Capítulo 22

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Una cuchilla directo en el pecho.

No, dos cuchillas.

Ahora eran tres.

Sólo dependía de los segundos en los que esa escena continuaba, y ya habían pasado cinco. Pero el dolor era multiplicado por mil. El rojo subió directo al rostro de Will, y tal como los cuervos se posan y dan ambiente de penumbra a un árbol, a Will le dio una expresión puede de la furia del momento o de la vergüenza. Vergüenza ajena, vergüenza de sí mismo por haber sido tan tonto, por haber confiado en alguien. Tonto por haber creído en el amor.
Habían sido cinco segundos en donde Will se había quedado con la puerta abierta, aún con su mano aferrada al marco y paralizado de pies a cabeza.

Alana Bloom también compartía clases con Will, y tenía que confesar que todo lo que había visto de él, le había gustado. Se podía decir que hasta le daba curiosidad.

Cuando al fin Clarice soltó a Hannibal, quien se había quedado tan frío como un hielo, se dio la vuelta y dijo "Vuelve pronto a casa, cariño", para luego irse con Alana a quién sabe dónde. Estas palabras no pasaron desapercibidas, en especial a los oídos de Will, el cual ya se había decidido a cerrar la puerta haciendo pasar a todos sus perros. Antes de que ésta se cerrara por completo, una mano la contuvo. Sin invitación alguna, Hannibal entró y, a pesar de que Will lo empujaba para que se vaya, sin mucho esfuerzo cerró la puerta detrás de ellos y le cogió de los hombros para que se tranquilizara. Al ver que no funcionaba, lo acorraló contra la puerta, poniendo ambas manos a los lados, sin dejar escapatoria.

-¡Déjame ir!- exigió Will.

-Hace poco te lo dije: No voy a dejarte ir.

El sonrojo era inevitable, y ahora Will lo odiaba, y se odiaba a sí mismo por ser tan sensible, en especial con Hannibal.

-Déjame explicarte- tenía que hacer algo de esfuerzo para mantenerlo en su lugar-, nuestros padres hicieron una especie de arreglo, pero yo no tengo nada que ver con ella. Nada en lo absoluto- explicaba Hannibal, o al menos lo intentaba, mirándole a los ojos, si es que podía encontrarlos. Will estaba tan encogido y sonrojado que apenas se le podía ver el rostro.

-Cállate...- decía Will muy bajo, incapaz de hablar -Cállate...- repetía una y otra vez, con ambas manos tapando los oídos. Ya no podía soportarlo.

-Yo te quiero a ti.

-¡Por favor, no me mientas!- exclamó con un sollozo, y seguido a eso se puso a llorar, con las manos cubriendo su rostro. Lloraba en silencio. Era la imagen más triste que Hannibal había visto, una imagen que no quería ver, precisamente porque se trataba de Will. Hannibal dejó de acorralarlo, y lo único que quiso hacer fue darle un abrazo. Pero no pudo. Will abrió la puerta con las manos bañadas en lágrimas y Hannibal se dejó empujar hacia afuera, junto con el desayuno que no le había llegado a dar. No quería ir a su casa, ni siquiera quería ir a algún sitio. No sin Will.

Se quedó sentado en la entrada, y sin siquiera darse cuenta, cayó la noche.

******

¿A dónde habrá ido Hannibal? Clarice estaba preocupada, Alana le había contado sobre lo cercanos que se habían vuelto él y Will, y que ya había rumores acerca de ello, a pesar de que ambos habían conseguido ser los dueños del amor platónico de la mayoría de las chicas. Aunque hayan sido sólo rumores, Clarice no dejaría que algo arruine su futuro beneficioso matrimonio. Lo hacía por ella, lo hacía por su familia y lo hacía porque sin haberse dado cuenta, había empezado a tener sentimientos por aquel chico elegante de cabello rubio. Pensó que con haberle besado en un momento tan propicio y haberse asegurado que Will haya escuchado sus últimas palabras, al final éste se rendiría y dejaría a Hannibal en paz.

Porque a Hannibal no le gustaba Will.

Porque a Hannibal no le interesaba nada acerca de él. Porque Hannibal iba a casarse con ella, con Clarice Starling, la mujer a la que realmente amaba.

Un cuarto para las nueve de la noche y nada. No veía a Hannibal desde hace, ¿cuánto? ¿diez, nueve horas? Quizá más. Clarice miró la ventana, hacía frío, y el cielo amenazaba con llover. Esa fue la señal que hizo que la chica se moviera y vaya a buscar a su prometido, sin saber muy bien qué rumbo tomar. Llevó dos paraguas por si el cielo cumplía sus promesas, y decidió, aunque no le gustara, ir a el último lugar en el que vio a Hannibal, la casa de Will. El viento se colaba por entre las telas, cortando como cuchillas, a pesar de que estaba bien abrigada. Recordó lo último que Hannibal llevaba puesto: una camisa simple y pantalones de vestir. Tenía que apresurarse. No tardó mucho en ubicar su objetivo, el cual estaba sentado en la entrada de la casa de Will, lo cual la puso fastidiada y hasta confundida. Hacía más frío que antes, Hannibal estaba con los ojos cerrados, mas no dormido y temblando como una hoja, aunque ese aspecto parecía no importarle. Cuando abrió los ojos tenía la mirada perdida, y sólo se fijó en la chalina que Clarice llevaba puesta, la suya, una que anteriormente había llevado el día en que Will había ido de compras con él. Miró sus manos, sus nudillos estaban rojos, puede que haya sido por el frío o por haber intentado tocar la puerta reiteradas veces, aunque sin éxito. No quería ver la cara de la chica, de hecho, no quería ver otra cara que no sea la de Will. Estar en ese estado era lamentable.

-¿Te has quedado aquí todo este tiempo? ¿Te das cuenta del frío que hace?- dijo Clarice. Hannibal se había quedado allí, en la puerta de ese chico castaño de ojos tristes, como si le hubiera afectado el que ella le hubiera besado. Empezaba a sospechar, aunque no hubiera querido hacerlo. Porque ella se iba a casar con Hannibal, y eso sería un problema.

-¿Qué hora es?- preguntó el otro haciendo caso omiso a la reprimenda de Clarice.

-Ya pasa de las nueve, y va a llover, apresúrate y volvamos, te vas a enfermar-. Eso era lo último que le importaba a Hannibal. Le importaba menos que una piedra sobre un montículo de tierra.

-¿Por qué?- preguntó de la nada. -¿Por qué me besaste, Clarice? ¿Y por qué en ese momento?

Clarice sabía la verdad, sólo ella sabía la razón de sus acciones, pero no podía decirla. Se estropearía todo y Hannibal nunca se casaría por pensar que lo que hizo ella lo hizo a propósito.

-Vamos a casarnos, es lo normal. ¿Te molesta?

-Nosotros nunca lo decidimos. Fueron nuestros padres. No habrá boda- alegó Hannibal. Su mente estaba llena de Will, y al parecer, su corazón también. No había espacio para algo más. Y no habría espacio para alguien más.

-No lo podrás evitar. ¿Acaso te preocupa tanto ese chico?- para eso, Clarice ya estaba destrozada. "No habrá boda" había dicho.

-Sí, me importa mucho. Y voy a tocar su puerta, y voy a quedarme aquí el tiempo y las veces que sea necesario. Está enfadado conmigo, y eso no lo puedo soportar.

-Vámonos a casa, Hannibal. Ya ha empezado a llover, y tiende a ser una tormenta. Mañana hay instituto.

A Hannibal se le ocurrió algo. Algo para poder ver a Will y quedarse a solas con él sin que lo sospecharan.

Así que, a pesar de estar aún muy preocupado, se dejó llevar hasta su propia casa.

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Buenas mis queridos hannigramlovers (?

¿Qué les parece todo hasta ahora? ¿Sugerencias? ¿Pedidos?

No se vayan sin comentar (los estoy observando >:v) CVYSL!

-SwiggityCas.

Pd: El gif me hace shorar 7.7

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