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Desconocido.

Maldije cuando tropecé contra la puerta acristalada, me había lastimado la mano vendada. La soez palabra, provocó que varios ojos se situaran en mí. Me vi en el deber, de asentir con lentitud y ofrecer sonrisas de disculpa a mis empleados. Ellos jamás me habían oído decir alguna mala palabra. El ambiente de las oficinas se encontraba bastante ajetreado, como de costumbre.

Me ofrecieron el café matutino y rutinario.

..."Sus ojos eléctricos me siguen a donde vaya"... Interesante elección de palabras. La melodía se coló desde algún sitio, desconocía el lugar del que provenía. Pero vaya que definía mi condición a la perfección. Era cierto, su mirada se escabullía en todas partes, incluso sí no estaba aquí. Esa mujer que tantas veces vi, y que seguía viendo a pesar de la distancia, se estaba adueñando de mi ser y metiéndose bajo mi piel. El problema era éste; ella no lo sabía, y yo ni su nombre busqué.

Clarisa.

La incandescente luz, me ciega algunos segundos, pero parpadeo para acostumbrarme a ella. Coloco mi mano derecha protectoramente sobre mis ojos y cuando ya no es necesario, la quito.

Escucho cómo una puerta al fondo del lugar se abre, para luego cerrarse de porrazo. Los pisotones impetuosos de unas figuras corpulentas y hundidas en oscuridad, vienen después. Dos chicos bastante familiares, se vuelven ostensibles en cuanto la claridad manosea sus cuerpos.

-¿Qué hay? -hablo sin mover ningún musculo facial.

-Ford. -responden al unísono. Se cruzan de brazos en completa sincronía, ¡qué coordinación!

Taconeos se dejan oír en breve tiempo, y suelto toda la respiración acaparada.

-Vaya, vaya, vaya... -¡esa voz! ¡Maldita sea! -pero miren a quién tenemos aquí. -Leblanc se suma a la luz fluorescente. -Te dije que no podías faltar otra vez y ¿qué haces, tú? -lleva su dedo índice a su barbilla. -Faltaste, -agrega. -faltaste, sin importar lo que te había ordenado.

Sus hombres caminan y se sitúan a ambos lados de mí. El corazón comienza a latirme fuerte. Me toman ambos brazos, me hacen daño. ¡Auuch! Comienzo a forcejear pero ellos ni se inmutan. No desisto y continúo haciéndolo. Leblanc se acerca para quedar a centímetros de mi rostro, obligándome a parar en seco. Se aleja y sonríe. Sus ojos cambian para volverse rojos, llenos de ira. Su sonrisa desaparece. Trato de zafarme nuevamente del agarre hercúleo, pero es inútil.

Leblanc estampa su puño contra mi mejilla, en cuanto los segundos pasan, el dolor invade casi la mitad de mi rostro y puedo sentir la salinidad de mi propia sangre, me recorre fría por la comisura del labio y desciende por mi barbilla. ¡Maldita! Vuelve a golpearme, esta vez en la otra mejilla. Mis ojos se cristalizan y tengo que sorber lo suficientemente fuerte como para impedir que nuevos visitantes aparezcan, mis oídos se tapan.

-Creo que con esto, no pensarás en faltar de nuevo. Quizás para la próxima, no la cuentes. -se toma la mano con la otra y de este modo esconde el hematoma que se le formó sobre los nudillos. Los hombres me sueltan con rudeza y de pronto siento que los brazos me duelen también. Desaparecen en la oscuridad y cuando estoy segura de que se fueron, mis rodillas se encuentran con el suelo. Me limpio con el dorso de la mano la sangre, y una lágrima comienza deslizarse por mis mejillas recién maltratadas. Mi cuerpo se estremece, me acuesto sobre el piso sucio y allí comienzo a llorar de verdad.

***

El espejo de casa revela la horrible contusión de mi rostro, parte de mi labio y mejilla izquierda, están hinchados. Me llevo una mano a la boca reprimiéndome la necesidad de llorar. Las marcas rojas, de agarre forzoso sobre mis brazos, desvían mi atención. ¡Demonios! Parece que un auto me pasó por encima. ¿Hasta cuándo tendré que soportar todo esto? ¿Cuánto tengo que aguantar? -un año y medio. -mis pensamientos responden, a través del vacío del silencio.

¿Quién Eres? (CANCELADA)Where stories live. Discover now