28. En menos de lo que canta un pájaro (Gallo).

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El día pasó prácticamente volando. O no del todo. Halley, a pesar de su pesado sueño, los nervios se reflejaban en su estómago. La visita de su madre sería dentro de poco. Y si ella quería, permitiría a su madre quedarse durante el show. Aunque su padre no estuviera el cien por ciento de acuerdo.

Lo que sí la mantenía en calma, era Jeremy, Robert, y Liberty. Conocer a la mamá de Liberty, la hizo ver lo importante que era tener, en fin de cuentas, a tu madre. A pesar de todo, la familia es la familia.

Aunque por dentro, Halley sabía que no se merecía su perdón, haría lo que sea para poder aceptarla de apoco en su vida de nuevo.

Gissel se acercó a la puerta. Con una sonrisa, dijo:

-Tu madre llegó Halley. Está en la biblioteca.

Liberty levantó su cabeza.

-¿No será aquí?

Halley movió sus manos para ventilarlas, y secarla transpiración en ellas. Tomó su chalina, y sonrió. Confiada.

-Mi padre decidió que lo mejor sería dejarnos solas, y pensó que la biblioteca, si era posible sería lo mejor. Por si le grito o...algo.

Liberty sonrió.

-Estarás bien. Sino, mi madre quedó encantada contigo, y está dispuesta adoptarte.

Halley la miró y revoleó los ojos.

-Ja, ja... todo saldrá bien.

Liberty se sentó.

-No tienes que hacer esto, ¿sabes? Digo, ella...no se merece.

Halley se acercó a la puerta. Antes de salir del cuarto, miró a su amiga.

-Tal vez no se lo merece, pero no puedo escapar de esto toda mi vida. Necesito un cierre.

Liberty asintió.

-Estaré aquí cuando vuelvas.

La biblioteca tenía por lo menos cinco libreros. Con revistas incluso. Parecía bastante abastecida. Con Jeremy a veces venían a leer, y a besarse. Pero más que nada a besarse.

Ni bien abrió la puerta. Vio el pelo perfectamente planchado de su madre. Con Brillo, en una coleta alta. Sus manos estaban sobre la mesa, una encima dela otra, como esperando su sentencia. Siempre, a Halley, le molestó un poco que su madre siempre buscara la perfección en todo lo que hacía. Incluso en una comida, siempre tenía que estar el plazo limpio, sin ninguna mancha. Digno de un plato de un restaurante de Beverly Hills.

Tomó aire, y se acercó. Lo primero que vio fueron los ojos azules bien delineados de su madre. Su rubor color chocolate resaltaba perfectamente sus mejillas. Sus labios pintados de un suave color rosa. Con una sonrisita, su madre se levantó. Esperando, tal vez, un pequeño abrazo.

Pero Halley solo se dejó caer en el asiento. Puso su aparato en la mesa. Con seguridad, la observó. Verla ahora, todo lo hacía más fácil. Tal vez si hubiera venido demacrada, o con ojeras, entendería que estos meses habían sido difíciles. Pero estaba igual que la última vez que la vio.

-Veo que el salón de belleza sigue siendo un gran gasto.

Dijo Halley.

Su madre carraspeó.

-Solo... hice, hum, cursos. Lo hago todo yo.

Halley levantó sus cejas.

-Me alegro que hayas estado ocupada.

Mi RazónOù les histoires vivent. Découvrez maintenant