CAPITULO XX: PULSO

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La situación era la siguiente: Un carguero alemán, que venía desde China y que tenía como destino final Inglaterra había hecho una escala no autorizada en India. El barco habría intercambiado mercancías sin registro en ese país. Esa noche arribaba a Estambul, dentro de los parámetros de su itinerario. Según la información preliminar, en la capital turca sólo debía recibir mercancías, para transportarlas a Inglaterra, pero a pocas horas de su llegada a Turquía, el informe que se emitió desde la nave era que descargarían cerca de 30 contenedores en ese puerto.

Irene leyó el mensaje en voz alta para Sherlock.

-¿Saben a nombre de quien vienen esos contenedores? – cuestionó el detective, apenas Adler terminó la lectura.

Irene abrió la copia del reporte que venía adjunta al mensaje y rió con nerviosismo. Sherlock se aproximó para leer.

-Richard Brooks.

-La gente de Moriarty – dijo Irene, mirando hacia el esquema que tenían en la pared.

Holmes se adelantó a su idea, y pasando por sobre todo lo que había entre él y esa muralla, hizo el análisis en voz alta.

-Tenemos 20 hombres que han utilizado el nombre de Richard Brooks como pantalla para transacciones de carácter ilegal. De ellos, 2 viven en Inglaterra, 2 están infiltrados en la guerrilla en Colombia... mmm.... 6 están en Rusia, 5, no, 6 posiblemente trabajen con León Benhima. Lo que nos deja 4 con acceso directo al puerto de Estambul. – finalizó, ya amarrándose la bufanda al cuello.

-Eso fue... rápido – dijo Irene, sorprendida.

La mujer fue a su habitación y sacó dos de sus armas, extendiéndole una a Holmes. El detective comprobó su carga y se puso un abrigo. Se adelantó a abrir la puerta, y miró a Irene de reojo, de pies a cabeza.

-Deberías abrigarte.

Adler hizo un gesto de desaprobación y volvió a su cuarto por una chaqueta de cuero negra.

-¿Ahora sí? – dijo al volver

Sherlock solo le devolvió una sonrisa y salieron.

La idea era simple, en principio. Irían al puerto, se presentarían como policía civil y pedirían el manifiesto del barco que necesitaban rastrear. Identificarían los contenedores y posteriormente a eso, entrarían al sistema para verificar su contenido.

-£20 a que es sobre trata de personas – dijo Sherlock, cuando estaban casi llegando.

-No voy a apostar contigo sobre una misión. – respondió Irene, revisando los antecedentes. – además, si desembarcan aquí, lo más probable es que sean armas.

-¿Por qué traerían armas desde India? Mira la ruta. Son personas – replicó Holmes.

-Cargaron en India, pero nadie dice que lo que estamos buscando es lo que vino de India – se miraron por un segundo y Sherlock sonrió:

-Tú eres la experta. – afirmó en tono simpático.

La idea se ejecutó tal y como lo habían planeado, hasta la parte de entrar al sistema. Las oficinas estaban cerradas a esa hora, por lo que tendrían que ingresar de manera poco ortodoxa a una, e intentar burlar la seguridad informática. Sherlock notó que junto al lugar donde se realizaban los aforos, había un contenedor que se había acondicionado como oficina. Le hizo una señal a Irene y tomándola por la muñeca la jaló junto a él, por el costado de la dependencia. Puso su dedo índice sobre sus labios en señal de silencio y miró de reojo a los pocos empleados que se movían por ahí. Le hizo una señal a la mujer cuando era el momento preciso para actuar. Tal y como lo había hecho en otras ocasiones, Adler se ayudó de una horquilla para abrir la cerradura. Entraron y alumbraron con la linterna del móvil de Irene, que se dedicó a registrar papeles, por si encontraba algo, mientras Sherlock esperaba que se encendiese la computadora.

EN LA LINEA DE FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora