CAPITULO VIII: DOENITZ

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-Lamento no haber cumplido - dijo, en una video conferencia que tuvo durante la tarde con Mycroft

-Ninguno de nosotros había previsto la intervención de Magnussen, Irene. No es su culpa. Es culpa de nuestros agentes - contestó Holmes, con tono de remordimiento.

-Aun tengo las dos fotografías que él me permitió quedarme.

-Me encantaría recompensar sus esfuerzos diciéndole que aun nos son útiles, pero creo que no. Lo siento.

-¿Se ha sabido algo del robo de la pintura?

-La policía tiene a sus mejores oficiales trabajando en eso.

Irene entendió que eso significaba una sola cosa: Sherlock Holmes estaba en el caso.

Se despidieron, sin que Mycroft hiciese alusión alguna a que pasaría después de la misión fallida. Irene sabía que desde ahora en adelante, su situación pendía de un hilo. Y aunque se sentía lo suficientemente segura como para respaldarse por un plan B en caso de que Holmes decidiese dar por terminada su asociación con ella, sabía que no podía confiarse del todo de sus intenciones. Aun tenía fresca su última discusión en su memoria. Otros asuntos ocupaban sus pensamientos, además de la galería, que cada día iba mejor, lo que había pasado con la pintura no le dejaba indiferente. Por un momento pensó que él daría con el hecho de que quien vendió esa pintura a su actual dueño fue ella, sin embargo luego recordó que las posibilidades de que esa triangulación se diese eran inexistentes. "Fue Alexandra Rainieri" se dijo.

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Los siguientes días pasaron mientras Irene se recuperaba de lo que había pasado en Dubai. No era fácil asimilar todas las emociones de la situación que había vivido. Conocía a Magnussen y sus métodos, pero cuando se habían encontrado, siempre era al mismo nivel. Esta vez sintió como el miedo la controló. Sin embargo, su carácter, que desde Karachi era aun más fuerte, le permitió avanzar rápidamente y concentrarse en lo importante. Cerró ventas millonarias esa semana y se dedicó a estudiar el último expediente de su carpeta. Después de eso, sería libre.

Pensó en que lo más seguro para ella era dejar Marrakech una vez concluida su misión y quizás mudarse a América. Abrir una galería de arte propia e iniciar una nueva vida. Esta vez, definitivamente, lejos de todo.

Miraba el periódico con detención cada día, con la esperanza de ver a Sherlock Holmes junto a la pintura.

Una tarde, cuando llegaba de la galería, exhausta, únicamente con ganas de dormir, se encontró con Mycroft en la sala. Algo exasperada por la siempre sorpresiva presencia del hombre en su casa, no pudo disimular su molestia.

-¿Sabía que puede avisar que vendrá en lugar de sólo esperarme aquí, sin decir nada? - le comentó.

-¿Es necesario que lo haga? - replicó Holmes, con un tono de condescendencia que irritó aun más a Adler.

-Me gusta recibir de manera apropiada a mis invitados. Pasar por algunas cosas al mercado, vestirme adecuadamente, ya sabe. Además, esta mañana se me agotó el té que tanto le gusta. - contestó ella, sarcásticamente.

-Esta vez me conformo con una copa de vino, si no es molestia.

Irene, irritada, se fue a la cocina a buscar 2 copas y una botella de vino tinto de una cepa propia de España.

El hombre destapó la botella y sirvió. Le extendió una copa a Adler y tomó una computadora portátil que había dejado junto al sofá.

-Bien, señorita Adler. Su último trabajo. En realidad, he estado en él todo este tiempo, ya que es un asunto complicado. - comenzó a exponer.

-¿De qué se trata? He estado revisando el archivo. Michael Doenitz. Tiene varias sociedades comerciales, puede ser cualquier cosa. - comentó Irene, con seriedad.

-Así es. El señor Doenitz está a punto de firmar un contrato millonario por la adquisición de terrenos para construcción. El punto es que hasta hace unos meses, esos terrenos no valían nada, sin embargo, luego de hacerse público el interés de sus empresas por ellos, se filtró a la prensa que la denominación jurídica de estos terrenos cambiará, incrementando su valor. A su vez, nuestro objetivo ha firmado una asociación con un consorcio marroquí para la construcción de edificios de lujo en ellos, de acuerdo a la nueva legislación. Este consorcio es a su vez quien le ha hecho el préstamo para la compra de los terrenos.

-No veo nuestra intervención en esto.

-El cambio de la legislación de terrenos es un asunto delicado que se maneja a nivel gubernamental, específicamente para evitar que este tipo de situaciones ocurran. Si bien es cierto, las circunstancias en si no constituyen un delito o similar, la forma en que consiguieron la información lo es.

-Tráfico de influencias.

-Así es. La parte interesante de esto, es que fueron los marroquíes quienes le ofrecieron el préstamo y pusieron al corriente a Doenitz de la situación. Ellos lo empujaron a esta posición de "palo blanco". Y él, como buen empresario poderoso y algo estúpido, aceptó.

-O sea que la información no se filtró a través del gobierno británico, sino que fue en Marruecos.

-No hay certeza de eso, señorita Adler. Pero creemos que sí. La posibilidad que el tema de esos terrenos se haya tocado en una reunión bilateral entre ambos países es nuestro mayor rastro.

-¿Qué tengo que hacer, específicamente?

-Saber quién es el informante, independiente de qué lado este. Y detener la firma de esos contratos. Michael Doenitz estará por estos días en Marrakech. Según nuestras fuentes, llegará mañana. Ah, y esta vez, contará con mi apoyo desde aquí.

Irene lo miró extrañada.

-¿A qué se refiere?

-Como Doenitz compró los terrenos para vendérselos a los marroquíes, y debido a nuestras sospechas, una comitiva del gobierno británico viajó para hacerse cargo del asunto aquí. El jefe de personal se molestará mucho cuando sepa que todo esto fue en vano, porque nuestra intención real era no firmar esos contratos.

Irene rió, para luego confirmar la información

-¿O sea que usted se quedará en Marrakech?

-Riad Abracadabra. Me dieron la que era su habitación. Creo que es hora de retirarme, tiene bastante por hacer, señorita Adler y necesita descansar. Entiendo que mi presencia aquí no es cómoda para ninguno de los dos fines. Buenas noches.

En efecto, Irene tenía mucho que hacer. Se despidieron fríamente.


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