Capítulo 29.

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Intentar liberarnos de ellos hubiera sido la cosa más estúpida que se nos hubiera podido ocurrir; John no llevaba su espada, y ellos eran 4. Rápidamente nos sujetaron con brusquedad y comenzaron a atar nuestras manos fuertemente, haciendo imposible que las moviéramos un centímetro. Miré a John, completamente asustado, no sabía que hacer, pero mi cerebro estaba intentando dar con un plan de escape.

   -Muévanse- nos ordenó el hombre más grande una vez que terminaron de atarnos las manos. Nos dieron un empujón que casi me hizo tropezar -Ten cuidado, estúpido- le espeté al tipo que me estaba empujando -¿O si no qué? ¿Llamarás a tu papi para que te salve?- se burló, haciéndome enrojecer de la ira -Paul... por favor, no digas nada- me pidió John, que parecía tener una idea.

   -Eso, hazle caso a tu novio, no quieres que se enoje contigo en sus últimas horas de vida ¿Cierto?- preguntó el jacobita que iba más alfrente -Cuando me suelte, desearán haberme tenido más respeto, inútiles- contesté, haciendo reír a los cuatro hombres -Seguro, príncipe, tomaría esa amenaza para limpiarme el culo si fuera tu novio el que la dijera, al menos el fue el que mató a la mitad de nuestras tropas mientras tu lo esperabas en la seguridad del castillo-

   -Ya verán...- susurré, esperaba que el plan de John fuera realmente bueno, ya que los jacobitas nos estaban llevando a su territorio, y sería muy difícil salir de ahí si nos encerraban. Durante todo el camino estuve al pendiente de alguna señal que pudiera darme John, pero este no parecía estar preocupado en lo más mínimo, lo que solo comenzaba a desesperarme.

   ¿Que haríamos si los jacobitas nos llevaban a su terreno y ordenaban matarnos?

   Caminamos por varias horas por el bosque, pero no fue hasta que comenzó a anochecer que vislumbramos el campamento de nuestros atacantes. Llegamos ahí, con los pies completamente llenos de fango, y fuimos recibidos con abucheos de parte de hombres heridos y muy sucios, aprovechando el ruido que producían, me acerqué a John, que seguía sin decir nada -¿Y ahora que vamos a hacer, genio? ¡Estamos rodeados!-

   -Tengo un plan, Paul, no te preocupes- me dijo, con una sonrisa que me aseguraba que todo estaría bien, y eso me dio una momentanea calma, hasta que llegamos con el líder de los jacobitas, que nos miró como si fuéramos un par de cucarachas -¡Enhorabuena! ¡Han capturado al príncipe heredero y al hijo del rey!-

    Se oyeron vítores, chiflidos, y el sonar de espadas contra escudos -¡Los mataremos al amanecer, por ahora quiero que los encierren en la fosa!- pidió el líder, e inmediatamente nuestros captores volvieron a empujarnos para conducirnos a nuestra celda -John... es hora de aplicar ese plan- le susurré a John, que parecía estarse divirtiendo con la situación, por un momento pensé que se había vuelto loco, pero al ver como esos salvajes abrían una reja que se encontraba en el piso, todas mis ideas fueron borradas de mi mente.

   Era una fosa, efectivamente, estaba mal cavada, y el interior estaba lleno de piedras y ratas demasiado enormes, que hicieron que unas enormes ganas de vomitar se hicieran presentes en mi interior -Eres idiota si crees que me meterás ahí- le dije al tipo que intentaba meterme a esa horrible cueva subterranea de por lo menos 5 metros bajo el suelo, el tipo solo rió y me empujó hacia el hoyo -¡No me meterás ahí!- repliqué, el hombre me tomó en sus hombros y como su yo fuera un costal de harina, me tiró al interior.

   Sentí como el estómago me daba vueltas, para segundos depués sentir como chocaba contra las piedras del piso. Me quedé acostado un momento, siendo presa del dolor que sentía en mi espalda; pude ver como John batallaba con los jacobitas para que no lo arrojaran al hoyo igual que a mi, pero tampoco le funcionó y en pocos segundos se hayaba a mi lado, quejándose por el dolor.

   -Ese es tu grandioso plan ¿No, Lennon?- pregunté irónicamente, mientras me ponía de pie; miré a mi alrededor, y me dieron ganas de salir corriendo despavorido, estaba rodeado de por lo menos dos docenas de ratas del tamaño de conejos, que hacían lo posible por alejarse de mi, y bajo mis pies había una horrible infestación de cucarachas -Si me vas a sacar de aquí, hazlo antes de que me desmaye- le pedí a John, que parecía no notar que las cucarachas pasaban a su lado, pero lo más desconcertante fue que de pronto comenzó a reír como si le hubiera dicho una broma de lo más graciosa.

   Este día no podía ser más horrible, los jacobitas me habían atrapado, y John se había vuelto loco, sin mencionar que me hallaba en un nido de insectos horribles. Corrí hasta la reja y comencé a empujarla, gritando -¡Sánquenme de aquí! ¡Mátenme ya, pero no me dejen aquí!- y comencé a llorar.

With a little luck. [McLennon]Where stories live. Discover now