CAPITULO XIV: EL CASO DE MARGARETTE

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Los miedos son irracionales. Podrías estar en frente de tu miedo, ver que tan pequeño es en realidad, que tan insignificante puede llegar a ser; sin embargo, no lo puedes evitar. Porque el miedo no es lo que está en lo que sabes, es lo que domina lo que desconoces.

Irene temía por Sherlock. Más aun después de enterarse de que el juicio de Moriarty había estado escandalosamente arreglado, sin embargo, no pudo evitar reír de buena gana al ver el video en youtube del momento en que Holmes había sido declarado en desacato. Pasó los siguientes días al pendiente de la situación, y aunque de igual forma intentaba concentrarse en saber más acerca de Rupert o de los rusos a los que había expuesto, su atención se desviaba de manera permanente a lo que aludía a Holmes. La prensa inglesa había comenzado a dudar de él y un domingo, un par de semanas después, al mediodía, se encontró con un artículo que decía contener la "verdad" sobre Sherlock Holmes. El detective era una farsa.

Sus manos temblorosas apenas pudieron sostener el periódico y lo dejó junto a la media taza de café que tenía. Juntó sus manos frente a su boca y se apoyó en ellas por un segundo. Sonrió de manera nerviosa y negó con la cabeza. "No, no puede ser". Siguió leyendo, devorando ansiosa las líneas que desvelaban historias privadas del detective. La fuente; Richard Brooks. El actor que Sherlock Holmes había contratado para ser Jim Moriarty, su némesis. En ese punto Irene decidió guardar su distancia del caso. Entendía que él podría ser muy listo y que la "caída" estaba en proceso. Creía saber también como es que Moriarty obtuvo esa información.

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El lunes por la mañana, una chica joven, de cabello oscuro, ojos cafés y piel tostada se presentó a su puerta. Traía un sobre de papel tamaño oficio, por lo que Adler entendió que venía de parte de Mycroft. La hizo pasar de manera amistosa y le ofreció una taza de té. La muchacha declinó la oferta, en un acento bastante extraño.

- ¿Sabes? - Dijo Irene con una sonrisa, recibiendo el documento - Mycroft no tiene por qué tener tanto secretismo con estas cosas. Gracias, ya puedes retirarte.

-No - contestó la joven nerviosa, repasando el diseño de su falda con la yema de su dedo índice - no puedo.

Irene la miró extrañada y la incitó a explicarse.

-El señor Holmes me contrató para trabajar en las labores domésticas del apartamento.

-Oh, ya veo - contestó Adler, mirando con simpatía a la nerviosa muchacha - bien, ¿Cuál es tu nombre?

-Adalet.

-Bien, Adalet yo soy Irene Adler, y sin importar lo que haya dicho el señor Holmes, puedes llamarme Irene, ¿está claro? - La muchacha asintió - hay un segundo cuarto por el pasillo que...

-No - dijo la muchacha, interrumpiendo - vivo un piso más abajo, tengo instrucciones de... eh... venir a hacer las labores y ya. - complementó, nerviosa.

Irene la miró confundida y le preguntó si necesitaba algo más, a lo que Adalet negó. Acordaron que volvería al día siguiente, a eso de las 9 am.

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Irene echó un vistazo al contenido del sobre. Una ficha con información básica sobre una joven de 25 años; su nombre era Margarette Johnson, residía en Estambul desde hace 5 años. Tras la ficha, había algunas fotos y notas de páginas sociales que denotaban la condición de la chica, además de capturas de pantalla de sus perfiles en diferentes redes sociales. Ante la escasez de información, y sin entender muy bien de qué se trataba todo el asunto, Adler decidió llamar a Mycroft.

M: Espero que esté complacida con Adalet

I: así es, es una muchacha muy dulce, pero no es por eso por lo que lo llamo, señor Holmes.

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