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Clarisa.

Titiritando de frío, consigo llegar al interior del tercer piso. El aire acondicionado se siente con más fuerza, estando en estas condiciones. Cada paso deja una huella encharcada. ¡Maldita Ellie!
Donnie ahoga un grito cuando me visualiza, abre demasiado los ojos.

—¡¿Qué demonios te pasó?! —su voz se eleva a la quinta potencia.

—Resbalé. —encogo los hombros involuntariamente. Miento, pero no por salvar a la perra de Ellie, si no porque no quiero armar un escándalo, a la primera hora de haber llegado.

—Puedes enfermarte. Ven, —mueve su mano para que me acerque y camine a su lado.
En la planta principal, las gemelas me ven con asombro y la preocupación podría palparse en sus rostros. Ellie no está en ningún sitio. ¡Gracias, Dios!

—¿Qué sucedió? —Basile es la primera en preguntar, luego se acerca a mí.

—¿Necesitas una toalla?—Bérenice coloca un mechón de su pelo, detrás de su oreja.

—Donnie, ya fue por una. —le digo, para luego estornudar.
¡Maldita sea! Espero que eso no signifique que he pescado un resfriado.
Donnie se acerca y me envuelve en una inmensa toalla. A veces llega a hacer tan protectora, que podría recordarme a mamá.

—¡Ay cielos! ¿Qué pasó, Clarisa? —Ellie se lleva una mano a la boca, fingiendo sorpresa y yo niego con vehemencia. Su delgado cuerpo, posee más hipocresía que sangre. Mis labios dibujan una sonrisa vacilante.

—No sé, dime tú. —enarco una ceja y su preocupación engañosa se esfuma.

—Pues, estás mojada. —responde sin mirarme. Donnie le examina el rostro como si buscara alguna respuesta adicional. Ellie no habla, y se retira en dirección a la cocina.

—Me iré a cambiar. —vocifero, el incomodo momento se rompe cuando yo camino y subo un trecho corto por las escaleras.

—Clar, espera. —Basile corre detrás de mí. Subiendo de dos en dos los escalones. Cuando está muy cerca, coloca una mano sobre mi antebrazo. —¿Por qué no dijiste que Ellie, te empujó? —doy un respingo. ¿Cómo es que sabe? Se supone que estaba yo sola allí afuera. ¿Ella se quedó? ¿por qué no delató a Ellie?

—Supongo que, para no ocasionar problemas. —me sostengo de ella para inclinarme y quitarme los tacones. Me cuesta un poco, porque primero debo desatar las cuerdas. La toalla sigue guindando de mis hombros. —Y tú, ¿por qué no delataste a Ellie, sí ya sabías lo que había hecho? —me incorporo con los zapatos en una mano.

—Supongo que, por la misma razón que tú. —mueve sus hombros.
Mi habitación es la segunda, del lado izquierdo. Dejo el calzado cerca de la puerta y camino un poco para escrutar la opulencia de nos rodea a mi y a Basile.

—¡Dios! Esto es más grande que todo mi apartamento. —me deslizo a través de la pequeña sala de estar.

—El lugar, no para de sorprenderme. —Basile separa una silla de la diminuta mesa y toma asiento.
Mis cosas ya están sobre la cama, ¡Qué rápido! El servicio es muy eficiente. El dormitorio y la sala están separados por un pared delicadamente decorada con obras de, no sé que artista.

Hay otro plasma enorme, una cómoda y un closet gigante del lado del dormitorio, adornado con una ventana grande, que al igual que la de abajo, tiene una vista espectacular. Muero por ver el ocaso, desde este ángulo.
Puedo imaginar el sol, al alcanzar la altura media, cuando bañe todo el lugar y arroje pequeñas lucecitas en todas partes.


—¡Estoy lista! —vocifero cuando tengo el cabello peinado en una coleta, un vestido informal y sandalias confortables. Sobre todo, cuando vuelvo a estar calentita y seca.

¿Quién Eres? (CANCELADA)Where stories live. Discover now