CAPITULO VII: LA FIESTA EN DUBAI

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Durante la siguiente semana, Irene dejó todo dispuesto en la galería, consiguiendo una muchacha que ayudase a su asistente durante su ausencia. Intentó mantenerse lo más ocupada posible, ya que la discusión con Mycroft le había dado mucho que pensar, sobre todas sus relaciones. Y sus conclusiones, eran a menudo tan devastadoras que decidió evitar pensar en cuan sola realmente estaba.

La fiesta sería el sábado por la noche, sin embargo estaba previsto que ella llegase el viernes a Dubai, con la intención de estudiar el lugar y sobretodo, ver si podía anticipar la extracción de la información, con el fin de evitar encontrarse con las jóvenes, y con Benhima. El miércoles, cuando disponía todo lo necesario dentro de su maleta para el viaje, recibió la lista de invitados. Figuraban varios nombres ilustres de la sociedad británica y americana, además de otros que comenzaban a hacerse conocidos, la mayoría, importantes cabecillas de los Emiratos Árabes. "Novata" pensó Irene, con una sonrisa burlesca entre los labios. Y es que por muy importantes que fuesen esos nombres, ninguno podría prometer siquiera la mitad de las cosas que a ella le habían sido ofrecidas. Una vez, un príncipe árabe le hizo una proposición de matrimonio, y aunque sabía que eso la hubiese convertido en una mujer extremadamente rica y poderosa, la influencia de la que gozaba sobre todos sus clientes era infinitamente superior a cualquier oferta. El saber que, en una época, la estabilidad de un continente dependía únicamente de su látigo antojadizo. Que tuvo a Inglaterra de rodillas, suplicando piedad. Se miró al espejo pensando en eso, para remover su máscara de pestañas. ¿Qué había pasado? Que cambió todo eso por ser una especie de espía, bajo las órdenes de un hombre que sentía un profundo desprecio por ella; ¿Y por qué? Un error. Un estúpido error. Recordó sus palabras "pudo ser cualquier número y usted hubiese salido de aquí con todo lo que quería...". Era tan cierto, pero no se arrepentía de haber jugado con la intensidad con que lo hizo, aunque perdiese. Quizás él nunca entendería eso.

Tenía que abordar el jueves a mediodía, así que terminó de desmaquillarse y se durmió. Quizás fue su noche más tranquila durante esa semana.

Acompañó su café habitual con un repaso rápido al periódico. Se detuvo con especial detención en policial, pero no había nada sobre Holmes, se sintió un poco desilusionada, pero se puso en acción pronto. Pasó por la galería para dejar algunas instrucciones finales, y se fue al aeropuerto.

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Dubai era un lugar espectacular. Había estado alguna vez ahí, pero sólo de noche. De día era simplemente magnífico. El nivel de lujos la dejó estupefacta. Llegó al hotel y se registró. La reservación había sido hecha por Mycroft. Mientras esperaba el ascensor hasta el piso donde estaba su cuarto, se dedicó a observar a su alrededor. El ambiente del lugar la hizo sentir como en casa. Miraba con detención cada detalle del vestíbulo cuando el elevador se abrió. En él venían cuatro hombres, vestidos iguales "guardias de seguridad" pensó. Una mujer joven, de pelo oscuro y con un traje formal y detrás de todos ellos, lo vio. Charles Magnussen. Se quedó paralizada, mientras su comitiva pasaba junto a ella, pudo sentir como él la miró de reojo. Cuando salieron, Irene se metió rápidamente al ascensor e indicó el número de su piso. "Demonios" pensó, tratando de recuperarse. Él la había reconocido. Tenía que. Llegó a su habitación y sin desempacar nada, tomó su móvil encriptado para escribir a Mycroft.

"MAGNUSSEN ESTA AQUÍ"

Quiso agregar algo más, pero cualquier intento de explicar las mil ideas que se le pasaron para justificar la presencia de ese hombre en Dubai, eran demasiado confusas para ponerlas por escrito.

"NO PODEMOS INTERVENIR CON ÉL"

Irene pudo leer el tono y la cara de Mycroft al recibir su respuesta. Pidió que le llevasen un té a su habitación y algunas revistas en inglés, se dio un baño e intentó relajarse, pero no podía. Algo le provocaba un mal presentimiento. Conocía de sobra los métodos de Magnussen para saber todo lo que sabía, y comprendió que el único momento seguro para hacer la extracción era durante la fiesta, como con Rochester. Su buen carácter, presencia y gestos de confianza (y uno que otro, de coquetería) le ayudaron a averiguar varias cosas sobre la fiesta, la ubicación de los invitados, e incluso, se las ingenió para que uno de los administradores le describiese las características de la habitación de Larson. Entonces, decidió utilizar sus mejores habilidades para robar su tarjeta de seguridad desde el bolsillo de su pantalón. Se acercó, y puso su mano sobre los brazos del administrador, que inmóvil, se dejaba llevar por los encantos de Adler. Poco a poco, ella fue bajando su mano, por su cintura, hasta llegar a sus muslos, acariciándolo con rudeza, dejando que él a su vez pusiese una mano en su espalda baja. Se acercó al oído del hombre y comenzó a rozarlo con sus labios, entonces aprovechó el momento para quitar la tarjeta del bolsillo. Sabía que sin una buena excusa no podía solo marcharse, por lo que lo dejó proseguir, sentándose sobre sus piernas y acariciando su cabello, intercalando pequeños jalones entre cada tanto. Él desabotonó su pantalón y subió la falda de Adler, cuando se oyeron unos pasos acercándose. Irene se levantó rápidamente y guardó la tarjeta en el bolso que sostenía. La puerta se abrió mientras el hombre aun se acomodaba la camisa dentro del pantalón, ella salió sonriendo disimuladamente, mientras que el otro hombre (aparentemente uno de los jefes de la administración) miraba con desaprobación al que ella había utilizado.

EN LA LINEA DE FUEGOWhere stories live. Discover now