CAPITULO XXII: CONSECUENCIAS

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Aun no eran las nueve de la mañana, cuando Irene y Sherlock ya estaban en casa. A pesar de la hospitalidad y el buen trato, las instalaciones de la embajada no eran demasiado cómodas, por lo que, apenas se encontraron en la cafetería decidieron salir de ahí. Después de todo, ya no había peligro.

- ¿Vas a desayunar? – preguntó Sherlock mientras abría la puerta.

-No, creo que me daré un baño primero... y creo que después dormiré un rato en mi cama – contestó Adler – usaré el baño del fondo, si no te molesta.

-Es tu casa – contestó Sherlock, con una sonrisa.

Sin embargo, esta les duró poco. Para ser exactos, hasta que Adalet los recibió. Parecía nerviosa.

-¿Hay algo nuevo? – preguntó Irene, haciéndose a la idea que la tina tendría que esperar.

-Preguntaron por usted, esta mañana, cuando apenas llegaba. El hombre que lo hizo esperaba en la puerta. – respondió la chica.

-No era inglés, ¿verdad? – preguntó Sherlock.

La joven negó.

-Entonces, ¿quién era? ¿Cómo era? – preguntó Irene, quien comenzaba a ponerse nerviosa.

-No sé quien era... un señor moreno, de ojos oscuros. Alto, pero no tanto como el señor Holmes... y emmm... no sé.

Irene sintió un escalofrío. Dejó las cosas que aun tenía en el brazo sobre el sofá y comenzó a revisar una carpeta con rapidez. Sherlock la miró y comenzó a entender su miedo, el que se unía a uno propio que avanzaba a pasos agigantados y sigilosos en su interior.

-¿Era él? – dijo con nerviosismo, tras sacar una fotografía del archivo.

Adalet asintió.

Irene bajó el brazo lentamente y se sentó. Había olvidado su baño, su preocupación en este minuto, era diferente y mayor.

-¿Qué pasa? ¿Quién es él? – preguntó Sherlock, inclinándose en frente a la mujer.

-Aram Sargyán – respondió la mujer finalmente. – el sujeto... el hombre que tenía secuestrada a Margarette Johnson.

La preocupación en la cara de Sherlock enmarcaba perfectamente el miedo de ambos.

-Hay otra cosa. – intervino Adalet, con prudencia.

-¿Qué es? – preguntó el detective, poniéndose de pie de forma repentina.

-Esto – contestó la muchacha, extendiendo un sobre.

Holmes lo iba a recibir, pero Irene se adelantó y casi se lo arrebató de las manos a la muchacha, a quien luego le pidió que se retirase. Se precipitó a rasgar la parte superior, pero Sherlock la contuvo, tomando con fuerza ambas muñecas.

-¿Qué crees que haces? – le reclamó.

-Abrirlo.

-No sabes qué es. Puede ser cualquier cosa, puede ser peligroso.

-O puede ser una nota de amenaza que nos permita abrir una línea de investigación y atraparlo definitivamente. – contestó ella, zafándose del hombre.

-Irene... - Dijo Sherlock, en un tono tranquilo, hasta entonces, desconocido para ella – déjame abrirlo.

La mujer dudó unos segundos, pero finalmente le entregó el sobre al detective, quien se fue a la ventana y la abrió. Se apoyó en el borde y revisó las esquinas del papel, luego, miró a contraluz en su interior, por último, tomó un corta cartón que había en la biblioteca y con extremo cuidado desgarró la parte superior del sobre, observando las pelusas que se desprendían del papel. Lo olfateó y se quedó pensando un segundo en los olores que podía detectar. El detective sacó con cuidado una servilleta doblaba a la mitad que había en el interior y se la extendió a la mujer que lo miraba con una mezcla de impaciencia y nerviosismo. Él se quedó mirando el interior del sobre, mientras la mujer revisaba el contenido de la hoja, con mano temblorosa. En ella, con letra grande, trazo firme y bien marcado se leía: TE ENCONTRÉ UNA VEZ Y TE VOLVERÉ A ENCONTRAR. Y SERÁ LA ÚLTIMA.

EN LA LINEA DE FUEGOWhere stories live. Discover now