CAPITULO XXVI: EL ÚLTIMO AMANECER

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Mycroft los esperaba en la casa cuando llegaron. Miró la apariencia de Sherlock, aun con el labio coloreando y la pajarita desamarrada.

-Espero que la batalla que hayas tenido que librar valiese la pena, querido hermano – le dijo, arqueando una ceja. Luego se detuvo en Irene.

-Esto tenemos, -dijo la mujer, extendiéndole el cuaderno y las fotografías – son registros de parientes cercanos a empresarios, dignatarios, presidentes, miembros de la Corte Internacional de Justicia, creemos que Sargyán... -se detuvo bruscamente.

Mycroft miraba con desdén las hojas amarillentas del cuaderno y las fotografías mientras la mujer exponía la situación, pero cuando llegó a ese punto, simplemente los arrojó al piso, demostrando que no tenían relevancia. Irene lo miró asustada.

-Alexander Wood – dijo el detective, luego de un momento de silencio – agente de la ONU colabora con Sargyán. Él sabía del secuestro de Margarette Johnson y no hizo nada.

-Wood es una escoria. Lo fue cuando era casco azul y ahora aún más. No hay nada que me puedas decir sobre él que me sorprenda. – respondió el mayor de los Holmes, mirando desafiante a su hermano.

-Tengo esto – dijo Irene, extendiéndole su teléfono – varias de las personas que estaban en la fiesta, el círculo más íntimo de Sargyán. Podemos desvelar redes de tráfico, crímenes de guerra, abuso de poder, lo que sea.

-Nunca se ha olvidado de las fotos, ¿verdad, señorita Adler? – dijo con una sonrisa, mientras revisaba las imágenes.

Irene estaba nerviosa y el silencio, más la cara inexpresiva de su jefe no le ayudaban mucho a calmarse. Al terminar, el hombre le extendió el teléfono sin emitir ningún comentario.

-¿Y bien? – preguntó Irene, ansiosa.

-Envíelas al departamento central de información. Emitiremos órdenes de arresto para cada uno de ellos – contestó, poniéndose de pie.

-¿Qué diablos quieres decir con eso? – preguntó Sherlock, impaciente.

-Que perseguiremos a los amigos de Aram Sargyán, bueno, a los que estén involucrados en delitos serios, y que agradecemos la información, sin duda fue de gran utilidad.

-Deja de jugar y dinos que harás con Sargyán – exigió el detective.

-¿Con Aram? ¿Qué quieres que haga? No puedo emitir una orden de arresto internacional para él solo por dar una fiesta para lo más bajo de las clases criminales del este de Europa. Quedaría al fondo de la lista.

Sherlock maldijo y se paseó nervioso por el lugar, mientras que Irene intentó contener su miedo lo más que pudo. Tuvo éxito.

-Entonces, ¿qué pasará conmigo? – preguntó al mayor de los Holmes.

-Mañana a las ocho habrá un jet esperándola para trasladarla a un lugar seguro. Vendré por usted a las seis de la madrugada. Le recomiendo que prepare todo. – contestó, con cortesía fingida.

Irene miró a Sherlock, pero este estaba de espaldas, con la cabeza pegada a la ventana, mirando al piso. Irene se retiró en silencio. Se fue a su habitación y empacó algunas cosas en una maleta pequeña. Ni siquiera sabía dónde la llevarían, por lo que sólo metió en ella cosas que sabía que necesitaría.

Mientras tanto, en la sala Sherlock aun miraba a la ventana y Mycroft lo observaba con evidente desprecio. Aunque no era como el que sentía por Irene. Era una mirada de superioridad, entendiéndose definitivamente por encima de su hermano. Sin embargo, cuando notó que el hombre no se recuperaba y quizás se quedaría ahí toda la noche, decidió marcharse. Apoyó su paraguas en el piso y se dio media vuelta, sin despedirse. Al oír el sonido sordo de la sombrilla en la madera, Sherlock levantó la vista y apretó la cortina, casi tirándola.

EN LA LINEA DE FUEGOWhere stories live. Discover now