16. Hablemos de suicidio.

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Halley dejó su cepillo en su mesa de luz y agarró el libro que había estado leyendo en su tiempo libre. Jeremy, por alguna razón que desconocía, no podía salir de su habitación. Hace dos días que le había confesado algo suyo, personal. Y ella lo había tomado bien, no había hecho preguntas, solo escuchó; y eso para Jeremy significaba mucho.

Le parecía ridículo que no lo dejaran salir, era un hospital, pero parecía una cárcel o una penitenciaría. Se había planteado ir a hablar, pero vio la cara de las demás enfermeras y notó que no era un buen día.

Liberty estaba con su madre, en su día libre. Estaba llevándolo bastante bien, su madre la apoyaba y llamaba cuando podía. O eso es lo que Liberty le dice. Eran muy unidas, y era por eso que Halley se sentía conectada a ella. Ambas tenían el apoyo de un solo padre. En el caso de Liberty era su madre, que a pesar de todo lo que habían pasado y sacrificado, estaban juntas.

Halley bajó el libro suspirando. Estaba harta de estar en la habitación. Pensó unos segundos a donde podía ir. No era que no podía hacer nada si no estaba con Jeremy. Se levantó de su cama de un salto, y salió de la habitación. Sabía a donde iba a ir.

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Trent subió el último escalón con su último aliento. El ascensor te dejaba a un piso de la terraza algo que estaba bastante mal. Para un chico como él, que el ascensor no llegue hasta ahí, era horrible. Pero con el tiempo se acostumbró, y entre escalón y escalón descansaba.

Miró al cielo y cerró los ojos. Se apoyó contra la pared y aspiró varias veces el aire que le ofrecía el tanque.

-Mierda...- Se sentó sin poder hacer otra cosa. Y esperó al atardecer. Esa era la única hora en la que lo dejan en paz. Entró hace dos años, y desde el primer día no paró con ese tratamiento de limpieza para los pulmones. El líquido iba en aumento, luego disminuía, y luego volvía a aumentar. Era algo predecible para él. Sabía que era imposible evitar algo como la muerte, tal vez no había llegado su hora, pero en algún momento pasaría. Y aunque odiaba admitirlo, estaba muy asustado.

Miró hacia el horizonte y acomodó sus tubos de oxígeno, nunca se acostumbró a ese cosquilleo al inhalar y exhalar aire. Era molesto. Los tuvo desde los diez años así que tendría que haberse acostumbrado, pero no lo hizo.

El atardecer se estaba acercando cuando vio una figura femenina entrar. Sabía quién era, sonrió y se levantó duramente.

-¿Halley?

Halley se dio media vuelta y se sorprendió al verlo.

-¿Trent? ¿Qué haces aquí?

-Lo mismo me pregunto. Este es mi lugar a esta hora, las enfermeras son insoportables. Nunca me dejan en paz.

Halley rió por lo bajo.

-Se lo que se siente.- Trent la miró y la vio triste.

-¿Cómo está ricitos?-Preguntó, y agarró su tanque acercándose a ella. Halley hizo una mueca y siguió caminando junto a él hasta llegar al muro que los separaba de caer al precipicio.

-Bueno... no lo veo hace un día o dos. No lo dejan salir de su habitación.- Trent asintió.

-Si lo sé, tuvo otro de sus ataques.- Halley lo miró con los ojos abiertos.

-¿Otro ataque?-Trent frunció el ceño y la miró, sin comprender.

-¿No lo sabes?

-Creo que... deberías saber que... no sé porque Jeremy está en el hospital. Y si no hubiera tenido un paro cardíaco él tampoco lo sabría.

Mi RazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora