19

55 4 0
                                    


Clarisa.

No puedo ver. ¿Por qué? No puedo moverme, aunque le ordene a mis extremidades hacerlo. ¿Estoy muerta? ¿Estoy en el cielo? ¿Es el alma vagante lo único que queda de mí?
Vamos, eso no puede ser. Estoy pensando y divagando. Las almas en pena no hacen eso. Sólo son almas. ¿Cierto?
Oigo voces acercarse. Luego alejarse, y acercarse otra vez. ¿Por qué no puedo ver? ¿Qué sucedió?

—¿Cómo ocurrió? —pregunta una voz masculina. La conozco. Es Chris.
Chris está aquí.
No puedo escuchar lo que le responden de vuelta. ¿Con quién está? —¿Y sabes cuándo va a despertar? —se le oye demasiado afanoso.
En una nueva oportunidad, mis oídos no son lo suficientemente agudos como para escuchar la respuesta de quien esté con él.
Quiero volver a la realidad. Quiero volver a ver el mundo exterior. ¿Se podrá conceder mi humilde plegaria?
Quiero hablar, soy incapaz.
Ey, Dios, ¿tú si puedes oírme? ¿tratas de llevarme? ¿Estoy muriendo? ¿voy a vivir así mis últimos días en la tierra?

En los segundos que siguen, el dolor retorna, ataca letal y violentamente por todo mi cuerpo. Maldita sea, mi anatomía quiere retorcerse. No puedo hacerlo estando en este estado, cada gramo de sufrimiento se intensifica. Quiero llorar. Pero mis ojos tampoco son capaces de segregar lágrimas.

Siento como el ardor hirviente, se propaga por todos lados.

Las palabras quedan aplastadas bajo el silencio castigador. No, no, no. Quiero volver a oír. Me esfuerzo, bueno. Intento, trato de esforzarme. Pero ya no hay nada más que eso. Mudez.

—Ojalá que no puedas oírme. Bueno, pensándolo bien. Es bueno que pudieses oírme. —Ellie murmura. Le advierto muy cerca de mí. Puedo escuchar, puedo escuchar. Otra vez puedo escuchar. ¿Después de cuánto tiempo? —Yo, de entre todas las personas que están allí afuera, yo prefiero que mueras. —¡¿Qué?! ¿Me quieres muerta? Maldita zorra. Yo sabía, yo sabía, yo lo sabía. Nadie deja de ser malo porque sí. Ella quiere que yo muera. ¿Por qué me odia? No le he hecho nada.  Maldita sea. Lo sabía. —Sí te mueres, podré consolar a Donnie y así, podremos volver a ser tan unidas como lo fuimos en el pasado. —Espera, ¿Qué? ¿desde cuándo se conocen? ¿Me odia porque le robé a su mejor amiga? Sí, me odia porque le robé a su mejor amiga.
No fue mi culpa, en absoluto. Yo no hice nada. Donnie y yo sólo nos hicimos amigas por que el destino así lo quiso.
Además, Ellie prefirió viajar, prefirió casarse. Bueno, creo que se casó. Sí no, ¿quién ese ese Anthony del que hablaron las chicas hace unos días?
Espera, ¿días? ¿cuánto tiempo llevo así?

Las sombras se van acercando. Se le acerca la penumbra, no, no, no. Espera, espera. Quiero escuchar lo demás, quiero halarle la pequeña melena perfecta, y hacerle comérsela.
Okay, que la fiera interior me posea y me gobierne es nuevo para mí. Demasiado nuevo.
Siento la pesadez, después. No hay más nada. Sólo oscuridad.

—¿Puedes oírme? Clar, ¿puedes oírme? Por favor, contestame. —Chris a vuelto. Me habla muy suave y despacito. Chris, puedo oírte. Pero, ¿cómo te lo hago saber? —Necesito que regreses. Sí no, ¿quién nos pondrá mala cara a mí y a Donnie cuando estamos juntos? ¿Quién me dirá estúpido idiota? —se cuela una risita encantadora. ¡Ay, Chris! Te aprecio tanto.

La voz femenina me desconcierta, le dice algo a Chris en italiano, algo que él contesta con suma fluidez y sin problemas. Uau, Chris habla Italiano.
Lo que viene después, son sus labios cálidos sobre mi frente, para luego marcharse.
Seis segundos después, mi cuerpo palpa hilos convertidos en llamaradas que viajan desde mi brazo a mis extremidades.
No pasa mucho cuando la oscuridad vacía a la que ya me estoy acostumbrando, vuelve.

Huelo una fragancia familiar. Espera, ¿puedo oler? Dios mío, puedo oler. Estoy volviendo. Estoy volviendo. Señor, gracias.

Sigo sin ver, pero no me es imposible olfatear.

