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Los recuerdos de la terrible noche vivida, hostigan y exprimen a mi cerebro. Me duele la cabeza, estoy exhausta. Sí mis sentidos no me fallan, apesto. Donnie se acerca a mí, con la misma ropa de ayer. Se volvió a soltar la melena, en sus ojos el cansancio evidente, dos aros negros alrededor de ellos la delatan. Saca de su bolsa un par de barras, barras de cereal.

-Esto fue todo lo que puede comprar, -no tengo el suficiente dinero ahora. -me extiende una, yo la tomo y dibujo una sonrisa sobre mis labios.

-Esto está bien. Gracias. -respondo adecuadamente. Me levanto de la silla, en cuando Donnie se sienta. Ella frunce el ceño. -Me iré, regreso en la tarde. Quizás para cuando vuelva, Chris ya haya despertado y podré hablar con él. -rompo un trozo de la barra de cereal y la lanzo a mi boca, está rica.

-Gracias por estar aquí. -me ofrece una amplia sonrisa. Yo le contesto lanzando un beso al aire.

-Chris es mi amigo. Es lo menos que puedo hacer. -asiento. Giro sobre mis pies, y salgo de la innecesariamente grande estructura con olor a medicinas y antibacterial.

***

Fantasear con mi cama justo ahora es una delicia, tengo que descansar y prepararme para lo que esa mujer tenga que decirme, hoy en la noche. Sin atosigarme, me dirijo por al corredor hasta mi apartamento. Buscar la llave no es indispensable, la puerta está entre abierta. ¡Demonios!

-Clarisa. -una voz fuerte y ronca, se derrumba y perfora mi canal auditivo, en cuanto abro la puerta.

-Leblanc. -digo sin preocupación. - Creí que esperarías hasta la noche. -me quito los zapatos y los tiro a cualquier sitio. -O que mandarías a alguno de tus hombres. -me desparramo en uno de los sofás, delante de donde ella está sentada con gracia y espalda recta. Cruza las piernas, el claror deja al descubierto sus tacones de aguja y una tobillera de piedras preciosas que cuelga de su pálido pie. Pequeños rayillitos de luces coloridas, inundan la habitación.

-No estoy para rodeos ahora. -sentencia. -¿Dónde estuviste? ¿Por qué no te vi ayer? Un cliente importantísimo, se quedó esperando. Tú nunca llegaste.

-Estuve en el hospital. A Chris lo balearon. -explico con brevedad.

-¡Qué lástima! -hace un puchero con su boca pintada de rojo enérgico. -Pero, Chris no te da dinero para vivir, Chris no paga este, desordenado lugar. -mira con desprecio su alrededor. -Chris no te ofrece beneficios. -Yo bufo, sonrío sin vergüenza. Tiene que estar bromeando.

-¿Beneficios? -digo como probando la palabra. -No me das beneficios. Por tres años y medio he estado trabajando para ti. Apenas y descanso. Ayer tenía que acompañar a mi amiga. Y eso hice. -todo el aire sale de mis pulmones. Y no estoy hablando con apuro. Me ofrece una sonrisa ladina, mi quietud no desaparece.

-¿Amiga? -golpea sus labios con uno de sus dedos. -Esto no volverá a suceder, firmaste un contrato. Me voy a la clausula uno. Párrafo cinco; hasta que el tiempo establecido expire, no puedes faltar ni olvidarte de tus obligaciones. -tengo ganas de reírme de nuevo. -Son obligaciones, -me repite. -Me perteneces hasta que tu contrato caduque. -asiente.

-No soy un objeto, no te pertenezco. -niego con vigor.

-Me perteneces, -hace énfasis en el "perteneces" -Te guste o no, tienes que cumplir. Sea como sea. -esta conversación comienza a parecerme agotadora.

-Si no tienes nada más que decirme, puedes irte. Porque ya comprendí tu punto. -restriego mis sienes.

-Vendrán por ti a las ocho. Más vale que estés. -se levanta y camina en dirección a la puerta. Se gira y una vez más estamos cara a cara. -Clarisa, no juegues conmigo. Sí lo haces, no tienes idea del infierno que podrías vivir. -me ofrece otra de esas sonrisas al estilo Leblanc que sólo ella sabe darme y mi estómago se contrae. Da un portazo cuando sale, y la tensión acumulada se desvanece con lentitud. ¡Santa Mierda!

¿Quién Eres? (CANCELADA)Where stories live. Discover now