Capítulo 10

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Cuando Hannibal y Will llegaron a casa esa noche, todo parecía tan real, tan diferente para Will, su nuevo ser había tomado el control de él esa noche, mientras el doctor Lecter llevó la carne al frigorífico Will fue directo al salón, se quitó la corbata, el saco y las mancuernillas, lo dobló sobre una de las sillas y se acercó al clavicémbalo. Pasó sus manos por el teclado tocando algunas notas al azar. Se sentó e intentó tocar algo simple, pero con la poca práctica fue difícil identificar las notas en el teclado doble.

Hannibal entró con dos copas y champaña, Will bajó las manos del teclado y lo miró con el seño fruncido.

—Es una noche especial Will, debemos brindar apropiadamente.

Lecter destapó la botella con el sonido singular, sirvió y luego la dejó en el balde con hielos.

—¿Tocarías algo para mí?— preguntó Will aceptando la delgada copa.

—Por supuesto— puso su bebida sobre la misma mesa donde había algunos libros y se sentó al lado de Will desabrochando su saco, pasó sus manos por las teclas, el sonido fluyó continuo y suave, Will sonrió, le gustaba ese sonido, esa vida, era así como deseaba estar siempre.

Will se levantó del banquillo y comenzó a mover los dedos como si dirigiera la música, recordó por un momento a su padre tocando la guitarra y cantando en sus noches acampando frente al fuego en algún lugar de Estados Unidos, fue un recuerdo alegre y fugaz que duró en su mente hasta que Hannibal tocó la última nota.

El doctor fue hasta la chimenea, puso unos maderos y la encendió, Will caminó hasta el librero del otro lado pasando sus dedos por el lomo de los libros sin decidirse a tomar uno, en realidad ni siquiera sabía por qué lo hacía, simplemente no quería racionalizarlo. Hannibal se sentó frente a la chimenea y Will hizo lo mismo frente a él. Will lo miró sin comprender el inexorable capricho del destino, tan inexplicable como el propio capricho del hombre que tenía delante obsesionado o enamorado de él.

Pasaron así en silencio un momento hasta que Will se levantó decidido a irse a la cama, sin embargo, Hannibal se levantó también y lo detuvo del brazo, se miraron mutuamente, frente a frente recordando la complicidad entre ambos durante esa noche. Lecter le desabrochó la camisa lentamente, sacándola de sus pantalones dejando que se deslizara por sus hombros, sin que Will apartara la vista, la contemplación de los momentos efímeros le permitían al doctor Lecter guardarlos en su palacio mental donde Will ya compartía un lugar importante.

El doctor tomó con uno de sus dedos el líquido dorado de la copa a medio beber de Will y dejó caer gotitas efervescentes en el pecho de Graham, una se deslizó por sus pectorales hasta el pezón rosa y se balanceó en la protuberancia creciente por el líquido frio, como una gota de rocío en la punta de un limón, entonces Hannibal la bebió, apretó con sus dientes la carne y la succionó, Will frunció el seño y llevó sus manos a la cabeza del lituano, se transportaron a la capilla Palatina en Palermo, justo en el atrio principal, la luz de las velas era lo único que alumbraba el lugar, estaban solos bajo la atenta mirada de las imágenes sacras, del Cristo todo creador, de los santos y lo íconos religiosos. Will imitó a su mentor y le deslizo el saco y la camisa, sus ojos miraban los labios delgados del hombre frente a él; Hannibal lo tomó por el brazo y lo atrajo a su cuerpo, besó sus labios y Will cerró los ojos, correspondió el beso con lentitud y pasión, succionaba de una manera suave la lengua y el aliento del doctor como si obtuviera vida de ese aliento enfriado por la champaña; sus manos se pasearon por la ancha espalda del lituano, su piel era suave y firme al tacto, la recorrió hasta que encontró una cicatriz redonda, abrió los ojos con sorpresa y Hannibal lo miró, Will le indicó con su manos que se girara y él lo hizo, entonces observó las cicatrices, la primera estaba a en la apófisis espinosa debajo de la nuca, era una cicatriz en forma de estrella, como la que deja una bala, Will podía reconocerla, la bala no había entrado seguramente detenida por algún objeto metálico, la tocó con sus dedos y la besó, siguió su camino por la columna y más abajo en el área lumbar estaba la marca de los Verger, pasó su lengua por cada una de las formas en esa marca, deseaba curarla, quitarla de ese cuerpo, sintió el calor del hierro, el aroma a carne chamuscada y el ardor sobre la piel, se quedó de rodillas sintiéndose débil por sus pensamientos abrumadores.

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