la camiseta, sólo te está enfriando más aun.

Sin fuerzas para hacerlo el mismo Jeonghan, él con cuidado desabrochó la camisa, y se la quitó, tratándolo como si fuese delicado. Una parte de Jeonghan estaba avergonzada de que lo viesen así, nunca había estado delante de un desconocido así, pero Seungcheol no lo miró de esa manera. Pasó su mano por torso de Jeonghan y empezó a masajear sus músculos. Si no hubiese hecho tanto frío, Jeonghan hubiese estado rojo, pero se sentía un poco mejor. Observó a Seungcheol de reojo, tenía un perfil muy bonito y seguro que era aun más guapo cuando sonreía.

Casi inconscientemente, alzó la mano y le apartó un mechón que ocultaba su rostro.

―Perdón...

Seungcheol alzó la mirada, sorprendido, pero agarró la mano de Jeonghan y la acercó a su boca, para transmitirle calor.

―Vamos a movernos. Necesitamos que la sangre siga fluyendo. ― sugirió, y comenzó a dar saltos por todo el cuarto, era una imagen graciosa. Jeonghan contuvo una carcajada, y empezó a hacer lo mismo.

Saltaron, cantaron, bailaron y gritaron en esa pequeña sala congelada hasta que ninguno de los dos podía sostenerse en pie. Llevaban allí varias horas y en breve llegaría la hora del almuerzo, y con ello serían liberados.

Jeonghan se derrumbó sobre el suelo, congelado, exhausto, pero todavía riendo del ejercicio.

― Seungcheol... ― gimió, éste ni si quiera le preguntó por qué sabía su nombre― no puedo más. ―Jadeó.

El aludido se sentó en el suelo, y evaluó a Jeonghan de nuevo, que lo miró muy cansado. Otra vez, actuando sin preguntar, abrazó a Jeonghan, y lo envolvió con todo su cuerpo.

No podía moverse, Seungcheol era muy cálido, le transmitía seguridad, y olía... olía muy bien. Cerró los ojos y se recostó sobre él, como si hubiese pertenecido a ese sitio siempre.

― ¿Cómo te llamas?― susurró Seungcheol.

Esbozó una sonrisa, se lo había preguntado con mucho cuidado, como si su nombre fuese algún secreto.

― Jeonghan.

― Jeonghan. ― repitió. En sus labios parecía una palabra especial. ― No te preocupes, saldremos de aquí.



Se tumbó sobre la cama, recordando todo lo sucedido tres meses antes, recordando como conoció a Seungcheol. Poco después vinieron los profesores, los encontraron y todo acabó en una situación desafortunada. Pero ese día... fue la primera vez que sentía una parte nueva de él mismo, solo de recordarlo se sonrojaba. Jeonghan había pensado muchas veces en lo que hubiese pasado si la puerta no se hubiese atrancado, ¿qué haría si Seungcheol? Un mundo si él parecía muy lejano. Y por eso debía luchar para que pudiesen solucionar los problemas que los acechaban.

Sacó la carpeta con el historial de Seungcheol otra vez, se la había llevado para poder leerla atentamente. Leyó el nombre por enésima vez. Le costaba creerlo, pero estaba ahí.

Hermanastro menor de Choi Seungcheol: Lee Chan.



Chan intentaba hacer los deberes, pero no paraba de evadirse. Lo habían descubierto, pero encontraría otro modo de hacer ver al mundo como era en realidad Seungcheol. Había pasado mucho tiempo apartando a las parejas de su hermano de él, sólo él lo conocía bien. Nadie más parecía verlo.

Nadie más veía lo que había hecho.

Angel On FireWhere stories live. Discover now