Capítulo 25

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—Sospecho que esa fruta está en una rama alta, muy difícil de alcanzar— dijo el doctor Lecter mirándolo con detenimiento.

—Como mi madre, nunca la conocí— musitó Will con simplicidad no sin ello mostrar cierto resentimiento en el tono de su voz.

—Un interesante lugar donde comenzar.

—Cuénteme sobre su madre, comencemos por ahí— continuó Graham en una forma irónica de ver hasta dónde lo podía soportar el psiquiatra.

—Mis padres murieron cuando era muy joven. El típico huérfano hasta que me adoptó mi tío Robert cuando tenía dieciséis.

—Tiene la orfandad en común con Abigail Hobbs— intervino el agente analizando con ligereza la historia que su psiquiatra compartía con él, sin saber que era el único que escuchaba la historia desde hacía mucho tiempo.

—Creo que descubrirás que tú y yo tenemos mucho en común con Abigail, ya ha demostrado aptitud para lo psicológico.

—Hay algo muy ajeno sobre la familia, como un traje que se siente demasiado grande, nunca me identifiqué con el concepto— masculló Will ante la receptividad del doctor Lecter,

—Haz creado una familia propia— le dijo Hannibal esa vez.

Los recuerdos de aquella charla eran tan cercanos para Will como si hubiera sucedido apenas unos minutos atrás. No, él no había creado una familia propia, Hannibal la había creado para ambos, durante su tiempo juntos en esa nueva vida le había mostrado lo que era anhelar, desear no estar solo y a compartir sus sentimientos con alguien más que no fueran sus mascotas. Un hijo era el último paso para completar la triada y alcanzar la máxima divinidad en un conjunto donde cada uno tendría un rol específico.

En la carretera que lleva de Leipzig a Berlín, Will conducía un Audi azul marino, corría a más de 180 kilómetros por hora, el ex agente se mantenía sereno dentro del auto; tras escapar del palacio de justicia en la ambulancia había tenido que deshacerse de los dos enfermeros, llevó la ambulancia hasta el estacionamiento subterráneo del aeropuerto de Leipzig, lo primero que hizo fue encontrar un nuevo transporte, con seguridad descubrirían que había escapado en la ambulancia y comenzarían de inmediato la búsqueda, el dejar el vehículo en el aeropuerto le daría más tiempo, el auto que ahora conducía y la ropa que vestía habían pertenecido a un hombre arrogante con el que se había topado en el estacionamiento, un auto demasiado elegante para un cerdo soberbio como aquel pensó en el momento en que le fracturaba la tráquea y lo veía asfixiarse.

Al igual que Starling la primer idea que tuvo fue buscar la casa de Margot Verger en internet desde el teléfono móvil de su sexta víctima del día, sabía bien que Hannibal estaría cerca, las fotografías enviadas por Chiyoh no habían sido tomadas con demasiada distancia y dado que se reunirían con ella, estaba seguro de los pasos que Hannibal daría a continuación. Colocó el teléfono a modo de GPS con dirección a Berlín. Su conexión con Hannibal más que empatía le aseguraba que la última etapa, el punto culminante de su carrera contra el tiempo y lo correcto, sería terminar con todos aquellos que eran parte del pasado de ambos, uno a uno habían caído en el tablero del doctor Lecter: Bedelia, Launds, Jack, ahora era el turno de Margot y Alana.

Cuando se rencontrara con el psiquiatra tomarían a su hijo y escaparían, se sumirían por completo en las tinieblas lejos de cualquier recuerdo, comenzaría nuevamente la cuenta desde cero hasta que la misma fuerza de la entropía los llevara al caos, un ciclo interminable y natural, justo ahora estaba en el ojo del huracán atrapado en la inevitabilidad del desastre, de la ruptura de su propia alma, sentía como si un agujero negro se abriera en su pecho tragándose desde dentro toda humanidad existente en él, por un momento se imaginó cayendo dentro de ese boquete negro que lo arrastra y de él salen los brazos de sus víctimas para arrastrarlo hacia el vacío, sus mártires y los de Hannibal que en esencia son también sus crímenes como él mismo se lo había dicho al doctor en Florencia, inocentes y culpables, todos reclaman ser recordados, todos piden venganza y la fuerza de su clamor convierte ese agujero negro en un lago de sangre roja y espesa donde pretenden ahogarle arrastrándolo hacia el interior, sin embargo Will no está sólo, nunca podrá estarlo de nuevo, ni siquiera en sus pensamientos, una mano se extiende desde lo alto y toma su muñeca, la imagen de Hannibal, su imago, lo sostiene, lo abraza y entra con él a ese lago de sangre para perderse los dos estrechamente unidos.

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