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Clarisa.

Necesito irme. Sí, necesito irme de aquí ya. Intento quitar las sabanas de mis piernas, pero Donnie me lo impide desde antes de siquiera pensar en moverme.

— ¿A dónde vas? —Ahora soy el foco de atención. Porque cada quien me mira con precaución.

—Es que, necesito irme. Y me voy a ir. —insisto en tratar de quitarme la sabana, pero esta vez mis pies no se mueven. Continúo intentando. Mis piernas no me responden. Comienzo a alarmarme. Siento la sangre correr hirviente por mis venas, uou, — ¿Qué está pasando? — ¿Por qué, no puedo mover las piernas? —trato de respirar después que pronuncio cada palabra.

—Es porque estás sedada de cintura para abajo. —me responde Donnie.

— ¿Por qué? —me toco los muslos con gesto de desesperación en mi rostro.

—Porque, Clar. Tuviste un accidente en el que tu columna sufrió el mayor daño. Tus piernas están dormidas porque de este modo limitan sus movimientos y así tu columna sana más rápido. —cruza los brazos sobre sus pechos, eleva una ceja. Ella también está exasperada.

–– ¿Cuánto se supone que debo estar aquí? ––mi miedo repentino, se ha escapado. Pero, no pueden culparme. Cualquiera que haya tenido un accidente tan aparatoso, y luego despertar y no sentir las piernas, podría ser realmente espantoso.

–– ¿Qué no me escuchas, Clar? No puedes irte hasta que tu cuerpo se recupere un setenta por ciento. Como mínimo. ––Donnie me mira como si fuese obvio lo que me dice. Pero, ¿cuánto tiempo? Leblanc va a matarme. Aunque, estando aquí, nada puede pasarme, ¿cierto? Estoy lejos de sus garras, bueno. A una hora, pero lejos de sus garras. Estando con los chicos, no puede hacerme nada. ¿Verdad?

–– ¿Sigues con nosotros, Clar? ––Chris, esboza una tierna sonrisa. Luego de eso, nos enfrascamos en una plática sobre lo que ha pasado en los últimos días. Los días en los que no estuve, mentalmente. Basile me dice que el doctor que me atendió en cuidados intensivos cuando llegué, era todo un galán, y que seguro todas las pacientes a las que tiene que atender, fingen estar enfermas sólo para que él se vea en el deber de atenderles. Cuando suelto una risita, mis costillas se quejan, y la necesidad de sostenerme los costados está al alcance, como si eso fuese lo correcto para apaciguar el dolor. Después que se va calmando, puedo retomar mi posición anterior. Las caras de horror que proyectan mis amigos, se disipan y le dan paso a sonrisas cordiales.

Me fuerzo a olvidarme por un rato de Leblanc y de su odioso rostro.

Veo transcurrir la tarde, y como el sol se esconde para darle paso al ocaso, naranja y rojo que despide luces amarillentas por todo el cuarto. He dejado la comida sobre la mesa, al comprobar que a la sopa le falta sal, especias y todo lo necesario para que sepa bien. A penas y puedo tragar el zumo de alguna fruta que jamás había probado en mi vida, y que es la única cosa que nos sabe mal.

Mientras bebo, a través del fondo del vaso veo los obsequios que los chicos me han traído. Ellos de verdad me quieren, ¿y qué les he dado yo? <<Mentiras y nada más que mentiras>> Como siempre, mi maldita conciencia tiene razón. Y pronto, siento una extraña mezcla entre culpabilidad y tristeza, que me deja un terrible sabor de boca, que ni el jugo puede quitar.

Al momento en el que la puerta se abre, arrojo mis sentimientos estúpidos al rincón más lejano de mis memorias. Una muy esplendida Donnie, se interna. Llevando ropa nueva y limpia, con el cabello peinado y con maquillaje en el rostro. Yo debo lucir horrorosa, sí hace un par de horas intenté peinarme con la mano pero los nudos en mi cabello me obligaron a desistir. Trae tacones, se ve maravillosa. Siento envidia.

¿Quién Eres? (CANCELADA)Where stories live. Discover now