The Best Friends ||Adrianette||

PRIMARIA

Era un día de clases común y corriente. Fiorella Bartolini dejaba a su pequeña hija en la escuela, le entregó el refrigerio y le dio beso en la mejilla mientras la niña le acariciaba la cara. Por alguna razón Rossa Merry era aún muy pequeña para entender algunas cosas. Pero allí estaba Fiorella, para explicar completamente lo que ella quería saber. Una madre siempre es la guía, aquella que te enseña a caminar por la vida. Rossa Merry quería aprender muchas cosas, en esta edad todos queremos ser mucho más de lo que somos y Rossa deseaba tocar el violín, en los últimos dos años Fiorella y Rossa no se habían alejado considerablemente.

Después de todo una niña de seis años necesitaba amor, atención y a su madre a lado de ella. Rosse no le hacía problemas, pero como todo niño a esa edad, en algún momento sus dudas, fallas y emociones terminarían explotando. Hoy era uno de esos días. Después de la noche anterior. ¿Quién no lo haría?

Mamá había traído un hombre a casa a cenar y luego la dejó con el tío Adrien para salir con él a divertirse. Se quedó con el rubio hasta hoy en la mañana que se alistó para ir al trabajo y su madre la llevó al colegio. Bajó del auto y solo levantó la mano para despedirse. Se dirigió al aula de primer grado y se sentó en su sitio como de costumbre observando su cuadernos con los pegapegas que mamá le puso. Se sobó los pequeños ojitos evitando llorar. Félix venía corriendo y como siempre sonriendo para mostrarle su libro de dinosaurios. Una nueva adquisición que Papá Gabriel le dio por sus buenos méritos. Se lo tiró en la cabeza, Félix se puso a llorar por la acción de la niña. Bridgette la quedó mirando y luego le palmoteo las mejillas. La pequeña prima de Marinette era un dulce de algodón y a pesar de estar muy niña sabía hacerse entender y trasmitir sus sentimientos correctamente.

-No debesh pelear con Fedix....-dijo ella en su media lengua mientras Rossa se echaba a llorar. Al final los tres se pusieron a llorar en medio de la clase.

-Le didé a mi papá que me haz pegado....-el pequeño rubio de ojos azules tenía un peinado perfectamente hecho por Nathalie. Se sobó los ojos mientras sus mejillas se sonrosaban debido al frote de sus manitas. Rossé lo quedó mirando y siguió llorando aún más fuerte.

-Eres un tonto. ¡Félix! –Pataleo en plena clase. Rosse fue cargada por una de las maestras para que se calmara.

-Soy mada... -decia ella mirándose las manos- Soy una chica mada, podeso no tengo migos... -Otra maestra tomó a los otros dos pequeños. Un pequeño accidente lo comete cualquiera. Decidieron investigar más profundo sobre lo sucedido. Rossa iba a tener una conversación con Samantha, la maestra.

Hoy no era un buen día. Eso era lo definitivo. Adrien se quedó espantado en una esquina de su despacho mientras María reía a carcajadas. La mujer sentada en el asiento de Adrien también lo hacía. Lizeth, si, era ella y no había duda. Recuperada, delgada y con una carismática sonrisa. Se paró para dar un giro a trecientos sesenta grados y mostrarse toda. ¿Cómo estaba aquí? Ella estaba muerta. Los doctores lo habían dicho así, su cuerpo, su alma, todo de ella había dejado de existir.

-Bien...-dijo la mujer cruzándose de brazos- Sé que... bueno, estás sorprendido. Pero es algo que debo explicar completamente...

-Creo que eso no tiene explicación – dijo María Cassanova riendo por los nervios de Adrien que anunciaban un colapso nervioso.

-Solo, dime que tú eres Liz... ¡dime cómo estás acá!

-¿Conoces la Catalepsia? Es un trastorno muy poco común hoy en día. Bueno, eso es lo que dicen los especialistas... Cuando estuve desangrándome en el suelo, de hecho cuando eso pasó mis palpitaciones bajaron a tal punto que quedé inconsciente de mi misma. Yo pensaba estaba muerta. Pero, cuando desperté estaba en la morgue, sobre una camilla mientras iba a ser prácticamente asesinada. Fue cuando mi sangre volvió a fluir como siempre. Eventualmente me llevaron al quirófano y caí en coma. Por unos dos años. Años que pasaron muchas cosas...