—Clar, —Es Donnie, su voz es la calma después de la tormenta. Puedo percibir su tono con mucha más claridad y nitidez. —¿Cuánto te vas a tardar en regresar? ¿Me tendrás esperando toda la vida? Necesito a mi mejor amiga conmigo. —sus palabras me hacen estremecer. ¿Por qué me invade la culpabilidad? ¿Es por lo que dijo Ellie?
No, no podría ser. Yo no soy culpable de nada.
<<salvo de mentirle a la única persona que te ha querido de verdad>>
¡Ay no! Era mejor cuando no tenía que lidiar con los odiosos comentarios de mi conciencia.
Muevo la cabeza para desecharlos.
Un momento. Puedo mover la cabeza, Dios mío, puedo mover la cabeza. Aunque me llene de dolor y molestia hacerlo.
Quiero saltar y brincar en un pie. Puedo moverme.

Abro de poco en poco los ojos. Tengo que cerrarlos de un tiro porque la claridad me molesta. Vuelvo a intentar, pero más despacio y parpadeo unas cuantas veces para que mis pupilas se acostumbren a la luz tenue del cuarto de hospital. ¡Genial! Odio los hospitales.
Siento el cuerpo pesado, y quebrantado, como si un camión me hubiese pasado por encima.
Bueno, me arrolló una motocicleta. Así que es algo parecido.
Observo todo, las paredes claras, la puerta blanca, las ventanas, el cielo es muy azúl hoy. Es temprano. Por la ranura que se encuentra entre el marco y el vidrio abierto, se cuela la brisa vespertina Italiana. 

Mi cuerpo, mi cuerpo es un completo desastre.

Tengo una pierna, envuelta en un duro yeso, la otra está cubierta de moretones. Las rodillas, tienen costras protectoras en las raspaduras que antes estuvieron al descubierto. Mi visión continua ascendiendo y se encuentra con los moretones multicolores que se alojan en mis brazos. También siento presión en el cuello. Tengo un collarín.

Mis poros están demasiado abiertos, o mis sentidos están muy susceptibles. Porque percibo cada sensación más de lo que cualquier otro sería capaz de hacerlo.
La carne se me congela. ¡Tengo frío!
Donnie está con la cabeza abajo, escondiendo mi mano bajo la cascada de cabellos rojizos. Le muevo con cuidado y ella se yergue con demasiada rapidez. Parpadea una par de veces cuando me ve. No puede creerlo. Los aros negros alrededor de los ojos, delata todo el tiempo que lleva sin dormir. Sus pupilas rojas, me indican todo lo que ha estado llorado.
Le ofrezco una débil sonrisa, y ella salta para abrazarme.
Mis costillas se quejan, mi cuello se queja. Hasta mi cabeza, pero evito gemir de dolor para no romper su cariñoso abrazo. Está caliente, mi frío se va.

—Ayyy Clarrrr. —me estruja la mano. Eso también me duele. ¡Demonios! —Estás aquí. Estás aquí. —me acomoda un mechón de cabello que se ha situado sobre mi frente, porque he agotado la poca fuerza que me queda, y no puedo hacerlo yo misma.
Me deja sin decir una palabra, y abriendo la puerta, saca medio cuerpo para avisarle a todos que estoy despierta. 
Ella vuele a entrar y luego de unos minutos, los murmuros se van intensificando. Todos están dentro, las gemelas, Chris y hasta Ellie, ella me ve con una sonrisa cínica e hipócrita. Perra.
Las manos de ellos, no están vacías, traen globos, flores y pequeñas cajas de bombones. ¿Todo eso es para mí? Han conmovido a mi corazón.

—Estamos felices que estés bien. Y que estés recuperándote. —Bérenice es la primera en dejar sus obsequios en la mesa del pie de la cama médica.

—Agua. —mi voz sale y se convierte en un graznido patético. Necesito agua. Donnie se apresura en acercarme un vaso plástico repleto.
Cuando mojo mis labios, y mi garganta se lubrica, me siento mejor. Mucho mejor.

—Te ves horrible. —Chris me ofrece una sonrisa juguetona. Yo le enseño mi lengua.

—Yo también, —me aclaro la garganta. —Yo también me alegro de verte. —sonrío.

—Todos te quisimos traer algo. Sentimos que era nuestro deber. —Basile me mira con dulzura. No recuerdo haberla oído mientras estaba inconsciente, ni a Bérenice.

—No se hubiesen molestado. —bebo lo que queda en mi vaso.

—Es que, quisimos hacerlo. —Ellie me dice, ella también me compró un regalo. Yo le observo seria. ¿Hasta que grado llega su hipocresía?

—¿Cuánto tiempo llevo aquí?—coloco ambas manos sobre mi regazo.

—Tres semanas y media. —me responde Donnie. ¡¿Qué?! Demonios, demonios, demonios. ¿Cómo que tres semanas? No conseguí el dinero. Leblanc va a matarme. Ella seguro va a matarme, sobreviví a esto, pero cuando ella se entere que no tengo su asqueroso dinero, se asegurará de mandarme al otro mundo. Maldita sea, y se suponía que después de este viaje, sería libre. Ya no tendría que volverle a ver. 

Es así como toda la alegría que experimenté al sentir vida en mi cuerpo, se desvanece al recordar todo eso.

¿Quién Eres? (CANCELADA)Where stories live. Discover now