22. Realización

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Se tumbó sobre la cama, y cerró los ojos, intentando no pensar en la cena que acababa de sobrellevar. Jihoon había comido en silencio, sus padres no lo había intentado incluir en la conversación, estaban demasiado ocupados admirando a Yoongi. Él era tan encantador como siempre, claro, lo encantador que puedes ser si nunca estás ahí para demostrar que tu familia te importa.

Contuvo un bufido. Se cubrió el rostro con las manos, no quería admitirlo, pero le escocían los ojos. Ya no soy débil, se había repetido millones de veces, pero estaba igual que hacía años, derramando lágrimas por gente que no lo merecía.

Oyó unos golpes en la puerta. Se irguió, se limpió la cara de lágrimas e intento parecer que no había estado destrozado hace un momento.

― Adelante.

La puerta se abrió y Yoongi entró, cerrándola tras de sí. Jihoon frunció el ceño, contrariado de que estuviese ahí.

― Me gustaría hablar contigo... ― dijo el mayor con suavidad, sentándose a su lado, observándolo cautelosamente.

― Bueno, puede que a mi contigo no. ― gruñó.

― Creo que deberíamos hablar. ― concluyó Yoongi, sin perder aplomo. ― He estado fuera un largo tiempo. En este viaje me han pasado muchas cosas... me he dado cuenta de que llevo demasiado tiempo sin trataros a papá, a mamá y a ti como merecéis. Me he dedicado a hacer el idiota, y solo ahora sé lo mucho que os he echado de menos. Jihoon, dame una oportunidad para arreglarlo― sonaba genuinamente apenado, agarró a su hermano menor del brazo, suplicante.

Jihoon apartó la mirada para que no viese que tenía los ojos húmedos otra vez. De todas las cosas que pensaba que le iba a decir, esa no era una ellas. Se mordió el labio, intentando contener las lágrimas.

― No es porque toda mi vida parece estar comparada con la tuya. Ni porque todos te prefieran a ti. Tampoco es porque nunca estés. ― comenzó diciendo, casi en susurros, con la voz rota. ― Esperé esas palabras muchos años, hasta que me rendí. No tienes derecho a venir ahora a decirme esto ahora.

Miró al frente, no era capaz de mirar a su hermano a los ojos. Escuchó como se levantaba, y se dirigió a la puerta, pero antes de irse le dijo:

― No pienso rendirme.

Al cerrar la puerta tras de sí su hermano, Jihoon se derrumbó.



Gruñó por el dolor de cabeza que tenía, la resaca parecía aún peor, aunque tenía la sensación de que la noche anterior había pasado algo más que un lío. Tenía recuerdos borrosos. Mingyu se desperezó, tanteó buscando en su mesilla de noche el vaso de agua y se lo bebió entero.

Sentía las sienes palpitando y le dolía cada músculo de su cuerpo, aparte de tener el estómago como un volcán en erupción. Intentó rememorar lo que había pasado la noche antes, poco a poco se le hacían las cosas claras.

Recordaba haber bebido mucho como siempre, hasta el punto en el que no estaba en su sano juicio, se lió con un chico, y éste le invitó a ir a su casa. Mingyu se negó, él no buscaba sexo, solo besos breves, pero él joven siguió insistiendo. Recordaba como lo agarró y prácticamente lo arrastró hasta su coche, mientras Mingyu intentaba negarse, pero apenas podía andar dos pasos sin tropezar. Y desde ese momento, toda la noche estaba en blanco.

Sintió mucho miedo al recordarlo, no sabía qué había pasado esa noche, pero extrañamente estaba en su casa sano y salvo. Le agobiaba mucho saber qué pasó, solo rezaba porque de verdad el chico no le hubiese hecho nada. Buscó su móvil por toda la casa, pero tampoco parecía estar en ningún lado.

Tembló. Hasta ese momento no se había dado cuenta del peligro de lo que hacía cada noche, y deseó no tener ese terrible dolor de cabeza y recordar todo. Quiso llamar a alguien pero tampoco podía y tenía mucho miedo.

La puerta de su casa se abrió de golpe y Seungcheol entró por ella cargado con bolsas de la compra. Mingyu lo miró, sorprendido, pero a la vez aliviado, había echado mucho de menos a su mejor amigo.

― Se acabó. ― dijo Seungcheol, que dejó las bolsas en la repisa y se cruzó de brazos en posición amenazadora. ― No más fiestas, no más alcohol, no más chicos. No te vas a saltar las clases más. Vas a adecentarte, vas a estudiar y en cuanto no tengas estas pintas me harás un gofre. Me he cansado de esperar a que te des cuenta de lo estúpido que eres.

Mingyu, en vez de enfadarse, se limitó a sonreír y corrió a abrazar a su amigo.



Seungkwan estaba intentando elegir la camisa que mejor le quedaba, pero ninguna parecía ser la idónea. No es que fuese nada especial, iba a salir con Vernon a tomar un chocolate, pero le gustaba estar presentable ante él. Suponía que le tenía algún respeto especial, siempre que se veían a Seungkwan le hacía mucha ilusión y sentía pinchazos en el corazón.

Finalmente se decantó por la camisa blanca, aunque no le realzaba mucho el color de pelo, pero nunca era perfecto. Se miró una última vez en el espejo para asegurarse de que se veía bien.

¿Te gusta Vernon?

La frase de Seokmin resonó en su cabeza. Cada vez que lo recordaba solo quería pegarle un ladrillazo a su mejor amigo por meterle ideas raras, además de que era un absurdo.

Era consciente de que llegaba un poco tarde a la cafetería, pero no podía elegir bien conjuntos bajo presión. Con facilidad visualizó a Vernon, estaba en una mesa junto a la ventaja, sonriendo... al chico que intentó seducirlo en la clase la última vez.

Seungkwan frenó de golpe, ante de ellos lo viesen a él, se escondió tras una columna, y observó con atención el lenguaje corporal de ambos. El chico fuerte se reía muy fuerte, como si todo lo que decía era gracioso (gracioso será cuando te borre esa sonrisa de la cara), y Vernon asentía, parecía un poco incómodo, mirando constantemente a la puerta, buscándolo.

Se sentí satisfecho, Seungkwan ya no tenía razones para planear una muerte lenta para el chico fuerte ese.

Espera. ¿Por qué quieres matarlo? No es como si haya herido a un perrito. No tienes razones para odiarle. Solo está cerca de Vernon, y te molesta, se decía a sí mismo.

Seungkwan abrió los ojos de par en par, al verlo todo más claro.

¿¡Estás celoso!? No. No. No.

¿Te gusta Vernon? , resonó la voz de Seokmin en su mente.

Oh, dios, no puede ser.



Minghao volvió a llamar a su novio, pero éste no respondía. Quería contarle todo, todo lo que había pasado con Jun, como se sentía, pedirle perdón. Se sentía fatal hacia él, no solo era su novio, era su mejor amigo. La distancia no debería destruir cosas así, y tenía que arreglarlo.

No estaba seguro de qué hacer respecto a Jun... se merecía a alguien mucho mejor que él. No podía estar con Jun así, necesitaba primero hablar, sincerarse con su novio. Jun... era especial, pensó que nunca podría querer a nadie más de lo que quería a su novio, pero entonces apareció él, y ya no sabía lo que sentía.

Esperaba que lo llamase de vuelta con ansias. Era hora de que enfrentase sus problemas.


Angel On FireWo Geschichten leben. Entdecke jetzt