Capítulo 3

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—Realmente se ve negra a la luz de la luna— Will observó sus manos cubiertas de sangre, Hannibal le ayudó a ponerse de pie frente a él.

—Ves, esto es lo que siempre quise para ti, Will— hizo una pausa, ambos jadeaban exhaustos — para los dos.

—Es hermoso— sonrió Will aferrándose a sus brazos, luego segundos de contemplación, de tranquilidad después de la eufórica pelea, abrazó a Hannibal y se meció, era el momento indicado, con un poco más de fuerza ambos cayeron, unos labios rozaron los suyos, el golpe del agua lo aturdió mas no deseaba soltar a Hannibal, cuando en realidad era él quien lo apresaba debajo del agua, dos minutos más y Will perdió la conciencia, entonces salieron a flote, Lecter lo llevó hasta la orilla sobre la arena, lo colocó boca arriba, le dio respiración de boca a boca y presionó bajo el diafragma hasta que expulsó el agua en sus pulmones, parecía que se recuperaría comenzaba a despertar, el doctor puso el antebrazo en su garganta y apretó las vías respiratorias consiguiendo que se desmayara. Lo arrastró detrás de unos matorrales donde había un auto escondido con las llaves puestas, Chihyo había hecho su trabajo, un último favor. Subió a Will en el asiento trasero, le inyectó un sedante que tenía en la guantera y condujo, tras algunas horas llegó a casa de Du Maurier, llevó consigo al agente Graham y entró a la casa.

Bedelia se disponía a salir de la casa con dos maletas, mismas que cayeron de sus manos al ver entrar al caníbal por la puerta, sus ojos se abrieron con asombro.

—Necesitaré tu equipo de primeros auxilios— dijo el lituano con tranquilidad pasando a su lado para dejar a Will sobre la mesa de la cocina.

La mujer corrió hacia la puerta pero antes de poder salir fue atrapada por Hannibal, él la cargó con facilidad y apretó su garganta, el rostro de Bedelia se tornó rojo y se desmayó, la colocó con cuidado sobre el piso y cerró la puerta. Cuando estaba suturando la herida del hombro de Will bajo las lámparas del comedor, después de haber hecho lo mismo con las suyas, el teléfono de Bedelia resonó en la casa, el identificador de llamadas no arrojó ningún número conocido y Hannibal levantó el auricular dejando que el interlocutor hablara primero.

—Doctora Du Maurier, la avioneta que pidió está lista, el auto que enviamos para usted se retrasó un poco, estará en el hotel Richmond en treinta minutos más. ¿Desea hacer algún cambio?— preguntó una mujer joven.

—Habla el doctor Blake, mi esposa desea que nos recojan en casa, aún nos falta preparar algunas maletas, usted sabe, será un viaje largo.

—Por supuesto señor, estará ahí en una hora.

—Gracias— colgó, tenía el tiempo justo para preparar todo.

******************

El dolor de cabeza era insoportable para Will al día siguiente, sus sienes palpitaban, se levantó y un mareo lo dejo inmóvil un momento, en sus manos había sangre, la sangre de Bedelia, se acercó al armario de donde Hannibal había sacado ropa para él, había dos cambios más, tomó uno y buscó el baño. Tomó una ducha larga, estaba cansado de pensar, de soñar, recordó sus alucinaciones, habían sido tan reales, tan perturbadoras. Era temprano y tenía una erección, intentó masturbarse pensando en Molly, en su calidez y su ternura, pero era como ensuciar su recuerdo, un flashback del beso de Hannibal alejó cualquier posibilidad de distraer su mente incluso en los momentos en los que la naturaleza de sus necesidades humanas lo apremiaban.

Salió del baño vestido, en la planta baja se escuchaba el siseo de la sartén, todo aquello era una locura, una maldita patraña, rió para sí mismo al parecer la única necesidad que su cuerpo podía cubrir ahora, sería el alimentarse, bajó las escaleras y fue a la cocina donde su casero ya tenía listo el café y pan tostado sobre la barra del desayunador.

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