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Desconocido.

Estoy seguro de que la dirección es la correcta. Pero, ¿por qué sí he llamado a la puerta durante veinte minutos, sigo sin obtener respuesta del otro lado? ¿Y sí no está? Entonces habré volado, cinco horas, en vano.

Mis nudillos entran en contacto, nuevamente con la madera fría de la puerta de su apartamento. Pero todo lo que obtengo de regreso, es nada. Silencio sepulcral. Soy un tonto, soy un estúpido. Sólo a mí se me ocurren semejantes bobadas. Es mejor que me dé por vencido y me vaya.

Quizás es mejor así, ¿y sí salía? ¿Qué podría decirle? –Mucho gusto. Te he perseguido sigilosamente durante cinco meses, y tú ni siquiera te has percatado de mí cercanía. Me gustaría que nos conociéramos y saber más de ambos. – ¡Por Dios! Suena mucho peor cuando lo analizo y sopeso en lo más profundo de mi cerebro. No necesito esto, no lo necesito.

Exijo estabilidad, y tú mi querida Clarisa, no me la otorgas.

Doy media vuelta para irme, pero en eso, la puerta que está frente a la de ella, se abre y pronto una señora con el cabello sujeto en rollos, vestida ordinariamente, que mientras hace novillos con un cigarrillo, sale al corredor. ¿Está permitido fumar aquí?

–Disculpe, señora. –sus parpadeos se mueven en cámara lenta. Y tarda unos segundos en mirarme. En su rostro, las arrugas hacen demasiado énfasis. Sin duda, los estragos de una vida abusando del consumo del tabaco. Está esperando impaciente. – ¿Sabe, sí la chica que vive allí, –señalo con mi dedo, hacía atrás. –se encuentra en casa? –Le da una calada a su cigarrillo y expulsa la bocanada de humo frente a mis narices. ¡Vaya modales!

–No, desde que se fue de viaje no ha regresado. Me temo que ya no volverá. –hace un ademán con la mano para que me aparte, mis pies se mueven automáticamente.

– ¿Sabe dónde está? –ahora sólo veo su espalda, y sus pies caminando para alejarse. Niega con lentitud. Y se escapa de mi campo de visión cuando sigue por el pasillo y cruza a la izquierda.

¡Maldición! Recuerdo esa vez en la que una de las mujeres que trabajan con ella me dijo que estaba de vacaciones. Pero eso ya fue hace mucho. Y sí quizás la señora tenga razón, quizá ella, ya no vuelva jamás.


Clarisa.

Aunque me rehusé a que Chris me llevase en brazos hasta la puerta, tuve que pedirle que me ayudara a entrar a la casa en la villa, para poder pasar con mi estúpida silla de ruedas. Me siento una imbécil, todo lo que anhelo en este momento es sanar. Parezco una anciana. Chris lanza un silbido cuando sus ojos vislumbran todo el espacio.

– ¡Está increíblemente inmenso! –está caminando detrás de mí.

De mala gana, ruedo la silla para estar cerca de todos.

–Nada se compara con la inmensidad de las camas. –Donnie dispara una mirada ardiente a Chris, de la que él no se percata porque está demasiado ocupado observando cada rincón del lugar. Ella arruga el seño, las ganas de soltar una risita florecen en el fondo de mi estómago, pero al recordar todo lo que me duele hacerlo, se me olvida.

–Necesito cambiarme. –Basile, sitúa una mano en mi hombro. Alzo mi cabeza para verle y ella me regala una sonrisa cariñosa. –Volveré pronto. –dibujo una línea fija con mis labios, y le respondo con una asentimiento.

–Espérame, yo también necesito un cambiazo. –Bérenice trota para sincronizar los pasos con su hermana que ya se dispone a subir las escaleras.

¿Quién Eres? (CANCELADA)Where stories live. Discover now