CAPITULO XVII: DESPUÉS DE LA TORMENTA.

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La lluvia incesante la empapó sin piedad hasta llegar al auto que la llevaría al apartamento. Cerró los ojos y dejó que las lágrimas cayesen sin control sobre su cara fría.

Su ropa estaba empapada. Como un zombie, caminó lento hasta la entrada y luego hasta su apartamento, mismo método para llegar hasta el baño del fondo, despojarse de las vestimentas mojadas y meterse en la tina, llena de agua tibia. Se quedó ahí, inmóvil, desnuda. Abrazando sus piernas, con la mirada perdida en la pared blanca. Se quedó más de lo que recomienda la lógica. El agua se enfrió y su cuerpo comenzó a temblar, pero ella no respondía. Siguió, ahí, inmóvil, con la mirada perdida, con la cabeza en blanco. Con el corazón hecho trizas. Después de más de dos horas, Adalet entró en silencio con su bata, tomó la mano de la mujer que se congelaba en la tina y la levantó con cuidado. La arropó y la ayudó a salir, para finalmente, conducirla a su habitación. Irene no respondía, inerte, seguía cual muñeca de trapo las maniobras de la chica. Adalet la dejó sentada en su cama, pero después de que la muchacha salió, Adler se acostó, de lado, en posición fetal. Eran las 4 am cuando despertó. Se miró, se fregó los ojos y se puso un pijama. Pero el dolor, que se supone no debería pasar de la opresión en su pecho, pesaba sobre cada uno de los músculos de su cuerpo, haciendo la tarea en sí misma dolorosa, tendiéndose con la cara otra vez empapada por las lágrimas sobre la cama. Apretó los ojos y se acostó de espaldas; puso las manos sobre su vientre y sintió como la respiración forzosa inflaba y dejaba caer su abdomen. Abrió los ojos y se quedó mirando el techo. Al despertar, quizás mediodía, lo último que recordaba eran unos rayos de luz asomándose por la ventana.

Adalet entró llevándole una taza de café y una sopa de lo que parecía ser pollo. Dejó un periódico sobre la mesita de noche. Por gratitud hacia la chica, ante cualquier otra cosa, bebió la sopa. Tomó el periódico, cerrado y leyó la portada "EL SUICIDIO DE UN FALSO GENIO".

Se quedó mirando la hoja, con dolor. Con rabia. Con culpa... lo que oprimía su pecho, era la culpa. El no haber hecho más por salvarlo. Se quedó en la cama todo el día. Sin moverse, respirando apenas, sólo cuando lo recordaba.

No se levantó en un par de días, y cuando lo hizo, fue para tirarse sobre el sofá. Se levantaba sólo a mirar un punto fijo en el pavimento, a través de la ventana. La mayor parte del tiempo sus ojos se llenaban de lágrimas, hasta que no pudo derramar más. Entonces, sólo le quedó la inercia.

Adalet le entregó un sobre que provenía de Mycroft. Sentía tanto rencor hacia él que si lo tenía en frente, no respondería de ella. Creyó entender lo que él sentía. Sin embargo, la curiosidad le hizo abrirlo. Aparecía una lista de nombres, organizaciones, antecedentes y personas que no lograba asociar a nada. Dejó los papeles de lado

-Irene, disculpe – dijo la chica, con cautela

Ella sólo la miró, sin poder hablar. La joven no sabía cómo elaborar su discurso, por lo que comenzó explicándole la situación:

-El señor que trajo esto también trajo instrucciones para mí del señor Holmes. – pausa para esperar reacción, inexistente – me dijeron que un agente o algo así vendría a quedarse aquí por unos días. Creo que debería arreglarse.

Irene la volvió a mirar, con una pizca de gracia en los ojos. Resignada, se fue al baño de su habitación y se dio una ducha. Se puso un vestido negro, se recogió el cabello, pero cuando se sentó frente al espejo a maquillarse, no pudo. Recordó con intensidad el día que había conocido a Sherlock. Cuanto había tardado en arreglarse para él. Sin embargo, ahora, tardó menos de cinco minutos en vestirse.

Se fue a la sala y repasó de nuevo la historia del diario. Casi oscurecía y se levantó para irse a su cuarto nuevamente, suponiendo que quizás el sujeto no llegaría hasta mañana y la joven sólo quería ayudar. Caminó hacia el pasillo, apagando algunas luces a su paso, cuando desde la entrada escuchó:

EN LA LINEA DE FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora