Capítulo 5

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Anteriormente a mi no hubo nada creado,

A excepción de lo eterno, y yo duro eternamente.

¡Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!

Dante, Canto III.

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Hannibal lo llevó de la regadera a la habitación, removió las sabanas para que se introdujera en la cama, Will lo miraba atento, tenía una toalla sobre los hombros y el doctor se disponía a secarlo ya que él no se movía, pasó la toalla sobre su cabeza sacudiendo su cabello, Will lo tomó de las muñecas y con tranquilidad le alejó las manos, la toalla cayó al piso, Hannibal ladeó su rostro para apreciar lo que Will tenía en mente sin llegar a comprender, Will soltó sus manos y llevó las suyas a la ropa mojada del doctor y comenzó por quitarle el chaleco, luego la corbata, la camisa; la ropa mojada hizo un chasquido al ser arrojada al suelo, se acercó lo suficiente para tocar el cuerpo frío del lituano, lo observó como Hannibal solía hacerlo, comprendiendo la anatomía, encontrando maravilloso y hasta cierto punto apetecible la composición de su cuerpo. Y justo en ese momento comprendió las palabras de Chiyoh, la existencia de otros medios de influencia además de la violencia, si él quería gestar un cambio debía traspasar los límites de lo vulgarmente aceptable, la violencia traería sólo eso, violencia, una y otra vez, pero ahora su influencia debía ser desde otra vertiente, una no experimentada, tal vez aún más poderosa que la del doctor, por primera vez en mucho tiempo tenía curiosidad.

Pasó sus manos sobre el pecho de Hannibal y pegó su rostro en espera de escuchar los latidos. Estos eran lentos y apenas audibles, se percibían gracias al flujo de la sangre por las venas, Will cerró los ojos, entre ellos había un convenio implícito, la vida de Will se reducía a un antes y un después de Hannibal, su influencia lo había convertido en hombre cuando todos lo veían como un niño autista, el último paso que los separaba lo había dado sobre el acantilado; el más joven se sintió perdido en el regato de sangre en su oído, como si estuviera ahí sumergido, recorriendo el cuerpo de Hannibal desde dentro arrastrado por el torrente sanguíneo. Will se abrazó a él, levantó el rostro despacio, se miró en los ojos de Hannibal y lo besó sobre los labios.

El psiquiatra no parpadeó lo miraba y respondía, cerró sus brazos masculinos y largos sobre el cuerpo de Will sintiendo la transmisión de calor de la piel ardorosa a la suya. Will siempre tenía la temperatura corporal elevada, su mente trabajaba tan rápido que el hipotálamo debía estar todo el tiempo regulando su sistema, eso era lo que producía ese aroma tan dulce que llegaba a sus fosas nasales.

Hannibal, el hombre que no elevaba su pulso ni con la más atroz escena de un crimen podía reconocer la pasión que encumbraba su cuerpo en ese momento, sólo Will podía ser capaz de algo así, de cambiarlo, de llevarlo hasta una conexión tan poderosa que se convertía en una simbiosis, donde ninguno podría sobrevivir sin el otro.

Lecter lo llevó con calma hacia la cama, con paso lento y sincronizado, Will se sentó y se sintió cambiar, en su mente había alguien más, alguien que deseaba ese momento, una proyección del mal, su expresión cambió y una súbita confianza sobre lo que hacía lo abrumó, posó sus manos sobre la cadera del mayor para quitarle la ropa restante, mientras lo hacía le sonrió, era una sonrisa vanidosa y tétrica, Hannibal le sonrió en respuesta y bajó las luces de la habitación sólo para dar un ambiente cálido al encuentro. Llevó sus labios a los de William y esta vez exploró con calma su boca mientras lo recostaba, besó su rostro, su barbilla, el cuello, bajó por su pecho y Will cerró los ojos intentando disfrutar de ello, pero la imagen de ser diseccionado se pegó en su mente, bajo los besos de Lecter su pecho se abría como si su boca fuera la hoja de una navaja, vio su corazón palpitante en medio de las costillas separadas, abrió los ojos asustado y Hannibal lo miró.

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