Capítulo 23

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Berlín, Alemania.

El sol emergió lentamente detrás de la Catedral de Berlín coloreando de rojos y purpuras los nubarrones en el cielo, Hannibal miró con detenimiento el brillante disco amarillo que se elevaba sobre las cúpulas verde marino de la preciosa catedral, construida a las orillas del río, aquella vista le recordaba Florencia, las cúpulas de los palacetes vistos desde lo alto de un balcón y los antiguos puentes de piedra que se reflejaban en el agua de los canales, pero no estaba en Florencia y tampoco en el balcón de una villa florentina, miraba a través de la ventana del pequeño departamento de un edificio viejo donde Chiyoh se hospedaba. El aroma a humedad no le molestaba, identificaba en él los vapores de su antiguo dueño, un poco de tabaco, hollín de la chimenea y tierra húmeda de las plantas apostilladas sobre el grueso marco de la ventana; fue ese último aroma lo que le había llevado a asomarse por el vidrio hacia la ciudad, era casi el mismo aroma que percibía en Will, salvo que le faltaba ese dulzor que su cuerpo cálido solía emanar. El doctor Lecter se mostraba tranquilo ante la situación, sin embargo, muy dentro de su juicio se conservaba excitado a la expectativa del siguiente paso, como un cazador colocaba las trampas una a una en el interminable bosque de posibilidades, confiaba en su fuerte conexión con Will, aunque no podía evitar dudar un poco ante la última escena presenciada, el dramático encuentro con Jack fue un tanto decepcionante puesto que después de incitar a Will a fantasear con el asesinato del ex jefe de la unidad cuando estaban en Baltimore, la confrontación final resultó de lo más floja, en ocasiones dios tenía un sentido del humor más retorcido que el propio y eso le molestaba.

Desde una esquina Hunter lo miraba haciendo ligeros chillidos, parecía extrañar a William y le miraba como esperando una explicación, Hannibal lo miró apenas de reojo, sí, él también lo extrañaba, pero debía ser paciente.

Kieuseru– dijo Chiyoh detrás de él rompiendo el aura silenciosa.

—Aún no— contestó Hannibal girándose lentamente, llevaba puesto un pantalón de pijama negro bastante suelto en las piernas y un suéter liso color mostaza de cuello en V. Ella enfundada en un delicado kimono plata y negro asintió y caminó seguida por el doctor, se sentaron frente a una pequeña mesa Umi donde Chiyoh preparó el té con ceremoniosos pasos, Hannibal se sentó a la mesa con las piernas entrelazadas una con la otra, dobladas por la rodilla y apoyados sobre ellas, mientras Chiyoh lo hizo sobre sus talones, no hubo necesidad de palabras, el silencio hablaba por ambos, el aroma suave del jazmín perfumó la estancia, Hannibal sopló sobre el vapor caliente de la pequeña taza y éste se convirtió en neblina afuera del antiguo palacio de justicia en Leipzig a unos kilómetros de ahí.

El palacio de justicia era un gran recinto neogótico, dentro de la vieja construcción en una celda provisional en el medio de una biblioteca con libros de anticuario, Will Graham escuchaba una suave melodía en su cabeza, un coro de niños interpretaba con soltura y dulce voz una canción de paz. Se encontraba en la capilla Palatina de Palermo, estaba sentado en una de las sillas de madera frente al altar, a su derecha apenas separado por la división entre los dos conjuntos de sillas, estaba Hannibal, ambos sentados de la misma forma, cruzando una pierna sobre la otra con un aire de distinción, disfrutaban del coro, la luz cálida del sol entraba por un costado y Will podía respirar el aroma de la cera fundiéndose al calor de la llama de las veladoras, giró su cabeza hacia el doctor Lecter y éste lo miró también; le sonrió suavemente y Will correspondió.

—Hora del desayuno señor Graham— dijo uno de los dos guardias que lo custodiaban, golpeando el metal de la celda con la cachiporra.

Will salió de sus pensamientos abruptamente, se incorporó hasta quedar sentado en el catre donde había permanecido acostado e inmóvil y se preparó para el protocolo que Paul Krendler había indicado para la entrega de los alimentos, que no era otro más que el mismo que tuvo en el Hospital Psiquiátrico de Baltimore, la camisa de fuerza, el bozal y todas las precauciones necesarias para evitar que el terrible "Destripador de Norfolk" atacara de nuevo.

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