3.

4.8K 352 43
                                    

—He llegado a la conclusión de que el universo me odia. Es la única explicación. He estado pensando en ello.

Yasmin se ríe y niega con la cabeza mientras salimos de clase.

—Tú siempre estás pensando.

Echamos a andar en dirección al campo de fútbol. Hoy tengo entreno y ella no tiene nada que hacer, así que me acompaña antes de ir a casa.

—Lo digo en serio—insisto—. De no ser así, ¿por qué siempre que me pasa algo bueno tiene que ir seguido de cerca por algo malo? Algo normalmente relacionado con... Reagan. Es como la ley de Murphy (si algo malo puede pasar, da por hecho que ocurrirá), sólo que peor.

—Es la ley de Cooper—sugiere. Odia a Reagan tanto como yo. En realidad, el hecho de que yo la odie es suficiente motivo para ella.

Exacto. Las votaciones son ahora, Yasmin, ahora mismo. Es algo que ella me ha arrebatado todos los años, y esta es mi única oportunidad de reclamarlo.

—Pareces una canción de Eminem.

Me doy cuenta de que sueno bastante competitiva, puede que incluso agresiva. Se podría decir que desde lo del tal Mike estoy algo... irascible. En realidad, preferiría olvidar eso. Más bien, guardarlo en un cajón, cerrarlo y tirar la llave. Y el cajón. Para siempre.

Al ver que no me río con su broma, me da un empujón y pierdo el equilibrio.

—Deja de estresarte. Reagan es perro ladrador, poco mordedor. Le darás mil vueltas como capitana. Puedes con ella, y con todo lo que...

Frunzo el ceño. Me gustaría decir que estoy escuchando, pero la verdad es que estoy bastante desconcertada por la escena que estoy observando. A lo lejos, veo a Reagan con un chico que parece ser su... ¿novio? Bueno, o eso o lo que sea que se le llame a alguien a quién coges de la cara y luego besas.

—Dime que tú también lo estás viendo—comenta mi amiga, horrorizada.

—¿Reagan tiene novio? No, espera. No he formulado bien la pregunta. ¿Reagan puede sentir?

Yasmin suelta una carcajada, y deja de reír con un suspiro cuando llegamos a los vestidores. Me da unas palmadas en la espalda.

—Buena suerte. ¡El título es tuyo!

Entro al vestidor y saludo a las chicas, deshaciéndome de mis nervios. Son Dominique y Diana, dos de las chicas con las que mejor me llevo.

—Eh, Hales, tienes mi voto—me dice Dominique, y me hace sentir como si estuviésemos en unas elecciones. Tiene la piel marrón oscuro y un largo afro que ahora lleva recogido en un moño. Se está peinando los pelos cortos sobre la frente, delante del espejo.

—Y el mío—me asegura Diana. Ella tiene el pelo largo y negro, ondulado, y la piel morena. Expresa total convicción con sus ojos, grandes y oscuros.

Les sonrío a ambas.

—Gracias, chicas—contesto, de forma sincera. Las dos levantan sus manos para chocarme los cinco, justo antes de salir por la puerta.

Reagan aparece por detrás de mí, con aires de aburrimiento.

—Vaya, Anderson, te presentas para capitana...—finge que está impresionada, y luego frunce el ceño con soberbia—Otra vez.

—Vaya, Reagan—imito su tono—, has decidido venir a entrenar. Otra vez.

Me sonríe falsamente y yo le devuelvo el gesto.

Ya me he puesto el equipamiento y me estoy atando las botas. Miro a Reagan por accidente justo cuando se está poniendo los pantalones. Me echa una mirada por un segundo y luego sigue a lo suyo.

—¿Ves algo que te guste, Anderson?

Lo dice con un tono irónico y plano. Suelto una risa, aunque suena más nerviosa que punzante, que era lo que pretendía. Me pongo en pie.

—Lo único que veo es a mí, en unos instantes, siendo nombrada capitana.

Si esto fuera un partido, acabaría de pasar de la defensa al ataque. La ley de Cooper va a fallar esta vez.

Ahora es ella quien se ríe, y se pone la camiseta sin ninguna prisa. Casi me parece que lo hace a propósito, pero es imposible.

No rompe el contacto visual ni cuando cierra su taquilla para soltar un:

—En tus sueños.

Andamos hacia la salida, empujándonos mutuamente para intentar llegar al campo antes que la otra. Todo el equipo está reunido, esperando, y el entrenador se cruza de brazos.

—De acuerdo, chicas. Ya sabéis lo que toca, hoy escogeréis a vuestra nueva capitana. Se presentan Reagan Cooper y Haley Anderson—suspira por lo bajo y murmura la siguiente frase—. Que Dios nos pille confesados. Sé que normalmente las votaciones son anónimas, pero creo que ya tenemos todos una edad. Votaciones a favor de Cooper para capitana, levantad la mano.

Al principio vacilan por el nuevo sistema, pero luego cuatro de las chicas levantan las manos. Miro a Reagan con una sonrisita que sé que no le importaría borrarme de la cara. Voy a ganar por un voto.

—Votaciones a favor de... la otra opción—dice Williams, con cansancio. Rodaría los ojos pero, nada puede fastidiarme esto.

Sin embargo, sólo veo cuatro brazos levantarse. Tanto Reagan como yo fruncimos el ceño. Son nueve sin contarnos a nosotras, falta alguien por votar.

—¿Quién no ha votado? —exige saber mi rival.

Todas miramos a Brenda, la cual se encoge de hombros.

—Yo voto en blanco—dice simplemente.

Oh, venga ya.

—¿Cómo narices vas a votar en blanco? —cuestiona Williams, desconcertado.

—Brenda tenía que ser—susurra Reagan.

Tomándose su tiempo, nuestra compañera explica:

—Sé que vote lo que vote vais a intentar ponerme de vuestro lado durante el resto del curso, y ahora mismo toda la presión está sobre mí, así que me he dicho a mí misma: mejor no.

Reagan alza los brazos en el aire y los deja caer, dándose la vuelta.

—¿Entrenador? —pregunto yo, asustada. Él gruñe con cabreo, y abro bastante los ojos.

—En todos los años que llevo como entrenador, nunca he visto tal cosa—nos asegura, y no lo dice como algo positivo. Noto que va a decir algo y sabe de antemano que no vamos a reaccionar bien—. Supongo que la solución más fácil es que seáis co-capitanas.

Nos quedamos horrorizadas y todas comenzamos a hablar de golpe, abrasando al entrenador a base de quejas y preguntas. Está a punto de perder la paciencia y, como es normal en él, estalla.

—¡Ya basta! —exclama, levantándonos los pies del suelo. A continuación, habla con algo más de calma, aunque sigue serio—He dicho lo que he dicho. Cooper y Anderson, sois las nuevas co-capitanas. Enhorabuena.

Esto es demasiado para mí. Creo que incluso preferiría que Reagan hubiera ganado, y eso es mucho decir.

—Daos la mano—nos dice él, y luego hace un ademán desentendiéndose de la situación.

Reagan anda despacio hasta mí, sin apartar sus ojos de los míos, como si fuese una escena de una peli western. Extiende su mano hacia la mía. Hago lo mismo y las estrechamos. De repente, cuando ya nadie nos mira, se acerca todavía más y me dice:

—Espero que estés preparada porque voy a hacer que quieras renunciar. No al título, al equipo.

Sonrío, sólo porque sé cuánto le molesta, y todavía no le he soltado la mano cuando respondo:

—Adelante. 

Being number oneWhere stories live. Discover now