Capítulo 8

6.6K 701 261
                                    


El sonido del goteo reverberaba en la habitación, Will estaba sentado a la mesa frente a Bedelia, detrás de ella resplandecía la luz de una pantalla blanca que apenas le dejaba ver su forma a contra luz, lo miraba con sus ojos brillantes, el sonido de goteo pertenecía a las gotas de sangre que caían desde la mesa como si del centro brotara un pequeño charco que se expandía, una a una las gotas golpeaban con fuerza el piso elevando el golpeteo audible, como un bum cada vez que las gotas caían y se juntaban en el piso.

—¿Te ha seducido por fin con su extravagancia?— preguntó ella.

—No— Will estaba encadenado a la mesa metálica como si se tratara de un interrogatorio.

—Intentas engañarte a ti mismo, porque no hay diferencia entre el monstruo y el hombre, con sus finas maneras y su trato cálido, el peligro y la muerte no tienen porque llegar esbozados en un manto terrible Will Graham, pueden alcanzarte aun en el aliento perfumado de un amante.

—Hannibal no es mi amante.

—Son amantes—afirmó— el amante puede ver en el cuerpo el reflejo del alma de su amado, si no lo amaras no podrías verlo como él puede verte a ti. El amante aspira hacia lo amado y el acto de amor engendra en la belleza. Es tan grande tu amor hacia él que puedes ver belleza en sus actos.

Mientras Bedelia hablaba la sangre se desbordó de la mesa y caía en un río espeso.

Hubo un zumbido ensordecedor que evitó comprender lo siguiente de la voz de la doctora y Graham despertó; miró a su alrededor y junto a la cama Hunter lo miraba como si estuviera preocupado, ladeando la cabeza. Will frotó su rostro con las manos y escuchó las gotas pesadas que se escapaban de la regadera, fue directo al baño acariciando la cabeza del perro en el camino.

Se duchó, y frente al espejo se miró como un extraño, sacó de un cajón una máquina de afeitar desechable, las tijeras y se deshizo de la barba, sabía que crecería rápido pero no podía importarle menos, pasó con cuidado la navaja, la cicatriz en su mejilla había cerrado por completo por lo que apenas era visible, con las tijeras cortó un poco su cabello para darle forma, tal como había aprendido a hacerlo con su padre, de niño, aprendió algunas cosas que de haber tenido dinero no hubieran sido necesarias. Pensó en Hannibal, no era su padre, no era su amigo, no era su amante, tal vez su maestro, pero actuaba como todo eso a la vez, ¿qué era lo que Hannibal realmente amaba de él?, ¿qué puede amar alguien que disfruta del miedo y la desgracia en los demás? exhaló pesadamente y fue hacia el vestidor.

Se decidió por una camisa azul cielo, pantalones de vestir azul marino y zapatos de gamuza. En mayor o menor proporción tal como su inconsciente se lo había dicho era el reflejo de Hannibal. Salió de su habitación al mismo tiempo que el doctor, ambos se miraron y fue Lecter quien rompió el silencio.

—Buenos días Will, al fin usaste la colonia.

—Buenos días Hannibal, era momento de cambiar.

—El cambio te sienta bien.

Bajaron las escaleras al mismo tiempo, Will imitaba inconscientemente los movimientos elegantes y cadenciosos de Lecter sin siquiera prestar atención a la mirada del mayor quien encontraba esas pequeñas similitudes agradables. Se dirigieron a la cocina, Will mencionó que quería prepara el desayuno y Hannibal no se opuso.

—Seré tu ayudante ésta vez— dijo el doctor sacando algunos utensilios— ¿qué tal un desayuno inglés? Puedes cortar los vegetales.

Graham asintió y aceptó de sus manos los insumos y utensilios. Mientras se daba a la tarea de rebanar champiñones, queso y jitomate, Lecter pasó por su cintura un mandil y lo ató con cuidado desde atrás, dejando la tela ceñida sólo lo suficiente, no pudo evitar ver el corte rudimentario sobre los champiñones, llevó sus manos a las de Will y le mostró como debía cortar, con rapidez y precisión levantando apenas el cuchillo de la tabla, el aroma de Will esta vez era más perceptible, enmarcado por la colonia que había comprado para él, las notas cítricas se amalgamaban a su esencia corporal, era como estar parado en medio de la lluvia en un campo de limones, se veía más joven sin la barba, siempre le pareció delgado pero ahora se notaba un poco más con la ropa a una medida adecuada.

Curiosidad Where stories live. Discover now