23. El velo de la verdad

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Llamó al timbre nervioso, Jeonghan no sabía si estaba haciendo lo correcto. Tampoco sabía qué hacía bien allí. Seungcheol estaba a esa hora en rehabilitación, y había decidido ir a su casa a... encontrarse con su hermano.

No podía decirle que había averiguado la verdad porque si lo hacía se limitaría a evadirlo, lo conocía. Seungcheol tenía que estar pasándolo muy mal, y no quería que Jeonghan se inmiscuyese, pero no parecía avanzar nada. Y por eso estaba allí. Iba a hablar con Chan para saber de una vez por todas qué pasaba.

Le abrió una mujer de mediana edad, con unos ojos grandes, que había visto tantas veces en Seungcheol. No esperaba conocer a su madre así, lamentaba tener que mentir, pero no podía seguir en la oscuridad más tiempo. Seungcheol no era capaz de hacer frente a su hermano, pero Jeonghan sí.

― Hola, soy un amigo de Chan. ¿Está en casa? ― puso su mejor sonrisa y esperó haber sonado convincente.

La mujer lo evaluó como toda madre, y pareció aprobarlo, porque lo dejó entrar y llamó a su hijo avisándole que tenía visita.

Chan bajó las escaleras rápidamente, feliz, hasta que vio a Jeonghan parado en el pasillo y se le borró la sonrisa. Sabía por qué había venido.

― Jeonghan... ― estaba muy serio. ― ¡Nana! Nos vamos a mi cuarto. ― gritó, intentando parecer jovial. ― Ven. ― añadió en voz baja.

Lo siguió a través de un pasillo, y entraron en su cuarto. Jeonghan había estado preguntándose todo ese tiempo por qué lo había hecho, intentó visualizar a Chan haciendo algo tan malo, lo escrutó, buscando algún indicio, algo que dejase ver su lado cruel, pero seguía viendo al joven chico de dieciséis años dulce que había visto siempre. No podía verlo como el culpable.

Su cuarto era grande y limpio, tenía posters de Michael Jackson por todos lados y la cama estaba deshecha. Tomó asiento en un pequeño sofá junto a la ventana, y Chan se sentó en el sillón a su derecha. Todo parecía normal, pero reinaba el silencio.

― ¿Por qué? ―inquirió finalmente Jeonghan. Lo miró a los ojos, buscando una explicación, y el chico le devolvió la mirada, con fijeza y honestidad.

― No me creerás. ― afirmó. ― Tú y Seungcheol seguís juntos, ¿no? Tendría que haberlo supuesto. ― hizo una mueca. Se reclinó y se pasó la mano por el pelo, cansado.

― Pruébame. Dime por qué. ― insistió, ignorando su pregunta.

Chan vaciló, pero pareció tomar una decisión, fijó sus ojos en los de Jeonghan, estaba más serio de lo que nunca había estado.

― Sí, tienes razón. Mereces saberlo ya que estás metido en todo también. ― apretó los labios, pensando unos breves instantes antes de comenzar a hablar. ― Hace cuatro años, mi madre murió, dejándonos a mi padre, a mi hermano pequeño, Samuel, y a mí solos. Estábamos bien, pero mi padre estaba muy solo, y conoció a Nana. Nana es una mujer muy dulce, tenía un hijo un poco mayor que yo, y aunque no estábamos seguros que fuese a funcionar, comenzamos a vivir juntos.

«Al principio, hubieron muchos problemas, sobre todo por parte de Seungcheol. Nana había dejado a su exmarido, un buen hombre, por mi padre, y para Seungcheol resultó imperdonable. No nos aceptó como su nueva familia, pasaba mucho rato fuera y se escapó más de una vez. La verdad es que yo no tenía mucho interés, pero Samuel sí. Samuel era el niño más bueno del mundo, veía a Seungcheol como el chico que aspiraba a ser, quería caerle bien. Estaba todo el rato en su cuarto, y Seungcheol no hacía más que rechazarlo, aun así, Samuel no perdió el aplomo. Poco a poco, las cosas se fueron normalizando, Seungcheol se integró más, y aceptó a Samuel, él lo idolatraba, nunca vi a mi hermano menor tan ilusionado. Por un breve instante, pensé que podíamos ser felices.»

Angel On FireWhere stories live. Discover now