Capítulo 17

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Mis muy queridos lectores, por fin un capítulo más, debo decir que estos últimos capítulos han sido un tanto abrumadores pues la inspiración no siempre viene a horas convenientes del día, es una musa escurridiza y bastante traviesa, pero al final ha regresado a mí y espero convencerla de que se quede. Así que espero disfruten de éste capítulo. Gracias por su apoyo y por su preferencia. 

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Chiyoh regresó a la casa de Fitzrovia en el momento justo en que Catherine O'flahertie salía del consultorio privado del Dr. Blake, la chica rubia le sonrió cuando pasó junto a ella hacia la puerta principal. Chiyoh correspondió, dejó libre de la correa a Hunter y caminó por las habitaciones. En el consultorio, Hannibal leía con tranquilidad la carta de Lady Murasaki escrita en hiragana y kanjis. El doctor percibía la calidez del aroma de la tinta sobre papel hecho de bambú, la carta en sí misma era una obra de arte, Lady seguramente la había escrito en su mesa baja de caligrafía, sentada sobre sus talones con el lacio cabello moteado de plata, recogido con una preciosa peineta de oro y pequeños pájaros colgando de ella, sus manos pequeñas y delicadas trazaban con perfecto pulso cada kanji. Como en otros tiempos le había enviado un haikú, Lecter reflexionó acerca del gran poder del lenguaje, lo realmente valioso que tenía la humanidad, la capacidad de significar un simple conjunto de signos que al ordenarlos podían convertirse en un bosque de significados, con una infinidad de interpretaciones.

En su carta Lady había utilizado sólo las palabras necesarias para que él comprendiera su amor, su preocupación, y su esperanza de que tuviera una vida diferente a la que había elegido, aun cuando la separación había sido necesaria y principalmente llevada a cabo por ella. Entonces Hannibal entró a su palacio mental, recorrió el recibidor que era ni más ni menos que la capilla Palatina, siguió caminando y un pasillo a un costado del altar lo condujo hacia unas escaleras de mármol, subió por ellas con tranquilidad sintiendo el frío material del pasamanos, llegó al piso que deseaba en la inmensa construcción y abrió la puerta, se encontraba ahora en el pequeño departamento de Lady Murasaky en Francia, lo recordaba tal y como era, con el gran biombo de fondo decorado con una escena del monte Fuji en Japón, la luz tenue y cálida entrando por las ventanas, el aroma a lirios y la tranquilidad que ello le proyectaba con su decorado y arquitectura oriental. El tatami crujió bajo sus pies descalzos al dirigirse al cuarto de baño, se arrodilló y deslizó con un suave movimiento el shoji que dividía las estancias; dentro una bella mujer japonesa se introducía con delicadeza en una perfumada tina de baño circular, su perfecta figura y sus electrizantes ojos negros habían hecho que algunos hombres perdieran la cordura por ella. Hannibal en cambio la admiró como admiraba cualquier objeto bello y digno de asombro, sin sentimentalismos, aun así, no logró evitar pensar que de no haber sido por la búsqueda de venganza en su pasado habría podido tener una vida llena de tranquilidad con esa persona, quien una vez pudo sacarlo de esas terribles pesadillas que le atormentaban tras la pérdida de Mischa.

El doctor Lecter abrió los ojos alejando cualquier tipo de nostalgia. Sin pensar había adoptado la postura que Will cuando éste se sumergía en su "arroyo" cuando buscaba tranquilizar su mente. Le divirtió pensar que Will había logrado un ligero cambio en su conducta, se movió hacia delante poniendo la espalda recta y apoyó los codos sobre el escritorio, cruzó los dedos y colocó su barbilla sobre sus manos entrelazadas, reflexionó sobre que tanto poder le había otorgado a Will en todo ese tiempo, y de súbito, el pensamiento le genero un apetito de Will, de su mente, de su cuerpo y de su sola presencia. Durante el tiempo que estuvo cautivo en Baltimore la imagen de Will frente a La Primavera, le permitió retratarlo una y otra vez en sus alegorías pictóricas de algún mito griego, sin embargo ahora, con todo lo compartido, le causaba una inapreciable sensación de necesidad, como si de repente al no verlo, pudiera olvidar su rostro.

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